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«El ángel»: No se fíen de su cara bonita

Luis Ortega ignora a los «policías de la ética» en su retrato plagado de ritmo y vitalidad del mayor criminal de Argentina en los 70, un joven adolescente apodado «El ángel»
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Luis Ortega ignora a los «policías de la ética» en su retrato plagado de ritmo y vitalidad del mayor criminal de Argentina en los 70, un joven adolescente apodado «El ángel».
La imagen más icónica de Carlos Robledo Puch, condenado en 1972, a los 20 años, por más de diez homicidios, lo presenta custodiado por dos militares y esposado, con los rizos rubios y la cara de no haber roto un plato. «Si no fuera por los militares, sería una publicidad de Gucci», afirma Luis Ortega, el director que ha decidido meterle mano a la historia de «El ángel», el criminal más famoso de Argentina. No obstante, Ortega ha huido del concepto de «biopic» («Los detesto», afirma) para centrarse en esa figura que contravenía el Perfil Lombrosiano aún vigente en la época que creía que el asesino «debía ser feo, pobre, de tez oscura, narigón... La imagen de Carlitos fue lo que impactó a la gente y lo que dio más trascendencia a sus crímenes, porque los padres empezaron a pensar que sus hijos también podían ser criminales».
Scorsese en Buenos Aires
Con una estética muy dinámica, que bebe de Scorsese y Tarantino, hay quien ve en la narración de los crímenes de Robledo Puch una «glamurización» o un cínico acercamiento a la empatía: «¿Pero quién dice que un criminal no pueda ser empático? –se pregunta Ortega–. Hitler lo era en su época. Lo que pasa es que si uno se deja influir hoy en día por la dictadura de la corrección política ya no puede hacer nada. Yo disfruto viendo el ''Guernica'' de Picasso, que es un cuadro de una masacre y no por ello disfruto de la masacre en sí. No estoy preocupado por los polícias de la ética. La película no lo glorifica, lo que pasa es que detrás de la pregunta supuestamente progresista de ''¿cómo pueden hacer que alguien guapo sea un criminal?'', hay mucho racismo».
Desde luego, «El ángel» sigue con frialdad y sin ánimo aleccionador los incontables robos, violaciones y asesinatos de un joven que sencillamente carecía de concepto moral, se situaba más allá de las preguntas éticas. Para Ortega ha sido también un modo de acercarse a la esencia de la adolescencia y de la suya en particular. «La historia de Robledo Puch era muy oscura, me entrevisté con él y entendí que iba a lastrar la película, así que deseché todo lo que había leído sobre él en los expedientes y me volqué en algo más autorreferencial. El resultado del filme no tiene tanto que ver con la figura real, es una inspiración muy libre». De ahí que la cinta sea eléctrica, cargada de energía, y en cierta manera, gozosa. «Él no tenía la paranoia de la Policía, por eso no le perseguían, como pasa cuando tienes miedo a un perro».
La estupenda banda sonora contribuye a este dinamismo: música setentera argentina, entre ellos Leonardo Favio y Palito Ortega (padre del realizador), se combinan con temas internacionales de la época o versiones al castellano de las mismas.