Elvira Navarro: «Hemos interiorizado la precariedad y el derrotismo»
Después de su éxito «La trabajadora», la autora publica «La isla de los conejos», donde se mide con el género del cuento
La autora publica «La isla de los conejos», donde se mide con el género del cuento
Elvira Navarro ha abordado el cuento porque un autor también son sus desafíos literarios, la aventura por internarse por terrenos ignotos, sin explorar o azotados por fuertes galernas y tempestades. Le ha salido así «La isla de los conejos» (Mondadori), un conjunto de relatos en los que convive lo real, lo ficticio y lo extraño.
–¿Los cuentos habitan los huecos vacíos de la literatura?
–Toda la literatura habita los huecos vacíos. Y cambiaría la palabra «vacío» por los huecos que están en sombra y que pueden parecer vacíos en la medida en que los reprimimos y los negamos. Pero es justo en esa parte donde surgen los conflictos y también donde incide buena parte de la literatura.
–Ha usado las palabras «reprimimos» y «negamos».
–Muchos conflictos del hombre son externos. Por ejemplo, un libro puede ir sobre un despido. Eso es un conflicto externo. Pero a veces abordan los conflictos de uno, que son las partes no resueltas y que en buena medida no se han resuelto porque son las partes que nos negamos afrontar de nosotros mismos y que requieren un aprendizaje. Lo más costoso es aprender es lo que más nos cuesta. Pero en lugar de hacer un proceso de aprendizaje, nos negamos admitir que ahí existe un aprendizaje.
–También trata lo que hay de extraño en la vida normal.
–Los relatos recurren al extrañamiento. El extrañamiento acontece en un contexto de normalidad y hace que la anormalidad resalte más. Es su función en aquí. También lo llevo a la trama, como en el relato donde se produce una especie de conversión a algo monstruo. Eso produce un extrañamiento sobre la identidad de un personaje.
–¿Estamos preparados para lo irracional?
–No. Cualquier proceso que se salga de lo corriente nos perturba porque vivimos en la normalidad. Pero incluso cuando vivimos en situaciones de anormales, tendemos a construir un relato de normalidad sobre esa situación anormal. La anormalidad nos pilla desarmados.
–¿Qué dice eso del hombre?
–Que no somos superhéroes. Siempre estamos creando una ficción a la que llamamos realidad y a la que nos gustaría movernos porque allí controlamos las cosas. Necesitamos la ficción de que tenemos un control sobre las cosas.
–Pero eso no es verdad
–No es verdad que tengamos el control; sí que creemos que lo tenemos, que si hacemos determinadas cosas vamos a tener seguridad. Pero no es cierto.
–Sus personajes están desubicados.
–Estos relatos beben de viajes que he hecho o situaciones que he vivido. Yo estuve durante seis meses en París y me perdí allí. De ahí salió un relato. Yo estaba descontextualizada. El relato de «La isla de los conejos» nace de lo que me contó una persona: que habían soltado unos conejos en una isleta del Guadalquivir. Era tan extravagante... La mayor parte de las veces es la realidad la que me da pie a imaginarme historias.
–¿Y cuál es la función de la imaginación?
–Al escribir, conseguir que lo inverosímil parezca verosímil.
–Usa lo animal para definir al hombre.
–Es la primera vez que uso tantos animales en algo que escribo. Es porque los animales nos despiertan sentimientos muy humanos. Suscitan ternura. Tienes familiaridad con ellos, pero al mismo tiempo mantienes una distancia porque no puedes penetrar en su pensamiento, solo proyectarte en ellos. Es una paradoja fértil desde el punto de vista literario.
–¿Con qué cuento nos engañan hoy en día?
– (Risas). Con muchos. Cada ideología tiene sus propios cuentos y cada persona los suyos, y todo relato nuestro no deja de ser un cuento, porque es una reconstrucción interesada. Uno que me llama la atención. Nos hemos tragado que la culpa de que no haya trabajo en España es porque viene gente de otros países. Eso sí que es un cuento chino. También existe una sensación de que no hay dinero, pero sí que lo hay, lo que sucede es que lo tienen unos pocos. Otro es que seguimos creyendo que existe una soberanía nacional, pero en materia económica eso ya da igual, porque aunque se intentara hacer algo en contra del neoliberalismo, no se podría, aunque nos venden que sí se puede.
–¿Volvemos a una crisis?
–Es que no hemos salido de la crisis. De hecho, en las empresas grandes, los salarios llevan diez años congelados. Yo que soy autónoma, tengo las mismas dificultades que antes de escribir «La trabajadora». Lo peor es que hemos interiorizado la precariedad y el derrotismo. Cada vez nos acostumbramos a vivir peor, a que el piso que está disponible para nosotros sea una covacha. Y nos aguantamos con eso cuando hace veinte años era impensable que viviéramos en los pisos horribles de ahora. Hoy nos hemos habituado a que la ciudad esté sucia y a que los salarios sean bajos.