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Después de Paco, «naide»

Testigo directo / El entierro del mítico guitarrista en Algeciras. El artista es despedido con emoción entre «olés», aplausos y lágrimas de sus admiradores y amigos
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El artista es despedido con emoción entre «olés», aplausos y lágrimas de sus admiradores y amigos
Se fue muy joven pero siempre quiso quedarse aquí para siempre. A cien metros de la tumba de sus padres, frente a la playa de su infancia, el Rinconcillo, Francisco Sánchez Gómez descansa para siempre. El título de su composición más célebre, «Entre dos aguas», hace referencia a ese Mediterráneo que es casi océano Atlántico en su ciudad natal. O viceversa. «Cada vez que me pongo a componer, mi mente evoca a Algeciras», dijo tras recibir en 2004 el Príncipe de Asturias de las Artes. Paco, el hijo de Lucía la Portuguesa, es el algecireño más universal y por eso la ciudad del Estrecho se volcó en su despedida. Por su capilla ardiente, en la casa consistorial, pasó «todo el Campo de Gibraltar». Así aforó un voluntario de Protección de Civil cuando se encaraba la última de las doce horas, de la medianoche al mediodía, en las que sus restos mortales fueron honrados por una muchedumbre que soportó colas de hasta tres horas. Para una persona que con dieciséis años agarró la guitarra y sin petate siquiera liado, porque iba con lo puesto, se marchó a América, con lo lejos que estaba América cuando no había las comunicaciones de ahora, la niñez en su tierra tenía una importancia capital. Era su referencia básica, dicho con sus palabras, «el estado más puro del artista». Eso se nota en la inspiración de sus composiciones. No sólo «Entre dos aguas», que es la más evidente. También usó topónimos de la zona como «Almoraima» o «Río de la miel» para titular otros temas.
Genio universal
«El Estrecho es el lugar de tránsito por antonomasia y a los que somos de allí siempre nos ronda la idea de volver», dijo. Alejandro Godino, sociólogo algecireño residente en Barcelona y fan impenitente de Paco de Lucía («gasté mi primer sueldo de becario en invitar a mi madre al último concierto que dio en la ciudad, en 2006»), explica que el guitarrista «ha sido nuestro Dalí y nuestro Elvis al mismo tiempo. El genio universal, pero también el ídolo de masas». Siempre orgulloso de su tierra porque, «en sus comienzos chocó que alguien que llegase de una ciudad pobre como Algeciras revolucionase este arte». Debió de ser complicado de aceptar tanto para los cabales de Sevilla como para los jerezanos del duende, las dos puntas del eje del flamenco. «¿Cómo sentaría a los taurinos que José Tomás fuese checoslovaco?», pregunta con retranca Godino. En la calle Convento, la estrecha vía de apenas doscientos metros que separan el Ayuntamiento de la Iglesia de la Palma, donde se celebró la misa de corpore insepulto, las reflexiones son quizá menos sesudas pero igual de atinadas. Rafi Pons, una vecina pizpireta que aparenta muchos menos años de los que tiene, recuerda la madre que dio la vida y también el nombre artístico al músico. «Se llamaba Luzía Gomes, aunque en los años treinta le españolizaron el apellido. Era portuguesa, de la parte del Algarve, pero mucho más alegre que la mayoría de la gente de allí. Era simpatiquísima y por eso se enamoró de ella Antonio, un guitarrista que se ganaba la vida tocando para los señoritos». Para Rafi, Paco es quien «ha conseguido que se hablen cosas buenas de Algeciras, que sólo sale en los papeles por el hachís y los mojaítos», que es como aquí llaman a los inmigrantes llegados de la vecina África.
Apiñados dentro del templo porque la lluvia arrecia, los curiosos intercambian impresiones a la espera del cortejo. «Al lado, un bocado de Londres». Así definían a Gibraltar los Mártires del Compás, una banda de la vecina San Roque. Desde allí han llegado unos llanitos para honrar a Paco en su fascinante idioma, un bellísimo español de Cádiz trufado de expresiones inglesas. «Era un "mostro", ¿me entiendes? ''Do you know what I mean?''». Un hermanamiento logrado por la música del genio, lo que no han conseguido largas rondas de negociaciones entre Picardo, Margallo, Caruana, Moratinos y el Foreign Office.
Entró el féretro hasta los mismos pies de la Virgen de la Palma, patrona de la ciudad, a hombros de los dos hermanos que le han sobrevivido, de Vicente Amigo, de Tomatito, de los Farrucos... un desfile interminable de artistas cuya enumeración coparía esta página: Curro Romero, Pansequito, Estrella Morente, Remedios Amaya, que se arrancó con un sentido cante después de la Comunión, Massiel, Rancapino, Chispa, viuda de Camarón, o el escritor algecireño Juan José Téllez, que biografió a Paco de Lucía en «Retrato de familia con guitarra» (1994). El poeta tradujo las palabras de Michael Stein, su representante en los últimos veintisiete años, quien, entre hipidos, reprochó a su amigo «que empieces esta gira a la que no puedo acompañarte». Téllez, actual director del Centro Andaluz de las Letras y anclaje del guitarrista con un mundo oficial que no apreciaba demasiado, no quería estar triste porque «Paco murió como vivió: intensamente».
El gentío congregado en La Palma homenajeó a Paco de Lucía al compás. Cuando el cortejo se acercaba, se empezaron a escuchar «olés» bajitos que cada feligrés repetía para sí. Y la suma muestra de admiración de un espontáneo, ya un poquito más fuerte. «Ole tus cojones, Paco». Alguien pide silencio con un chisss y otro se lo reprocha. «Que no estamos en Burgos, carajo». Porque en Andalucía, en efecto, en las iglesias se reza y se guarda silencio pero también se canta, se baila, se llora a grito limpio y se aplaude. La cerrada ovación que acompaña al cadáver de Paco durante su trayecto por la nave central de la iglesia se convierte como por arte de magia en un palmear por sevillanas batido con precisión militar: TRES-un-dos-TRES-un-dos-TRES... «Después de mí, "naide"; y después de "naide", Fuentes». Guerrita jerarquizaba así el escalafón torero de la época. El vacío que deja Paco de Lucía en la guitarra flamenca es sideral. Nadie («naide») viene después de él y por eso es también simbólico su sepulcro.

El último en entrar en el cementerio

Hace mucho que en el Cementerio Antiguo de Algeciras, donde reposan los restos de Paco de Lucía desde ayer, no se abren desde hace tiempo fosas ni se producen tampoco nuevos enterramientos. El guitarrista reservó hace ya bastantes años su propio mausoleo (en la fotografía, una imagen del lugar donde se depositó su féretro) para cumplir con un deseo íntimo: el de yacer junto a sus padres. Pero se trata de un camposanto que en este momento ya está lleno, carece de más capacidad para albergar otras tumbas en su limitado espacio. Así que en los escenarios, como en su última morada, «naide» después de Paco de Lucía.