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cine
Tournée por el Madrid de los excesos
Diego Corsini dirige «Adiós Madrid», descenso a los infiernos personales y familiares

Hay una canción del uruguayo Jorge Drexler –«Pongamos que hablo de Martínez»– que, en buena medida, parece hecha ex profeso para esta película, «Adiós Madrid» (premio del público en el Festival de Cine de Madrid), dirigida por el hispanoargentino Diego Corsini: «Te debo otra turné por el Madrid de los exceso, donde aprendí a domar más de cien desvaríos y a robar más de mil besos», dice una estrofa. Y es que este joven cineasta ya jugó con esa dualidad Argentina-España, Madrid-Buenos Aires en «Pasaje de vida», largometraje estrenado en 2015. También en aquel filme, como en el que hoy se estrena, abordó el conflicto padre-hijo; aunque asegura Corsini que en aquella ocasión reflejó «la distancia en la presencia» y esta vez, «la presencia en la distancia».
En «Adios Madrid» –donde el padre está en coma pero no hay coma vocativa en su título, y eso creemos que se debe a la influencia que ejerce sobre esta la novela de Lepoldo Marechal «Adán Buenosayres»–, Ramiro hace un viaje exprés a la capital española, desde la argentina, para firmar la sentencia de su padre, de quien no quiere saber nada desde hace más de 30 años, y que se encuentra en estado vegetal a causa de un cáncer terminal. No quería saber pero acabó sabiendo, a través de las fuertes y heterogéneas amistades de su padre, de aquel progenitor homosexual que se vino a Madrid a vivir La Movida.
Asegura su director que se trata de «una resignificación del descenso a los infiernos» siguiendo a «La divina comedia» y a la novela antecitada porque «todo lo que tiene que ver con las tragedias griegas me atrae y tiene mucho que ver con mi formación». «Este personaje –comenta Corsini– siente el llamado del padre, como en el libro de Dante, que lo convoca el padre muerto, y pretendo hacer esta analogía interesante de un descenso a los infiernos internos, donde el protagonista ha de enfrentar a sus demonios».
Lo LGTBI, algo natural
Hace ya cuatro años que el director de la película se mudó a la capital de España –ciudad en la que nació circunstancialmente debido al exilio de sus padres a causa de la dictadura argentina–, y, dado su conocimiento de la ciudad, quería «mostrar la Madrid de los madrileños y no la Madrid turística». De ahí que buena parte del filme se desarrolle en la tórrida noche de las tascas y garitos de los barrios de Chueca y Malasaña. «Nos interesaba mostrar que el personaje venía del crudo invierno de Buenos Aires y llega al insoportable calor madrileño de asfalto y cemento», apunta su director.
«Quisimos tratar la temática LGBT pero que no fuera el foco de atención», asegura Diego Corsini. «Hoy día debemos tomarlo como algo natural, no como una reivindicación; por eso es un tema tangencial», abunda. «Al hijo no le molesta la homosexualidad de su padre, le molesta, le duele, el abandono».
¿Y qué hay del protagonismo casi absoluto de Luciano Cáceres y su intensa mirada? «Luciano y yo nos conocemos de hace más de 15 años pero nunca habíamos trabajado juntos, y llevábamos tiempo diciendo que a ver cuándo –confiesa Corsini–. Se presentó una oportunidad, y mi mujer y coguionista Maru me dijo que había que hacerlo una propuesta atractiva. Entonces, él se entusiamó con la idea, y a pesar de tener que ensayar en la distancia, se implicó mucísimo desde el principio, fue un gran aliado».
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