Premios Princesa de Asturias
Eduardo Mendoza: «El franquismo se sostuvo por los chistes»
El escritor, que este viernes recibirá el Premio Princesa de Asturias de las Letras, reflexiona sobre el humor y dice que si ha recibido este galardón es por Gurb: «Todo se lo debo a él»
Eduardo Mendoza comenta con timidez su admiración por el coreano Byung-Chul Han: «Es filósofo, es oriental, vive en Alemania, es joven y le preocupa el futuro. ¿Qué más se puede pedir?». Cuando se enmienda que en realidad no es tan joven, que frisa los 66 años, su parecer cambia de manera radical: «¡Pero si parece que tuviera 42 años! Entonces, ¿por qué se queja tanto del futuro? Con esa edad ya le debería dar igual».
El novelista es un hombre que ha convertido el humor en una herramienta lúcida de la inteligencia; una manera de diagnosticar la realidad y, a través de sus pequeñas vanidades, flaquezas y contradicciones, esa contingencia de la naturaleza que es el hombre. «El ser humano es sorprendente. Uno le hace una radiografía y se ve que por dentro es muy feo; pero, por fuera, resulta presentable, ¿verdad? Los humanos son una fuente continua de sorpresas y rarezas. La conclusión es que, al final, siendo como somos, todavía funcionemos por el mundo. La gente está escandalizada porque vamos hacia el exterminio total, pero lo que es raro es que no nos hayamos exterminado ya».
«Con Gurb me tocó la lotería. Todo se lo debo a él»
Mendoza admite que si recibe el Premio Princesa de Asturias de las Letras es por Gurb. «Si estuviera conmigo aquí, seguramente me diría: “Mira a dónde has ido a parar gracias a mí”. A veces pienso que no soy el autor de Gurb, sino que Gurb es mi autor. Él es el que me ha llevado a todas partes. Es el que me ha abierto todas las puertas y ha tirado de mí hasta aquí. En el fondo es un personaje con una parte infantil. Proviene de la literatura del siglo XVIII, de “Cándido” de Voltaire o “Los viajes de Gulliver”, y observan su entorno. Proviene de ahí y de la literatura moral del siglo XVIII».
Reconoce que con él «me tocó la lotería. No creía que fuera a durar más de lo que estaba previsto. Hubo dudas en publicar esta novela. Era una cosa escrita así, a lo tonto, para leer en verano, como libro no funcionaría, pero empezó a vender hasta el día de hoy». El autor no duda en acudir a los rasgos de su humor para hablar de este éxito: «Sorprendentemente, se vende hoy en día, porque la mitad de las cosas que hay ahí ya no se entienden porque son sucesos de Barcelona de esa semana. Marta Sánchez, gracias a Dios, sobrevive y acompaña al libro, pero podía haber desaparecido. Además, a pesar de esas dificultades, se ha traducido a varios idomas».
«Me gusta ser como un extraterrestre»
En lo que discrepa Mendoza, y se diría que no cree, es en el humor como desenmascarador de falsarios, mesías y autócratas. «Todo el mundo sabe lo que pasa hoy. Solo hay que salir a la calle, ni siquiera desenmascarar a nadie. El humor no sirve para nada en concreto. Cuando existía la censura, pasábamos un chiste y tenía gracia, aunque todo el mundo conocía ese chiste, pero alegraba la vida». Cuando le muda el énfasis de la voz es al observar el envés que tiene el humor: «A veces es contraproducente, porque entre chiste y chiste, justificamos y dejamos que pasen cosas que no deberíamos dejar que pasaran. El régimen de Franco se sostuvo por los chistes. Todos los días había chistes de Franco».
El escritor, que estuvo en Nueva York, en la ONU, admite que de vez en cuando echa en falta vivir fuera de España: «Me gusta mucho ser extranjero. Hay dos tipos de personas, el que se va de casa y enseguida siente morriña, y el que tiene ganas de irse, de perderse, de que nadie le conozca en la calle. Yo soy de esos. Me gusta ser como un extraterrestre». Aunque introduce un matiz: «En España, en general, somos mejores personas de lo que pensamos. Somos como toda la humanidad, vagos, egoístas... pero tenemos un punto que llamaría de cordialidad que no se encuentra en el resto de Europa y ayuda a hacer las cosas más fáciles, a entenderse. Es una mezcla de buena predisposición y pocas ganas de complicarse la vida. Funcionamos bien con eso. La prueba es que muchos vienen a vivir a España».
«Aunque parezca una utopía, la ONU y la socialdemocracia funcionaron»
Lo que reivindica es su pasado en la ONU y ese mundo que parece quedar atrás entre las borrascas del mundo presente: «Hemos vivido una etapa extraordinariamente buena en Europa desde 1945 hasta hoy. La ONU, como árbitro de conflictos y negociación, y la socialdemocracia, como un Estado que quiere acabar con la ignorancia, la pobreza y la enfermedad, han funcionado, aunque hoy nos parezca una utopía. LA ONU no es una institución absurda, ha funcionado. Aunque no haya impedido guerras, sí muchas cosas. El balance es más positivo que negativo».
Mendoza es realista y no esconde que «esta época está terminando y que es cierto que podemos volver a épocas anteriores, sino peores, sí malas. Nosotros somos la única generación que no ha ido a la guerra. Mi madre me hablaba de bombardeos, del hambre, de las colas del pan... Ahora parece que podemos volver a algunos sitios de esos, pero la historia siempre ha sido así».
Entre risas recuerda su paso por el servicio militar: «En mi ADN hay una pequeña gaita, porque en la mili desfilábamos con gaitas gallegas. Íbamos para arriba y para abajo. Sin fusiles y con gaitas. Eso sí que era marcialidad». También evoca un libro, una traducción de las cartas de Byron, que considera una de sus grandes obras: «Era un gran libro, pero no vendió más que seis ejemplares. Un fracaso. En cambio, Gurb, que lo hice así, ha vendido...». El escritor seguirá escribiendo (se pelea con los cuentos, género que reconoce arduo y que admite que se le da muy bien a las mujeres) porque, explica, no sabe qué hacer con tanto tiempo y «en definitiva, esto es lo que he hecho siempre».