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Emmerich: Siria llega a Hollywood

larazon

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Si no fuera por el hecho de que una super producción de estas características tarda meses en realizarse cabría pensar que Roland Emmerich firma con su nueva película un intento de influir en la política internacional de Estados Unidos. En un momento en el que el presidente Obama recaba apoyos en la comunidad internacional para intervenir militarmente en Siria por el supuesto uso del Gobierno de ese país de armas químicas para aplacar a los rebeldes (y que se habría saldado con la muerte de miles de civiles), «Asalto al poder» arranca con el anuncio de que el presidente retirará las tropas estadounidenses de Oriente Medio, una decisión que se convertirá en el detonante de toda la trama. La cercanía entre realidad y ficción se acentúa con el reparto: Jamie Foxx encarna al presidente y, por si quedaba alguna duda, reconoció abiertamente en Madrid que «he intentado acercarme al Obama del "Yes We Can"».

Tópicos americanos

En todo caso, no nos engañemos: ni Emmerich se ha convertido en ese tipo de director que aspira a cambiar la realidad a través de su obra, ni resulta verosímil que, amante de la acción y elevadas dosis de violencia en sus películas, se haya vuelto un pacifista. «La situación actual es realmente compleja; lo que ocurre en Siria es una desgracia», aseguró el director, en la previsible línea políticamente correcta propia de los grandes estudios. Al insistir sobre si su nuevo filme se puede interpretar como un alegato en contra de la intervención estadounidense en Siria (o, por extensión, en otras regiones de Oriente Medio, siempre en el punto de mira de la política internacional norteamericana), Emmerich deja claro, aunque sea entre líneas, que de mensaje velado a la Casa Blanca nada. «Obama es un hombre de paz que, antes de plantearse acciones más contundentes, ha intentado reducir y reencaminar la actitud del Gobierno sirio. Además, del otro lado, tenemos a dictadores. Como he dicho, es muy complicado», insiste el director.
Si bien nadie podía presagiar la coincidencia de la película con la actualidad informativa, que el presidente se parezca a Obama es de todo menos casual. «Deseábamos esta semejanza», dice Emmerich, que, aunque es un director algo parco en palabras, existen algunas que no tiene inconveniente en repetir: «El hecho de que sea un hombre de paz nos servía para crear un contraste mayor con el personaje de Channing Tatum, mucho más "militarizado"». Es este personaje el que encarna otro de los prototípicos de la acción americana: el hombre que, en su intento de encarrilar su vida (normalmente con un hijo como motor de esta ansia de superación) acaba, por circunstancias fortuitas, convertido en un héroe. Los que no resultan tan prototípicos son los enemigos del presidente. En esta ocasión, son un grupo de estadounidenses los que se rebelan contra su presidente. «Éste fue uno de los aspectos que me pareció más interesante cuando me pasaron el guión. Además, se mantienen sus motivaciones para atacar la Casa Blanca durante toda la película», explica el director, que hizo gala de patriotismo en una interpretación singular de la historia de Estados Unidos: «No creo que se trate de un país que pueda ser invadido por nadie. Creo que la principal división es interna; que la gente pueda querer independizarse es un problema», añade el director sobre la Guerra de Secesión, ocurrida entre 1861 y 1865, más de un siglo antes de que los terroristas islámicos atacaran las Torres Gemelas de Manhattan.

Destruir la Casa Blanca

A donde sí regresa Emmerich es a la Casa Blanca, y, una vez más, es el encargado de rodar su destrucción. Lo hizo en «Independence Day» y «2012», y, según asegura, no tenía pensado volver a hacerlo. «Al leer el guión ya pensé que no iba a volver a hacerlo. Pronto me di cuenta de que tenía que atacarla; no había otra salida. En mi defensa diré que, en este caso, no la destruimos totalmente», explicó, entre risas, el director. No en vano, el título original en inglés es «White House Down», es decir, «La Casa Blanca derribada». Un símbolo nacional atacado, la política antibelicista, los «malos» estadounidenses o, simplemente, el estreno hace escasos meses de «Objetivo: la Casa Blanca» pueden haber sido los motivos de que los primeros datos de taquilla en Estados Unidos no hayan sido tan abultados como se esperaba, sobre todo, al tratarse de una producción que ronda los 150 millones de dólares de presupuesto. Emmerich no escatimó ni en la magnificencia de los efectos especiales, ni en el «casting»: «No me gusta hacer audiciones. De hecho, Tatum y Foxx fueron los primeros con los que hablé para ambos personajes. Tuvimos mucha química», cuenta el realizador, que se reunió con el que se convertiría en presidente en la ficción en un restaurante de Nueva Orleáns. «La comida ayuda mucho», bromeó Foxx, encantado con la idea de encarnar al presidente: «Intenté acercarme un poquito a él», asegura. Por su parte, Tatum pudo comprobar si el instinto paternal iba con él, al ser el padre de una niña clave en el devenir de los acontecimientos. «Me enamoré de Joey King. Es fantástica. Además, al final del rodaje me enteré de que mi esposa estaba embarazada, algo que desarrolló mi instinto protector hacia ella. Richard Jenkins, Maggie Gyllenhaal y James Woods completan el reparto de «Asalto al poder», para bien o para mal, una película cien por cien Roland Emmerich.