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«El sueño de la vida»: Lo que hubiera podido ser

«El sueño de la vida» / Foto: Sergio Parra
«El sueño de la vida» / Foto: Sergio Parralarazon

Autor: Federico García Lorca y Alberto Conejero. Director: Lluis Pasqual. Intérpretes: Dafnis Balduz, Ester Bellver, María Isasi, Raúl Jiménez, Daniel Jumillas... Teatro Español, Madrid. Hasta el 24 de febrero.

Alberto Conejero asume con valentía el complicado reto de dar una continuación a la «Comedia sin título» que García Lorca dejó inacabada. Imbuido del espíritu creativo del célebre escritor en su faceta más vanguardista, Conejero se ha colocado humildemente al servicio de la voz poética de Lorca –expresada en términos parecidos en «El público» y en «Así que pasen cinco años»–, impregnándose sensorialmente de ella para dar, ante todo, una óptima armonía –y esto afecta a posibles virtudes y defectos– a un material sumamente escurridizo por su fuerte carga simbólica y surrealista. Sin duda, no es exiguo el mérito atribuible al dramaturgo y, por supuesto, al director Lluis Pasqual –que es ya casi más lorquiano que Lorca– por hacer que el espectador de hoy pueda seguir, mínimamente orientado, las cuitas de un personaje, el del Autor, que se rebela contra el propio teatro por el adornado y falsario reflejo que proyecta de la vida y por la impotencia del arte escénico para fundirse en una realidad que no sea representada, sino material y objetiva. «Tú no me dirías nunca la verdad», le recrimina este Autor al personaje de la Actriz, y esta le responde: «Ni nadie; pero te cantaría la mentira más hermosa». Aunque este precioso diálogo da buen ejemplo de la agudeza reflexiva y poética de Lorca, lo cierto es que el espectador jamás llega a penetrar gozoso en el desarrollo de esa idea ni de ninguna otra, porque, como ocurre en todo su «teatro imposible», el autor se muestra excesivamente deudor de su afán experimental y de su propia lidia con algunos demonios internos que, en verdad, solo dejaría entrever muy sutilmente ante el público. Ahora que tanto se habla de que el teatro de ayer ha de interpelar al espectador de hoy, deberíamos reconocer que no todas las obras tienen esa capacidad, ni siquiera algunas firmadas por Lorca.

LO MEJOR

La cohesión dramatúrgica que presenta el conjunto de García Lorca y Conejero

LO PEOR

La dificultad de este «teatro imposible» del poeta para conectar con el público de hoy