El arte español se hace invisible en Venecia
Okariz y Prego presentan su proyecto para el pabellón nacional en una Bienal que obvia a nuestros artistas en su exposición principal.
Okariz y Prego presentan su proyecto para el pabellón nacional en una Bienal que obvia a nuestros artistas en su exposición principal.
o es probable que al sector artístico español le haya sentado muy bien el título con el que Ralph Rugoff ha nombrado su proyecto de comisariado para la 58 edición de la Bienal de Venecia: «May you Live in Interesting Times» («Ojalá que vivas tiempos interesantes»). Que entre los 79 artistas seleccionados de diferentes nacionalidades no se encuentre ni un solo representante español solo invita a pensar que, para la realidad artística de este país del sur de Europa, estos son tiempos más bien deprimentes.
¿Nos quejamos de vicio? ¿Sacamos nuestro sentido trágico más lorquiano cada vez que, como en este caso, las grandes citas internaciones ningunean al arte español? Según Peio Aguirre, el comisario del Pabellón de España en la presente edición de la Bienal de Venecia, así es. En su opinión, «nos quejamos demasiado. Respecto a la edición de la Bienal, en la que se ha dicho que no hay ningún artista español, es cierto, pero hay otros muchos países potentes como Bélgica y Holanda que tampoco tienen representación. Es un vicio español el quejarnos de lo mal que nos va, cuando en realidad hay muchos artistas internacionales españoles». Con ser verdad que España no es el único país ausente en el listado confeccionado por Rugoff, y que otros grandes contextos artísticos como Bélgica y Holanda tampoco están presentes, la diferencia entre su caso y el español es enorme: para belgas y holandeses no estar en esta edición de la Bienal constituye una excepción; en cambio, para los españoles no estar es seguir no estando, y revela un problema estructural de mayor calado, que torna en irrelevante la presencia de artistas españoles en los grandes eventos mundiales.
¿Qué es lo que falla? ¿Por qué la proyección internacional de los artistas españoles es notablemente inferior a su calidad? Las razones de ello son múltiples y se pueden resumir en las siguientes «patologías»: 1) una deficiente estrategia de internacionalización del sector galerístico que se traduce en la dificultad de los artistas españoles para acceder a las grandes colecciones del mundo; 2) la errónea y escasa labor desarrollada durante cuarenta años por los ministerios de Cultura y de Asuntos Exteriores, que han exportado proyectos expositivos de escaso interés internacional; 3) la situación de España en una tierra de nadie situada entre los principales centros de poder –Nueva York, Londres, Berlín, etc.– y los territorios periféricos y economías emergentes, la cual le impide ser objeto de los discursos hegemónicos –poscolonalismo, multiculturalismo– y de las estrategias económicas más agresivas; y 4) la inexistencia de contextos teóricos y críticos que avalen a los artistas y sirvan de caja de resonancia para sus obras. La acción conjunta de todos estos factores ha llevado a que, por ejemplo, los únicos artistas que han asomado durante los últimos años por la conocida como «Power 100» de «Art Review» hayan sido Juan Muñoz –ya fallecido–, Miquel Barceló –ya amortizado– y Lita Cabellut –ya inexplicable. Con estos mimbres pocos cestos se pueden hacer. Somos irrelevantes, prescindibles y, por tanto, invisibles.