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El Lusitania, la punta de lanza de Felipe V

Tras la Guerra de Sucesión española, Felipe V se lanzó a la reconquista de los territorios perdidos en la Paz de Utrecht
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Tras la Guerra de Sucesión española, Felipe V se lanzó a la reconquista de los territorios perdidos en la Paz de Utrecht
El 15 de octubre de 1718, poco antes del alba, las tropas imperiales y saboyanas que defendían la plaza fuerte de Milazzo, en la costa noreste de Sicilia, cayeron por sorpresa sobre las líneas de los sitiadores españoles. El futuro marqués de La Mina, coronel de los Dragones de Lusitania, recordaría: «Ya con claridad, que aunque no era luz dejaba de ser sombras, vimos mover la línea de la plaza en concentrada formación al compás de instrumentos bélicos y sonoros y en número de 19 batallones, alemanes y piamonteses, y mil dragones». Se trataba, en realidad, de once batallones de infantería y siete escuadrones de dragones al mando del general «der kavallerie» conde Caraffa, la mayoría de ellos austriacos con sus características casacas de color gris perla, y no pocos veteranos de las campañas del príncipe Eugenio de Saboya. La primera batalla terrestre del intento de Felipe V por recuperar las antiguas posesiones de la corona española en Italia, al que se opusieron sus nuevos propietarios –austriacos y saboyanos– con el inestimable apoyo británico, empezó desfavorablemente para los españoles. Según el futuro marqués de La Mina: «Los recibimos, inferiores, desunidos, sin formación, sin generales, sin conocimiento del terreno, que era oscuro, poblado de árboles no desnudos aún de su follaje en aquella estación, cercadas de vallados muchas viñas que no se podían penetrar por la caballería y aún a la infantería incomodaban». El avance de los imperiales fue arrollador. Sin embargo, cometieron el error de entregarse al saqueo del campamento hispano. Entonces se produjo un vigoroso contraataque en el que la caballería y los dragones españoles decidieron la acción. Entre las unidades que más se distinguieron en Milazzo se encontraban los Dragones de Lusitania. Esta unidad había sido reclutada en 1710 por Jaime de Guzmán-Dávalos y Spínola, conde de Pezuela (1690-1767), un joven de veinte años que se convertiría en 1720 en marqués de La Mina y que fue coronel del regimiento durante 24. Tras servir en los frentes de Portugal y Cataluña durante la Guerra de Sucesión, Pezuela, ya con 27 años, embarcó con su regimiento en la armada que trasladó lo más granado del Ejército español a Sicilia. En Milazzo, las espadas del Lusitania quebraron el ímpetu austriaco y ganaron el más alto honor. El marqués de San Felipe, cronista sardo de origen valenciano que escribió sobre aquellas guerras, cuenta que «dieron tres gruesas descargas los alemanes, que hicieron gran daño en esta caballería, más arrojada con la vertida sangre de muchos oficiales, y entre ellos el duque de Atri, que quedó herido en el brazo, al fin, por todas partes ceñidos, los que se habían creído vencedores se empezaron a desordenar de género que huyeron hacia la plaza, tan descompuestos que con el alfanje y la bayoneta les hacían huir sin resistencia, matando los españoles, que los siguieron hasta las puertas de la ciudad». El coronel del Lusitania escribió que «fueron muchos los muertos, porque a espalda vuelta recibían los golpes, indefensos, más los ahogados, que buscando el mar por refugio contra la espada perecían en las ondas, y no pocos los prisioneros». Dos soldados del Lusitania, Juan Gil de Valverde, del condado de Niebla, y Tomás Vita, de la ciudad sarda de Alguer, tomaron sendas banderas al Regimiento de infantería imperial de Toldo. En Milazzo, los dragones actuaron como caballería y combatieron espada en mano, mientras que, en la otra gran batalla del conflicto, la de Francavilla, lucharon desmontados y con fusiles, prueba de su versatilidad. El futuro marqués dejó clara su predilección por el choque en su obra sobre la contienda, «Guerra de Cerdeña y Sicilia en los años de 1717, 1718, 1719 y 1720»: «Los dragones no se han de valer del fuego sino en las retiradas o pie a tierra o cuando los enemigos se han alejado, que los alcanza una bala y no una cuchillada. El sable es el arma de que más han de usar, sus golpes no tienen número, ni fin, jamás faltan para cargar, para recibir, para ofender y para defenderse». En agradecimiento por la actuación del Lusitania, Felipe V concedió al regimiento los privilegios de usar una escarapela de color amarillo en las grupas de sus caballos y de añadir a su estandarte la imagen de su patrón, San Miguel, y la leyenda Lusitania «Tessera omni armatura fortium» («El estandarte del Lusitania es más fuerte que todas las armaduras»).
Para saber más...
«Felipe V contra Europa»
Desperta Ferro Historia Moderna nº 39
68 pp.
7€

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