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El buen ojo de la Berlinale con el nuevo cine español

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El Festival de Berlín vuelve a descubrir dos excelentes realizadoras españolas: Meritxell Colell y Diana Toucedo, que siguen la estela de «Verano 1993» con sus cintas «Contra el viento» y «Trinta lumes».
Meritxell Colell: «Me gustan los personajes que se te escapan»
A la muerte de su padre, después de veinte años de ausencia, Mónica vuelve al pueblo de Burgos de su infancia para ayudar a su madre a vender la casa familiar. Con esta premisa, Meritxell Colell construye un delicado, sensorial descenso a las profundidades de una identidad resquebrajada en «Con el viento», su debut en el largo de ficción, que ha estrenado en la sección Forum de la Berlinale.
–La cinta se abre con una escena de danza donde el cuerpo se desfigura, es casi una noción abstracta. Luego, los rostros se adueñan del encuadre durante todo el metraje.
–Hay un trabajo sobre un cuerpo fragmentado, roto, que permite expresar lo que a veces no pueden ni las palabras ni los rostros, y luego otro sobre los propios rostros, sobre lo que esconden o lo que muestran. Cuando la protagonista vuelve al pueblo, deja de bailar. La danza es lo que la ha separado de ese mundo y también de sí misma. Es un personaje muy desconectado, que tiene como un agujero dentro.
–Y es un enigma, porque, en realidad, nunca se explica por qué se fue, qué le pasa por la cabeza.
–Me gustan mucho los personajes que se te escapan. Cuando conocí a Mónica García, en 2014, me atrapó precisamente eso, que era un misterio, que era muy expresiva pero que había muchas capas que explorar en ella. Había estado buscando a coreógrafas que me recordaran a Pina Bausch y no acababa de encontrar a nadie que me convenciera. Leí un texto de Mónica sobre Israel Galván que me interesó mucho, y entonces nos conocimos en Madrid. Nos dimos cuenta de que ella compartía muchas cosas con el personaje, como muchas bailarinas de su generación, que tuvieron que marcharse al extranjero para hacer carrera. Mónica es muy sensible, muy empática, muy crítica, y gracias a ello su personaje se ha construido desde el diálogo.
–El año pasado, «Verano 1993» triunfó en Berlín con un relato de marcado acento autobiográfico. ¿También lo es «Con el viento»?
–En 2005, muere mi abuelo, me marcho a Buenos Aires y me doy cuenta de que ha habido una desconexión muy fuerte con mis orígenes, y que me había convertido en otra persona. El proyecto nace de un deseo intenso de retratar el pueblo y la generación de mis abuelos, una vida que yo conocía desde pequeña y que sentía que desaparecía con ellos. Y me parecía importante dar voz e imagen a un conocimiento y a una conexión con la tierra, y a una cosmovisión de la que estamos muy alejados. Entre nosotros, existía una voluntad de trabajar con emociones reales, tanto de mi parte como de las actrices. El cine es un lugar para aprender a vivir, que te transforma.
–¿Y cómo la ha transformado personalmente la realización de «Con el viento»?
–Me ha ayudado a apreciar una realidad que yo había vivido desde pequeña y que quizá no había valorado en su justa medida. He aprendido a transitar el
silencio, porque el cine te permite conectar con tu intimidad. Y he entendido que dirigir también significa estar expuesta, confiar, estar atenta, percibir el cine como un espacio para encontrar el presente.
–En la película hay tres generaciones de mujeres que se enfrentan con la memoria de una manera muy distinta.
–Quería retratar la generación de la abuela desde lo práctico, que comprende que algo puede ser doloroso pero que forma parte de la vida, y que somos supervivientes y no necesitamos de los objetos para saberlo. En cambio, para la nieta los objetos remiten al origen, a un origen que ella no tiene. Y en medio está la generación que considera la casa como fuente de conflictos: por un lado, es origen, infancia e identidad, y, por otra, es un lastre, un peso.
–Ana Pfaff es la montadora de su película, pero también lo ha sido de «Verano 1993» y «Trinta Lumes». Elena Martin, una de las actrices en su filme, es la directora, a su vez, de «Julia Ist». Parece haber una estrecha conexión entre todas ustedes, como si estuviera naciendo algo nuevo...
–Existe mucha conciencia de colectivo. Hacer cine es muy difícil y hay que tener un gran sentido de resistencia, necesitas más que nunca de los demás. Y todas compartimos procesos, nos enseñamos lo que hacemos, es muy enriquecedor.

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