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Del amor a la pasión malsana

El celuloide ha reunido a parejas inolvidables y también tormentosas que, con la belleza que irradiaban y los escándalos que protagonizaron, se convirtieron también en mitología del cine.
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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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El celuloide ha reunido a parejas inolvidables y también tormentosas que, con la belleza que irradiaban y los escándalos que protagonizaron, se convirtieron también en mitología del cine.
El artisteo es pródigo en líos, matrimonios y divorcios sonados. El espectáculo requiere promoción continua y algún que otro electroshock escandaloso que devuelve a la escena pública la imagen anquilosada de las estrellas en paro artístico. Resulta, por tanto, difícil distinguir el amor verdadero del montaje y la pasión malsana. La gran estrella Lana Turner, la glamurosa chica del suéter de angora, representó en los años 40 y 50 el modelo de la perversa doméstica: actriz dentro y fuera del cine. Incapaz de mantener una relación estable con los numerosos hombres que la cortejaron y con los siete que llegó a casarse. Con todos ellos acabó aduciendo ante el juez «crueldad mental». Siete publicitados divorcios y un escándalo mundial con el asesinato del gánster y gigoló Johnny Stompanato, con quien no llegó a casarse, y a quien su hija Cheryl acuchillo en medio de una violenta pelea doméstica. Los rumores de que el gángster le pegaba, que Lex Barker violaba a su hijastra y que ella fue la verdadera asesina del Stompanato tiñeron su agitada vida de un halo de revista sadomasoquista vintage tipo Gwendoline. Que su último marido, el hipnotizador Ronald Pellar, le robara una fortuna en joyas, las que lucía en «Imitación a la vida» y «Vidas borrascosas», es el ejemplo perfecto del retrato en negro del matrimonio de las estrellas de Hollywood.

Un libreto de traiciones

El precedente escandaloso de estos amores oscuros fue Charles Chaplin y su pasión por las menores. Tuvo que casarse con una niña de 16 años, Mildred Harris, a quien había dejado embarazada y cuyo divorcio le costó una fortuna. No escarmentado, conoció a otra belleza infantil, Lillita McMurray, y la convirtió en la estrella infantil de «El chico» (1921), a los seis años. Siguió con un papel de virgen en «La clase ociosa» (1921) y a los quince la dejó embarazada. El escándalo saltó durante el rodaje de «La quimera del oro» (1924), convertida en Lita Grey, la estrella del estudio de Chaplin. Durante dos años, el mundo vivió minuto a minuto el embarazo, la boda y el embargo de su mansión y su fortuna por parte de la madre de Lita, celestina de su hija y mente retorcida que supo explotar el escándalo hasta el juicio final. Mientras, tuvieron dos hijos y una relación tan turbulenta que acabó en el divorcio más caro de Hollywood: 628.000 dólares, y un pliego de 42 páginas donde Lita Grey enumeraba las conquistas, traiciones y amoríos de Chaplin, editado en forma de panfleto: «Las quejas de Lita Grey», que se vendía por entregas a un cuarto de dólar el ejemplar. En ellas, se especificaban las perversiones sexuales que le obligaba a practicar: actos contra natura como la felación y el «menage a trois». Revelaciones que inspiraron a Nabokov para su Lolita.
Tanto Chaplin como Johnny y Sinatra eran hombres con armas secretas muy codiciadas, siempre dispuestos a desenfundar. Ava Gardner logró que Sinatra se divorciara de su mujer Nancy y se casara con ella tras años de amores adúlteros, tumultuosos y desquiciados. Que continuaron, ya divorciados, hasta finales de los años 60.
Ava Gardner era una mujer egocéntrica, cruel y vengativa. Franky, en horas bajas, le hizo la vida imposible. Su amor se reforzaba con un infierno de celos, venganza y engaños. Las peleas eran épicas. Se insultaban con obscenidades, se tiraban de los pelos y llegaban a arrojarse los muebles a la cabeza. Luego, olvidaban el motivo y, con una pasión renovada, volvían a encerrarse en el dormitorio, dejando a su alrededor un campo devastado. Esta enfermiza relación se eternizó tras el divorcio y la huida del «animal más bello del mundo» a Madrid.
El mal de amores no es privativo de las estrellas del cine, pero son ellas las que consiguen convertirlo en un bolero quejumbroso o un espectáculo tan apasionante como las películas que emulan en su desquiciada vida. Abismarse en los ojos violeta de Liz Taylor debía ser una experiencia turbadora similar a soportar el carácter inestable y manipulador de Richard Burton. Ambos lo eran, ¡y en qué medida! Su boda sólo puede compararse con su divorcio en 1974, la posterior boda en 1975 y su nuevo divorcio en 1976. Inmersos ambos en una relación de amor-odio que resultó de lo más publicitada, pues pasearon sus peleas y borracheras por todo el mundo. Joseph Mankiewicz lo describió como «estar encerrado en una jaula con dos tigres». Seguramente un macho alfa y una mantis religiosa. Quizá se hayan olvidado sus ocho matrimonios, el primero con el multimillonario Nicky Hilton, tío abuelo de Paris Hilton, de quien se divorció por maltrato, y su más que sonado escándalo al casarse en 1959 con el marido de su mejor amiga, el cantante melódico Eddie Fisher, por entonces felizmente casado con Debbie Reynolds, la madre de Carrie Fisher. El mundo entero se puso del lado de la virginal protagonista de «Cantando bajo la lluvia» traicionada y satanizó a la depredadora Elizabeth Taylor.