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Estreno

Crítica de "Black Dog": rabioso pero menos ★★★ 1/2

Director: Guan Hu. Guion: Guan Hu, Ge Rui, Wu Bing. Intérpretes: Eddie Peng, Liya Tong, Jia Zhang-ke, You Zhou, Zhang Yi, Hong Yuan, Vision Wei. Fotografía: Weizhe Gao. China, 2024. Duración: 116 minutos. Drama.

Un fotograma de "Black Dog" Imdb

El escenario podría ser el de una de esas películas de Jia Zhang-ke (que no por azar hace un cameo como actor) sobre las mutaciones de la sociedad rural china, una especie de “Naturaleza muerta” a las orillas del desierto de Gobi. Un pueblo de casas que apenas se sostienen en pie, con las paredes desconchadas y los neones medio fundidos, mientras, de fondo, se celebran los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008.

Pronto descubriremos que ese escenario, que es futura carne de demolición, es también el escenario de un western contemporáneo, con la llegada de un camión que vuelca en medio de una carretera invadida por una enorme jauría de perros salvajes, y del que emerge Lang, el pistolero que vuelve a casa después de cumplir condena por asesinato. En esta tesitura, de contrastes simbólicos e hibridación genérica, se mueve “Black Dog”, la singular película de Gung Ho, premio Un Certain Regard en Cannes 2024, que se centra en la vuelta a casa de este antihéroe íntegro y digno, y en su relación con un perro callejero, que podría o no ser rabioso, y que se convierte en su alma gemela.

Aunque el paralelismo entre amo y mascota es algo obvio, la película se acerca a la génesis y evolución de su vínculo afectivo con una gran sensibilidad. Lang, que prácticamente no abre la boca en todo el filme, tiene algo de animal herido y abandonado, y si de primeras entre ambos lo que manda es la violencia, luego es el reconocimiento. Alrededor de esa amistad callada, de fidelidad insobornable, hay una trama criminal -la del tío de la víctima de Lang, que busca venganza- no muy bien explicada, y que a veces parece existir para potenciar la excentricidad de los escenarios -en este caso, un polvoriento restaurante de kebabs-.

Es algo que la película hace con frecuencia: buscar situaciones límite para trabajar imágenes que poéticamente sean poderosas, como la de los animales de un zoo paseándose por una ciudad desolada, una jauría de perros corriendo por el desierto o un par de figuras recortadas en un paisaje semiindustrial. Ese trabajo expresivo, por suerte, late con el corazón de los desclasados, y el personaje de Lang, tan lacónico como un Clint Eastwood en los tiempos de Leone, acaba por seducirnos con su nobleza.

Lo mejor:

La relación entre el protagonista y el perro, no por previsible menos conmovedora.

Lo peor:

A veces la narración es en exceso difusa, pendiente como está de lanzar imágenes poderosas.