El manual para «atornillar» bien el español
La lengua la hacen los hablantes, que son los que van creando los matices, las acepciones, los significados. Las personas corrientes son las que van enriqueciendo el idioma con el ingenio, la ocurrencia, los préstamos que encuentran en el día a día o las coyunturas que brinda la historia a su paso. La Real Academia Española presentó ayer «El buen uso del español» (Espasa), un volumen destinado a mantener la cohesión del castellano y enmendar los errores, frecuentes o no, que cometemos al usarlo. Lo hizo, además, en el salón de actos de su sede, delante de un montón de estudiantes procedentes de diferentes colegios que, ayer, disfrutaron de un turno de preguntas para aclarar parte de sus dudas. «El peor daño que se hace a la lengua es la mínima importancia que se le da en el escuela. El mal uso proviene de que no ha habido una correcta enseñanza –apuntó Salvador Gutiérrez, miembro de la RAE–. El muchacho que a los 13 años no lea con fluidez y que no sabe escribir cosas elementales con soltura, que tiene problemas para comprender con rapidez media página de textos, es complicado que las adquiera ya y suspenderá en el futuro en diversas materias escolares». Después aseguró: «Cuando se dice que un chico tiene memoria significa que se queda con palabras según lee. El problema de la juventud de hoy es que sus destrezas lingüísticas están bajo mínimos. Leer y escribir mal quiere decir, en realidad, que no se sabe leer y que no se ha practicado».
La publicación de esta obra persigue un objetivo preciso: evitar que se abran fisuras innecesarias porque, como recordó Salvador Gutiérrez, cuanto «más unida esté una lengua más competitiva es en los foros internacionales». La intención es corregir los errores más comunes, aquellos en los que es sencillo tropezar, y facilitar una herramienta adecuada, de rápida consulta, que oriente a los hablantes de una manera eficiente.
El volumen, que sobrepasa las 500 páginas, está organizado de una manera temática y explica distintos asuntos, desde la acentuación, hasta el correcto uso de las letras mayúsculas, el plural de las palabras, las preposiciones... «Está hecho desde la óptica del panhispanismo», explicó Salvador Gutiérrez, porque, como él mismo insistió, en este momento «todos debemos tener en cuenta que los hablantes de la Península suman sólo cuarenta millones y pico mientras que los de América son casi 500. El centro de densidad del español no está en España, sino en estos países, que tienen una forma de comunicarse tan bella como cualquier otra nación. Ahora mismo no existe una norma culta o monolítica en el español y que esté en el centro de Castilla».
Salvador Gutiérrez, que durante la presentación estuvo acompañado por el director de la RAE, José Manuel Blecua, recalcó la importancia que han tenido las academias americanas en el desarrollo y publicación de este manual, que «aporta una orientación didáctica» y que está pegado «a la norma». Después insistió en un aspecto: «Un idioma es un organismo vivo, que está integrado de giros, palabras y expresiones nuevas que pueden acabar siendo norma; palabras que gozan de todo el honor van a morir y otras, en cambio, se adoptan». Recalcó que resulta inútil, y casi infructuoso, oponerse al uso. Recordó una anécdota: cuando todavía se recomendaba decir «mensa» en vez de «mesa», porque esta palabra estaba considerada vulgar. «Al final triunfó la lengua romance».
Salvador Gutiérrez reflexionó sobre el impacto que tienen las nuevas tecnologías en nuestra lengua. «Es cierto que cuando alguien escribe con poco tiempo, por ejemplo, un correo electrónico, puede descuidar el corsé de la norma. Es entendible, pero no disculpable. Tenemos que repetir que las personas deben emplear la norma de nuestra lengua en internet» o en los e-mail. «Otra cosa es que exista un mal dominio de la lengua y se les eche la culpa a estas nuevas tecnologías, porque los niños no han aprendido bien la lengua».
«Solo», la arroba y «los/las»
Durante su intervención, Salvador Gutiérrez apuntó alguna recomendación, como la utilización de la arroba: «La grafía no es la de una letra del castellano. De hecho, no es una letra. Es un símbolo y no es correcto usarlo» y, también, dijo que es inadecuado emplear «los/las» para incluir masculino y femenino. Cuando se le preguntó por algunos escritores, que pertenecen a la Real Academia Española pero aún acentúan «solo» y los demostrativos, Gutiérrez aclaró que, en este punto, la Academia no prohíbe, sólo recomienda. «En este momento no existe una lista de las mayores dificultades –afirmó a continuación–. Los defectos que existen en la puntuación se deben a la madurez del pensamiento y las tildes a una escritura descuidada», comentó con preocupación.
Ante una sala llena de alumnos, José Manuel Blecua, Salvador Gutiérrez y los novelistas Luis Mateo Díez, Soledad Puértolas y José María Merino contestaron a cuestiones como el trabajo que desempeñan los escritores en la RAE. «Los escritores tenemos la sensación de ser algo así como francotiradores de la lengua. Desde una perspectiva personal muy creativa con la lengua, los escritores aportan una sensibilidad particular. Esto se refleja en las comisiones de trabajo: sacando algo más de punta de lo debido a algunas palabras o expresiones», reconoció Luis Mateo Díez. Por su lado, Puértolas admitió que «los escritores no somos expertos en la lengua al lado de los grandes estudiosos. No he dedicado mi vida al estudio de ésta pero me he dedicado a buscar la expresión adecuada y eso da una íntima seguridad de que lo que dices está muy pensado: es tu verdad». En este debate también participó José María Merino: «Los escritores son los primeros que han unido un adjetivo con un sustantivo. Esto, que nos parece natural, no lo es. Se debe a la hermosa alucinación creativa de un escritor». Salvador Gutiérrez se refirió al extraordinario interés que despierta la lengua y los libros que publica la RAE, que se «convierten siempre en "best-seller"», como reconoció Ana Rosa Semprún, que representaba a la editorial en este acto. «Se comprende la importancia de la lengua cuando se llega a las puertas de un trabajo y se entiende lo fundamental que es la ortografía y la puntuación. En ese momento se sabe que quien suspende no es el maestro, es la sociedad. Entonces es cuando se dan cuenta los padres de lo sustancial que es aprender bien la lengua».