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Exposición

El día que Bill Viola se midió con Miguel Ángel

La Royal Academy de Londres acoge un imponente duelo artístico entre ambos creadores, una de las apuestas más arriesgadas de la temporada, con videoinstalaciones del americano y dibujos y una escultura del genio italiano. Todo un desafío.

El «Tríptico de Nantes» (1995) es una de las obras más impresionantes de Viola. Se exhibe confrontada con la escultura «Tondo Taddei» (dcha.). Cinco siglos las separan
El «Tríptico de Nantes» (1995) es una de las obras más impresionantes de Viola. Se exhibe confrontada con la escultura «Tondo Taddei» (dcha.). Cinco siglos las separanlarazon

La Royal Academy de Londres acoge un imponente duelo artístico entre ambos creadores, una de las apuestas más arriesgadas de la temporada, con videoinstalaciones del americano y dibujos y una escultura del genio italiano. Todo un desafío.

Michelangelo fue uno de los mejores artistas de la Historia. Sus extraordinarias habilidades no se circunscriben al mármol o la pintura, de ahí que sea un honor para mí exponer a su lado, que 12 de mis trabajos de vídeo y 14 de sus dibujos estén reunidos en la Royal Academy, además del ''Tondo Taddei''». Bill Viola (Nueva York, 1951) se refería así a la exposición que hoy se presenta y el próximo día 26 se abrirá al público, la gran apuesta de la Royal Academy de Londres para esta temporada. Cuenta Martin Clayton, responsable de la colección de grabados y dibujos de la Royal Academy y comisario junto con Andrea Tarsia (y la esposa de Viola, Kira Perov), que «en 2006 Viola visitó la sala de imprenta del castillo de Windsor para ver la colección de dibujos de Miguel Ángel, cuyas reproducciones conocía desde joven. Este encuentro marcó el punto de partida de la exposición que ahora presentamos y que surgió de una conversación que mantuve con él. En vez de establecer simples comparaciones entre los artistas o insinuar que Miguel Ángel haya influido enormemente en la obra de Viola, la exposición se dedicará a analizar los puntos en común entre ambos», explica y añade al preguntarle por esas similitudes que «al exhibir juntas determinadas obras se podrán explorar los puntos en común en el tratamiento de las cuestiones fundamentales, como son la condición de existir, el carácter transitorio de la vida y la búsqueda de un significado que trascienda más allá de la mortalidad».

La primera vez que el artista de Nueva York tomó contacto con el universo del Renacimiento italiano se remonta a la década de los 70 del siglo pasado. Fueron sus años de formación. Cuando estuvo como artista residente en el J. Paul Getty Museum de Los Ángeles en 1998 volvió los ojos de nuevo a ese periodo y se preguntó por las similitudes entre aquellos artistas y su arte. Giotto y Masolino están entre sus preferidos. Leonardo ocupa también un lugar preeminente: «Cuando estamos rodeados de arte y literatura de tanta riqueza es difícil no sustraerse a ellos y que no te sirvan de inspiración», aseguraba a este diario tiempo atrás.

La muerte, la existencia, el paso del tiempo han sido tratados en la obra de Viola a lo largo de los años. Agua y fuego, luz y sonido se entrecruzan ahora con la exquisitez del trazo miguelangelesco, al tiempo poderoso y robusto. Poder ver frente a frente las obras del italiano con las monumentales piezas del americano, de tamaño arquitectónico no deja de ser impresionante y mueve a la reflexión. La pregunta está ahí: ¿Se ha convertido Bill Viola en un clásico? Clayton toma la palabra: «Eso depende de lo que quiera decir con clásico. Claramente, su posición como uno de los artistas más destacados de finales del siglo XX actualmente es innegable, y en ese sentido es un ''clásico contemporáneo''. Pero si se refiere a los temas que aborda, entonces sí, siempre ha sido un artista clásico, trabajando con temas que han sido constantes en todo el arte desde los albores de la historia de la humanidad», responde.

De la vida a la muerte

Y es que la exposición está diseñada como un recorrido envolvente por los ciclos vitales a través de los que explorar el carácter transitorio y tumultuoso de la existencia y la posibilidad de la reencarnación. Comienza y finaliza con la yuxtaposición de dos obras que reflexionan sobre una paradoja clave: la presencia de la muerte en la vida, uno de los temas recurrentes en el trabajo de Viola. Clayton se moja al pedirle que se detenga en una sala, en una obra: «Para mí, los aspectos más destacados son en la segunda galería, el gran ''Tríptico de Nantes'', de Viola, frente a la escultura de mármol de la Virgen y el Niño con el Bautista infante (el «Taddei Tondo», de Miguel Ángel). Ambos trabajos tratan las cuestiones fundamentales de la mortalidad, de diferentes maneras, y poder maestros confrontar estos problemas básicos de la existencia humana con quinientos años de diferencia resulta profundamente conmovedor. La sala más espectacular es ''Five Angels for the Millennium'', que me introdujo por primera vez en el trabajo de Viola en 2001: una instalación enorme y envolvente de cinco vídeos separados. Y para mí, la yuxtaposición más satisfactoria es la entrega de Viola con dos de los dibujos de Miguel Ángel referentes a la Crucifixión, que ha sido mi concepción central de la exposición desde el principio: tratamientos en vídeo y en tiza negra de la descomposición y disolución del cuerpo en el lugar. En el momento de la muerte el alma pasa a una existencia diferente».

Nada hace pensar que cinco siglos medien entre las piezas de ambos gigantes, una apuesta arriesgada para la institución y en cuya selección de obras participó el propio artista de Nueva York: «Todo partió de una conversación que mantuvimos Viola, su esposa y colaboradora, Kira Perov (y co comisaria) y yo desde aquella primera toma de contacto en 2006 y que ahora se ha hecho realidad y ha cristalizado en esta muestra». ¿Cómo dialogan las imponentes estructuras de Viola con los dibujos del renacentista, existe un poso espiritual que las abraza? «Las imágenes religiosas de la Virgen y el Niño, la crucifixión y la resurrección son reflexiones sobre la presencia de la muerte y la eternidad. En otras obras las referencias a la mitología clásica son metáforas de la condición humana. Al igual que la obra de Viola, estos dibujos son fundamentalmente una exploración del cuerpo como receptáculo del alma», comenta Clayton.

Al lado de Viola la presencia casi invisible de Kira Perov, su amiga, compañera, esposa, su cincuenta por ciento ahora que el artista no atraviesa un buen momento de salud. Se conocieron en 1977, cuando él no era quien es hoy, en los primeros momento de su carrera. Pronto las abultadas facturas telefónicas entre ambos hicieron que ella se desplazara a Estados Unidos. Con ella Viola ha recorrido medio mundo y su colaboración se ha ido estrechando. Juntos deliberan, piensan, alumbran y en esta exposición londinense se ha convertido en clave, en una piedra angular, conocedora mejor que nadie del pensamiento del creador. Según unas declaraciones que recoge «The Artnewspaper» su papel es el de «un ángel guardián» que asegura que «las ideas de Bill se ejecuten tal y como él las concibe».

El regalo de Dei Cavalieri

La exposición está diseñada, como se cuenta en el catálogo, como un circuito que envuelve al visitante a través de los ciclos vitales y que ahonda en el carácter transitorio de la existencia y la posibilidad de la reencarnación. Así, comienza con la yuxtaposición de dos obras que reflexionan sobre una paradoja, la presencia de la muerte en la vida. Son la citada «La Virgen con el niño Jesús y San Juan Bautista niño», pieza esculpida entre 1504 y 1505, aproximadamente confrontada a «El mensajero», fechada en 1996 y «que se sirve de metáfora del agua para representar el eterno ciclo de nacimiento, vida y muerte», motivo que de nuevo vuelve a repetirse en el enfrentamiento de «La lamentación», de hacia 1540 y el «Tríptico de Nantes» (1992), que consta de tres pantallas que representan a una mujer en el momento de dar a luz, seguido de una figura suspendida en una penumbra y la madre del propio artista en su lecho de muerte. «La conciencia de nuestra propia mortalidad es lo que define nuestra condición de seres humanos», ha declarado Viola.

Uno de los reclamos de la exhibición será poder admirar los llamados «Dibujos de presentación» de Miguel Ángel, fechados en la década de 1530 y pertenecientes a la Colección Real inglesa. El artista obsequió con estos a uno de sus más avezados y destacados discípulos, Tommaso dei Cavalieri, un joven noble romano del que podría haber estado enamorado el maestro. Éste le dedicó innumerables sonetos que pondrían de manifiesto la atracción amorosa hacia su pupilo. Entre los dibujos que se muestran están «El castigo de Ticio», de 1532, una alegoría de las formas opuestas de amor en filosofía neoplátónica, así como otros los trabajos de Hércules o la caída de Faetón. Como contraste «Hombre buscando la inmortalidad/ Mujer buscando la eternidad», de 2013, dos imágenes a tamaño natural de cuerpos que ascienden o descienden hasta desaparecer por completo, evocando el último viaje de la carne.

La llamada de Zurbarán

Bill Viola ha visitado el Museo del Prado. Goya, El Greco, Velázquez, Ribera, Brueghel..., los gustos de un clásico frente a otro que lo puede ser, que lo es, de hecho. «Todo los artistas son contemporáneos. Yo formo parte de una larga tradición artística que se esfuerza en representar la esencia de la vida y para ello utiliza los medios que me ofrece el tiempo», respondía cuando le interpelamos meses atrás sobre esta cuestión. En esta nómina larga no olvida el americano a Zurbarán. Dice que una obra, «La aparición de sanPedro Apóstol a san Pedro Nolasco» le cambió la manera de ver y concebir sus obras. Aquella experiencia casi le abrumó. Se dejó llevar por los sentidos y disfrutó. Sus ojos y hasta el último centímetro de su piel se abandonaron al español.