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«El castigo sin venganza»: El Lope de Vega más profundo y conmovedor

«El castigo sin venganza»: El Lope de Vega más profundo y conmovedor
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De Lope de Vega (versión de Álvaro Tato). Intérpretes: Beatriz Argüello, Lola Baldrich, Rafa Castejón, Carlos Chamarro, Nuria Gallardo, Joaquín Notario, Íñigo Álvarez de Lara, Javier Collado, Fernando Trujillo, Alejandro Pau, Anna Maruny. Dirección: Helena Pimenta. Compañía Nacional de Teatro Clásico. Hasta el 9 de febrero.

«Cuando Lope quiere, quiere». En este enigmático subtítulo con el que se reeditó «El castigo sin venganza» en 1647 han querido ver muchos una alusión a la capacidad del Fénix para hacer un gran drama de honor tan profundo y redondo como los que, robándosela a él, estaban dando fama a un todavía joven dramaturgo llamado Calderón de la Barca. Lope demostró con esta obra, una de las más perfectas del Siglo de Oro, que él también podía escribir con gravedad intelectual y que, si el tema central era el amor, sabía hacerlo mejor que nadie en el mundo. Al potentísimo material original se ciñe ahora Álvaro Tato en esta limpia y bonita versión que apenas deja ver su mano salvo en el desenlace, donde ha eliminado, con buen criterio, los ejemplarizantes e innecesarios versos finales. Helena Pimenta cuenta con pulso firme y adecuado ritmo, encadenando algunas escenas concebidas con original belleza, esta maravillosa tragedia de amor prohibido entre el conde Federico y Casandra, la mujer que el padre de él, el duque de Ferrara, ha tomado por esposa en su estratégica política de alianzas. Lo que resulta llamativo es que la directora haya pasado veloz, de forma premeditada, por el primer encuentro entre los amantes, escamoteando así esa posibilidad que el texto permite, y que la mayoría de los directores contempla, de mostrar el magnetismo irracional e irremediable de los dos personajes desde el momento en el que se ven.

Podría decirse que la opción de Pimenta, tan válida como la otra, es más pragmática o mesurada en la lectura del sentimiento amoroso; aunque es verdad que coloca al espectador, con precisión, muy pendiente de la evolución del personaje de Federico, que es quien sale ganando, por así decirlo, dramáticamente. En la piel de este personaje, Rafa Castejón no desaprovecha la oportunidad que le brindan y hace un formidable trabajo, expresando muy bien toda la melancolía y la desesperanza de un ser que se debate moralmente sin posible solución. Está fantástico, por ejemplo, diciendo las famosas y enrevesadas quintillas de «Sin mí, sin vos y sin Dios», recitadas, por cierto, en una hermosísima escena de arriesgado y novedoso diseño: se inicia con Federico hablando sentado mientras Casandra le escucha de pie. Sin embargo, el hecho de retrasar hasta la declaración

de amor de Federico la posible atracción que podría sentir también Casandra hacia él hace que el personaje femenino quede un tanto arrinconado en la primera mitad, e impide, en cierto modo, que un actrizón como Beatriz Argüello pueda lucirse hasta mediado el segundo acto, ya que hasta ese momento no tiene ocasión de manejarse en los diálogos, especialmente con Aurora y con el propio Federico, con la fina ambigüedad de una persona que podría estar queriendo en verdad ser conquistada por su hijastro.

En cuanto al duque de Ferrara, árbitro o juez de todo el conflicto, no podría estar mejor interpretado por un soberbio Joaquín Notario, al que le va el papel como anillo al dedo. Junto a él, destacan como secundarios Nuria Gallardo y Lola Baldrich.

LO MEJOR

El uso del espejo para proyectar la traición que la mente del duque ha empezado a imaginar

LO PEOR

Al juego de ralentizar el movimiento en algunas escenas le falta cierta gracia coreográfica