Diez años sin Antonio Vega
El músico tenía 51 años cuando falleció por un cáncer de pulmón y lo milagroso fue que viviera tanto, tanta era la porquería que se metía en el cuerpo. Pero esta es la parte escabrosa de su historia. La luminosa, la que de verdad importa, es lo que dejó
El músico tenía 51 años cuando falleció por un cáncer de pulmón y lo milagroso fue que viviera tanto, tanta era la porquería que se metía en el cuerpo. Pero esta es la parte escabrosa de su historia. La luminosa, la que de verdad importa, es lo que dejó
Ocurrió un día como hoy, hace justo diez años. Antonio Vega murió en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid por un cáncer de pulmón y después de varias décadas entregado a la siniestra rutina vital que impone la heroína. Tenía 51 años y lo milagroso fue que viviera tanto, tanta era la porquería que se metía en el cuerpo. Pero esta es la parte escabrosa de su historia. La luminosa, la que de verdad importa, es lo que dejó.
Es curioso que un artista como él, que escribió unas pocas decenas de canciones a pesar de durar más de 30 años en los escenarios, dejara una huella tan profunda. Y eso habla no solo de la calidad de sus canciones, sino de su tremenda originalidad. Tanto en música como en textos.
Como miembro de Nacha Pop, compartió honores compositivos con Nacho García Vega, por más que sus estilos se encontraran relativamente alejados. La parte expansiva correspondía a Nacho y la más introspectiva era para Antonio. “La chica de ayer” continúa siendo una referencia obligada dentro de la historia del pop español, un medio tiempo realmente brillante con unas guitarras preciosas y una letra absolutamente evocadora.
“No me iré mañana”, de 1991, fue su primer disco en solitario y no hizo otra cosa que aumentar el estatus de Antonio Vega como vanguardia entre los compositores españoles gracias a canciones como “Esperando nada”, “Lo mejor de nuestra vida” o “Se dejaba llevar por ti”.
Su último disco con grabaciones originales es “3.000 horas con Marga”, de 2005. Para entonces ya era de todos conocida su adicción a las drogas duras y su deseo de no abandonarlas jamás. Parecía como si el fantasma redivivo de Chet Baker se hubiera apoderado del alma y los huesos de Antonio Vega.
Los últimos años de su vida resultaron una carrera por conseguir sufragar su decadente forma de vida con poco esfuerzo: resurrección antinatural de Nacha Pop, recopilaciones, homenajes, discos en directo, etc. Todo lo que se suele hacer cuando no se está realmente en activo, pero cuando todavía se tiene un nombre dentro de la industria del espectáculo.
Cuando murió nació la pena y quedaron sus excelentes canciones: “Desordenada habitación”, “Tesoros”, “Una décima de segundo”, “La chica de ayer”, “Lucha de gigantes”, “El sitio de mi recreo” y muchas más. Antonio Vega fue historia en vida y leyenda desde hace diez años.