El falso enfrentamiento entre Unamuno y Millán Astray
El «Venceréis pero no convenceréis» de Unamuno es historia. Pero, ¿cuánto hubo de real en su discusión con Millán Astray? Amenábar lo cuenta en «Mientras dure la guerra», que estrena en septiembre.
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El «Venceréis pero no convenceréis» de Unamuno es historia. Pero, ¿cuánto hubo de real en su discusión con Millán Astray? Amenábar lo cuenta en «Mientras dure la guerra», que estrena en septiembre.
Alejandro Amenábar ha llevado a los cines uno de los episodios más controvertidos de la Guerra Civil: el famoso cruce de reproches entre el filósofo y escritor Miguel de Unamuno y el general Millán Astray, delante de Carmen Polo de Franco, esposa del dictador, José María Pemán y otros muchos cargos. El encuentro está plagado de leyendas y medias verdades producto de la propaganda de guerra y de la historiografía distraída.
No hay prueba documental exacta del hecho. Solo quedan 40 palabras que el profesor escribió en un sobre, pero no se sabe si las pronunció así, o si improvisó según terminaron el resto de intervinientes. Eso sí; el choque entre dichas personalidades, Unamuno y Millán-Astray, es magnífico para el cine dado que se trató del supuesto enfrentamiento entre uno de los intelectuales más relevantes del siglo XX, con uno de los militares más importantes de la España posterior al 98. Ambos tienen una imagen cinematográfica perfecta: uno con la figura tradicional del docente universitario, y el otro de fiero guerrero mutilado.
El episodio salmantino encierra una de las contradicciones de Unamuno, muy alejada de la moraleja presentista o de la simple crítica al bando franquista. Pero solo fue una más de las muchas que el filósofo tuvo en su vida. Unamuno pasó dos veces por el catolicismo como resultado de varias crisis personales, pero lo abandonó. Fue socialista a machamartillo en su juventud, de pluma hiriente y contundente, y fue considerado antipatriota por sostener en el periódico «La lucha de clases» que España era una mentira para engañar al pueblo. Ese «progresismo» suyo no evitó que se llevara bien con Sabino Arana –qué película saldría también de aquí– y que simpatizara con el carlismo, al que consideraba una vuelta a las esencias naturales, igualitarias y de autogobierno. También se contradijo en su idea de España: pasó de ver al pueblo español como atrasado por alejarse de Europa a considerar que la «salvación» estaba en conservar la intrahistoria española, no en imitar a los europeos. Abandonado el socialismo, Unamuno defendió la democracia liberal desde el primer día de la dictadura de Primo de Rivera, a diferencia del PSOE que se bajó de la estructura corporativa en el último suspiro. El comportamiento de Unamuno le valió ser elegido diputado por la coalición republicano-socialista en 1931, justo la misma que se apropió de la República y que se acabó convirtiendo en el Frente Popular en 1936 que denunció el filósofo bilbaíno. Unamuno vio la evolución del régimen republicano con mucho pesimismo, al igual que muchos otros intelectuales del momento. En febrero de 1936 escribió en el diario Ahora: «¡Hay que tomar partido!», gritan los locos de todos los partidos, y uno presiente haber de tener que tomar el partido de partirse del campo de batalla que se está haciendo su pobre patria expuesta a la demencia furiosa».
Así que pasen 83 años, los que separan ambas imágenes.
La contradicción más conocida de Unamuno es la que da pie a la película de Alejandro Amenábar: el hombre que aplaudió el golpe del 18 de julio, y que después lo criticó. El choque entre Millán Astray y Unamuno se produjo en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936, durante la Fiesta de la Raza. El filósofo era su rector porque lo había nombrado Franco, al que visitó para pedirle piedad para los vencidos. La versión famosa es que Unamuno, enfadado, espetó en un acto lleno de falangistas y militares aquello de «Venceréis, pero no convenceréis», a lo que Millán Astray, general fundador de la Legión y de Radio Nacional, respondió «¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!». Estas palabras son leyenda, y quizá por eso son más conocidas que la realidad.
La historiografía última ha reconocido que esas palabras fueron reconstruidas literariamente en 1941 por Luis Portillo Pérez, un político de Izquierda Republicana exiliado en Londres. Hugh Thomas las incluyó en su obra «La guerra civil española», repetidas por Ricardo de la Cierva, publicadas en «Ruedo Ibérico», y de ahí pasaron al relato conocido. El matrimonio Rabaté, biógrafos de Unamuno, y cuyo trabajo ha servido al guionista de Amenábar, que también lo fue de la película «1898: Los últimos de Filipinas» (2016), asegura que aquellas no fueron las palabras exactas, pero que la leyenda sirve porque refleja el espíritu del enfrentamiento, dicen, «entre una memoria republicana y otra franquista».
Un choque más
El historiador salmantino Severiano Delgado, sin embargo, en un trabajo reciente quita hierro al choque: fue uno más entre los muchos que se produjeron en aquellos días de tensión y ajuste de cuentas, y no de los peores. Para empezar, el paraninfo de la Universidad de Salamanca no estaba presidido por un retrato del general Franco, ni los asistentes gritaron «Una, Grande y Libre», ni «Franco, Franco, Franco». El desencadenante del enfrentamiento dialéctico fue una mención elogiosa a José Rizal, independentista filipino contra el que luchó Millán-Astray con diecisiete años, no otra frase. Cuando el militar protestó, sin que haya registro fidedigno de sus palabras, Unamuno dijo algo así: «Tened en cuenta que vencer no es convencer, ni conquistar es convertir».
La discusión le costó a Miguel de Unamuno el puesto de Rector de la Universidad de Salamanca. Había sido nombrado por la Junta de Defensa Nacional, el grupo militar golpista contra la República del Frente Popular. Unamuno firmó como rector un comunicado de la Universidad de Salamanca, con fecha del 22 de septiembre de 1936, diciendo que debían expresar una opinión política porque se estaba produciendo un «choque tremendo» en el «suelo español al defenderse nuestra civilización cristiana de Occidente, constructora de Europa, de un ideario oriental aniquilador», el comunismo. Un mes más tarde, el 22 de octubre, diez días después del incidente, el general Franco, como Jefe del Gobierno del Estado, destituyó por decreto al filósofo. No era la primera vez: también había sido destituido por el gobierno republicano de José Giral, en decreto firmado por Manuel Azaña el 22 de agosto, tras su apoyo al golpe del 18 de julio. El bilbaíno quedó recluido en su domicilio salmantino, desesperado y abandonado por todos, donde murió en diciembre.
El general Millán-Astray siguió su labor propagandística y no entró en campaña. Difícilmente puede ser visto, y menos de forma comparativa con lo que se perpetró a un lado y otro, como el símbolo de la barbarie que ha construido la interpretación «republicana». La imagen de aquel militar no acompaña para deshacer el mito: cojo, manco y tuerto –quizá un poco mejor que Blas de Lezo– como resultado de cien batallas en defensa de España en Filipinas y África. En el archipiélago asiático aprendió el código del Bushido, un credo de honor para soldados que lo utilizó para crear La Legión. No combatió en la Guerra Civil del 36, sino que se dedicó a la propaganda, para lo que fundó Radio Nacional en Salamanca. En realidad, tras la alusión de Unamuno a Rizal, el general defendió la actuación del hombre de armas. Hubo mucho revuelo, apenas se escuchaban sus palabras, y de su entorno, de personas que estaban a su alrededor, salieron los gritos de «¡Muera la inteligencia!» (o los intelectuales traidores) y «¡Viva la muerte!». Esta es la versión que entonces publicó Emilio Salcedo, un periodista de provincias.
Una guerra que estalla en pantalla
Alejandro Amenábar estrenará el próximo 27 de septiembre «Mientras dure la guerra», su nuevo trabajo que arranca en los primeros años de la Guerra Civil y los últimos de Miguel de Unamuno. La cinta, que competirá en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián por la Concha de Oro, está interpretada por Karra Elejalde, que da vida al pensador, Eduard Fernández como el militar Millán Astray y el actor Santi Prego, que se mete en la piel del general Francisco Franco.
Amenábar ha declarado que «aunque la polémica es inevitable, he querido hacer una película inclusiva, que actuara un poco casi como catarsis para los espectadores. No es una película de revancha (...), sino que pretende que un espectador de izquierdas y un espectador de derechas puedan identificarse con lo que estamos contando porque en definitiva para mí es una película sobre España». Sin embargo, la Plataforma Millán-Astray ha arremetido duramente contra el director tras el visionado del trailer varios meses atrás asegurando que se trata de «una auténtica farsa». La película ha recibido una subvención del Ministerio de Cultura de 1,4 millones de euros.