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Don Winslow: «La guerra contra la droga se ha militarizado»

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El escritor regresa al narcotráfico con la impactante «El cártel», Premio RBA de Novela Negra, donde recupera a los personajes de su inolvidable «El poder del perro».
Don Winslow es un escritor de mundos oscuros, de esos que apenas se sostienen en el alero de un precipicio, en esa delgada línea roja donde la conciencia y la moral resultan una elección equivocada y las normas de la supervivencia dictan consejos que la ética y la moral rechazan. Es un novelista curtido, un hombre de acción, como sentenciaría Pío Baroja, de los que se han formado en las bibliotecas, pero que han conocido de qué está hecha la vida y las personas a través de sus viajes por África y ese légamo de experiencias que le dejó su trabajo como guía de montaña en Asia. Ahora afirma con suficiencia que no tiene miedo. «Yo soy ciudadano norteamericano», afirma con seguridad y, también, con algo de complacencia. Pero él sabe que las cautelas nunca sobran y que la prevención denota un grado de inteligencia: «Es cierto que ahora estoy más atento a las caras que me rodean. Mantengo los ojos más abiertos. Si tropiezo dos o tres veces con el mismo individuo en un plazo corto de tiempo, quiero saber quién es, qué hace ahí. He adquirido una manera refleja de memorizar las facciones que me encuentro. Debo mantener a mi familia apartado de todo esto».
«Todo esto» es el narcotráfico, ese planisferio de violencia indiscriminada que ha convertido a México y la frontera que comparte con Estados Unidos en un territorio feudal donde nuevos señores de la guerra se matan entre ellos para defender su valioso trono. Don Winslow ha trabajado con la ficción esa geo-política de condes y duques armados que se disputan, y matan sin compasión, por miles de hectáreas baldías, de suelo de-sértico. Ellos controlan la entrada de la droga en las ciudades de la primera potencia mundial. Y eso deja un valioso reguero de dólares. Cantidades multimillonarias que ha convertido a estos reyezuelos en verdaderos jeques de la cocaína y la marihuana. Unos tipos, «que no leen», pero que escriben y dictan las leyes.
–¿Ha cambiado algo en el narcotráfico desde que escribió «El poder del perro» y, ahora, su continuación, «El cártel»?
–Han sucedido muchas cosas. Las drogas siempre se han movido a una escala global, no sólo nacional. Pero en este tiempo, lo que más ha cambiado, lo que realmente ha cambiado, es la militarización. Se ha procedido a una militarización de la guerra contra la droga. Los cárteles están reclutando fuerzas especiales para librar batallas. Todos ellos. Un cártel forma un ejército y, los demás, al verlo, también. Existe una verdadera carrera armamentística entre los narcotraficantes. Compiten entre ellos por las armas. Ya no hablamos de gángsteres. Es un enfrentamiento entre ejércitos. Para detenerlos no puede usarse a la Policía federal o estatal. Al Gobierno federal de México le resultaba imposible acudir a ella para enfrentarse al narco porque, primero, existen evidentes lazos entre los policías y el cártel de cada región; y segundo, porque tienen miedo: no pueden competir con esas armas y contra tantos hombres preparados. El único que puede enfrentarse es el ejército.
Dos millones de dólares
Don Winslow amasó en su imaginación a dos personajes icónicos de la novela negra contemporánea: Art Keller, un agente de la DEA, y Adán Barrera, un capo educado en la política de traiciones y deslealtades que mueven los hilos del poder en México. Su duelo protagonizó «El poder del perro», una impresionante novela que, por debajo del mosaico estructural de la ficción, asomaba un duro retablo de los intereses y tensiones que mueven a los cárteles. Ahora regresa con la continuación. Arte Keller vive retirado en el monasterio de Abiquiu, dedicado a la apicultura, cuando recibe la noticia de la condena que ha lanzado sobre él su adversario, Adán Barrera: dos millones de dólares por su cabeza. Un precio que puede tentar a muchos asesinos dispuestos a trepar en la jerarquía del narcotráfico y que obliga al ex agente americano, torturado por los recuerdos, la pérdida de su familia y la muerte de sus amigos, a salir del escondite y enfrentarse de nuevo a su rival.
–¿Cómo es ahora el paisaje del narcotráfico?
–Mientras en la época de «El poder del perro» había algún que otro tiroteo, ahora de lo que se trata es de auténticas batallas armadas. Las imágenes que dejan estos enfrentamientos son parecidas a las que proceden de Siria o Líbano. Los cárteles son verdades organizaciones terroristas. De hecho han incrementado su nivel de sadismo.
–Cada vez son más violentos.
–Y desde hace varios años. De hecho, las prácticas que conocemos del Estado Islámico de ajusticiar a una persona, grabarlo y difundirlo en las redes sociales para influir en la sociedad y expandir el miedo en la sociedad. Pero quienes inauguraron esta práctica son los cárteles mexicanos. El Estado Islámico sacó esta idea de la guerra del narco. Recuerdo un crimen que sucedió en 2005. Un capo americano que acabó siendo de un cártel mexicano, sorprendió en una casa a unos sicarios que iban a matarlo. Los sentó maniatados y comenzó a hacerles pre-guntas mientras los grababa: ¿Cómo te llamas? ¿Qué haces aquí? Igual que se hace un Talk Show. Al cuarto, como ya estaba cansado, le disparó directamente. Luego subió la cinta a las televisiones y a las redes sociales, donde se convirtió en un video viral.
–¿Por qué comenzaron a hacer esto? ¿Cómo se les ocurrió?
–Se dieron cuenta de que hoy en día resulta importante controlar el discurso, la narrativa de la historia. Los cárteles, ahora, se han vuelto muy sofisticados. Quieren dominar lo que se cuenta. Por eso, los periodistas se han convertido en una pieza muy importante. Muchos de ellos recibían sobres con tres o cuatro veces el sueldo que reciben al mes. No saben quién se los manda ni de quién vienen. Pero en un momento dado se les indicaba: no cuentes esta historia o, al contrario, di que los responsables de este suceso son estos otros.
–¿Y cuál fue la reacción de los periodistas?
–Se refugiaron en las redes. Desde twitter o desde otras plataformas comenzaron a contar lo que ocurría. Los periodistas se hicieron «underground», porque a los que se negaban a acatar las normas, directamente se les mataba. Ésta es la razón de que muchos diarios dejaran de publicar información sobre el narco. En una ocasión, un cártel llegó a una universidad, raptaron a una serie de estudiantes especializados en informática y les ordenaron que buscaran al responsable de esta o esa información que se había subido a la red. Les exigieron los nombres reales de esos reporteros, números de teléfono, direcciones. Les dijeron: encuentra a este bloguero, búscame quién ha tuiteado esto. Algunas de estas personas aparecieron posteriormente descuartizadas. Literalmente, se trata de terrorismo. En Ciudad Juárez existe un monumento dedicado a los niños que repartían periódicos. Una bloguera que denunció unas acciones de los zetas apareció allí, pero descuartizada, con los miembros repartidos en diferentes puntos y la cabeza apoyada a los pies de esta escultura. Al lado, escribieron una nota: «Esto es lo que pasa a los que informan de los zetas».
–¿Cuál es el poder financiero de los cárteles?
–Controlan las instituciones financieras y los bancos. Los diferentes gobiernos y la Interpol tienen métodos efectivos para el seguimiento de dinero electrónico. Los cárteles se dieron cuenta y volvieron a los métodos antiguos: si la droga va al norte, el dinero va al sur. Dividieron las partidas de dinero y las hicieron más pequeñas. Por este motivo, al sobrevenir el crack de 2008, mientras los bancos no tenían fondos, los cárteles sí: Ellos eran quienes poseían el dinero. En Estados Unidos, la recuperación económica comenzó en la frontera del sudoeste, en la propiedad inmobiliaria. ¿Pero de dónde provenían las inversiones para la construcción? De los cárteles, y quienes se estaban beneficiando eran los bancos. Ahora, las brigadas antidrogas empiezan a señalar a las entidades y a identificar cuáles estaban involucradas.

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