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Dolores Redondo: «Si Hollande fuera churrero no se comería un rosco»

¿Delito? Sus cifras de venta: la autora de la aclamada trilogía del Baztán conquista a miles de lectores

Dolores Redondo: «Si Hollande fuera churrero no se comería un rosco»
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Juega a atrapar esos pensamientos que pululan, como átomos distraídos, alrededor de la mente. Dibuja palabras para hacer visible lo que nadie más puede percibir: esa mueca del alma herida, el bisbiseo de un pasado atronador... Sí, Dolores Redondo disfruta en el lado oscuro, tejiendo misterios que, paradójicamente, la ayudan a ver la realidad con mayor lucidez. Pero el verdadero enigma es descubrir si esa mirada, entre tímida y distraída, con la que ojea el mundo es sólo una pose con la que oculta su complejo de narradora empedernida, siempre a la caza de ese detalle nimio y sigiloso del que podría brotar una nueva historia. De hecho, cuando el discurso de los descreídos se imponía en las librerías –y en el país–, quiso desempolvar la magia de la mitología y convertirla en un recurrente escenario para la novela policiaca. Aunque su nombre –ésa fue la herencia de Nabokov– la habría predestinado a ser una «femme fatale», ella se negó a ser un sucedáneo: eligió contar. Y así, en apenas un año, ha conseguido que miles de lectores queden atrapados en la trilogía del Baztán, que ya va por su segundo título: «Legado en los huesos». Allí, en el esqueleto, las cicatrices del alma siempre dejan huella.

-El primer título, «El guardián invisible», va ya por los 130.000 ejemplares publicados y el segundo, 70.000... ¿Por qué resultan tan seductoras sus novelas?

-En mis libros, se abren otras puertas al mundo íntimo de los personajes, que no se tratan habitualmente en el género negro. Luego está la parte mitológica, la conexión del ser humano con lo intangible . En tiempos de crisis, en los que nos replanteamos todo, clamamos por un regreso a lo más puro.

-Se dice que en tiempos deprimidos tendemos al escapismo literario, ¿cómo es que el género negro vive una edad dorada?

-La gente sigue buscando lo mismo que con Agatha Christie: cazar al ladrón, detener al malo. El lector de novela negra es un detective en potencia, cuando llega al final y no lo caza a tiempo, vuelve a buscar las pistas. Es muy sagaz y lee con mucha atención.

­-El truco, decía precisamente la creadora de Hércules Poirot, es que «el detective nunca sepa más que el lector»...

-Completamente de acuerdo, a nadie le gusta el efecto de conejo en la chistera. De hecho, mi protagonista se caracteriza por estar todo el tiempo muy confusa.

-Ella es inspectora de la Policía Foral de Navarra, ¿le preocuparon los prejuicios que tenemos hacia nuestros cuerpos de seguridad al trazar el personaje?

-No me planteé que fuese un cuerpo extranjero, no tengo ningún problema con la Policía de mi país. Hemos tenido complejos para ubicar una novela negra dentro de España y para hablar del costumbrismo, y eso es algo absurdo que hay que superar.

-Como eso de la «femme fatale», ¿ha muerto?

-Aunque yo no me sienta cómoda con ella para ponerla en mis novelas, todavía existe. Quizá ya no es esa chica glamourosa de otros tiempos, pero sigue siendo una mujer necesitada de afecto que cambia su absoluta fidelidad a cambio de un poquito de amor. Tienen una concepción podrida del mismo.

-La ex primera dama francesa, Valérie Trierweiler, ha pasado de ser una mujer segura y odiada en su país a una víctima más apreciada por la gente tras la infidelidad de Hollande, qué simbólico, ¿no?

-Mostrar esa fragilidad a nivel emotivo ha sido lo que la ha hecho ganar adeptos. Todas sabemos ser muy profesionales y seguras, pero ver que alguien tiene corazón... De todos modos, si Hollande fuese churrero, no se comería un rosco. Ha estado con mujeres inteligentes, capaces y guapas y creo que ahí ha influido la erótica del poder.

-Y si se pone en plan Jessica Fletcher, ¿cuál diría que es el crimen que se está escribiendo en la actualidad?

-Vivimos un momento que da para mucho, pero a mí me atrae especialmente cómo viaja la información a través de las redes sociales y cómo muchos las utilizan y manipulan. Por la inmediatez que tiene, hay muchas reacciones viscerales y hasta gente comedida pierde los papeles...

-También decía Agatha Christie que «la tristeza es la cuna de inspiración de todo escritor».

-Si quieres llegar al lector, el mensaje debe ser auténtico. Si no has experimentado jamás sensaciones tan poderosas como el miedo o el dolor, es difícil que luego las puedas transmitir.

-De ahí que algunos crean que los autores de novela negra son poco menos que asesinos en potencia...

-¡Sí! Un periodista me dijo que era horrible escribir lo que hacíamos, que teníamos que tener una mente muy perversa y, sinceramente, a mí me pone más enferma ver el telediario. Ha habido momentos en los que no he soportado ver las noticias, días en los que estás especialmente sensible y necesitas hacerte una cura de realidad. Al final, acabas el día triste y no es por tu vida, sino por la influencia del exterior.

-¿Por qué le va el lado oscuro?

-Escribo novela negra porque es mi manera de poder filtrar la realidad, de tolerarla. Puede parecer horrible una madre que daña a su hija, como le ocurrió siendo niña a la protagonista de mis novelas, pero en la realidad esas cosas existen. Soy madre y una hija amada y me resulta absolutamente repugnante que alguien sea víctima de la persona que en teoría tiene que cuidarte y quererte. Me parece lo más terrible que te puede pasar.

-Una infancia infeliz, ¿es la peor tara?

-Sí. Y lo más horrible es la clase de adulto en el que se pueden llegar a convertir. En EE UU, entre los perfiles criminales hay muchas personas que fueron niños desprotegidos. Pero tener una infancia triste no implica que te vuelvas un asesino en serie. Yo perdí a una hermana cuando era pequeña, todo el mundo en mi casa estaba muy triste, hubo muchos años de duelo, en los que no se celebraba nada... estábamos desolados. Pero me he sentido muy amada.

-Justo lo que no ha tenido su protagonista...

-Es distinto tener una madre que te aborrece a haberla perdido. La ausencia de alguien querido es dura precisamente porque lo que duele es ese amor que prolongamos de una manera ficticia. Pero lo tuviste, y eso es muy diferente al rechazo.

-¿Y a quién ve interpretando a Amaia Salazar? Los derechos de adaptación ya están vendidos...

-No debería decirlo porque el proyecto está avanzado, pero Anna Torv, que protagonizó la serie «Fringe», da el perfil. Es muy seria, sin llegar a la melancolía constante, tiene ese punto de tristeza, de carga interior que yo le pongo a Amaia. Claire Danes, de «Homeland», resulta ya demasiado atormentada. Las personas que han sufrido su infancia aman mucho la vida, pero no la pueden disfrutar del todo, tienen ese punto triste.