Emociones encauzadas
Mendelssohn: «Elijah». Voces: Leyre García, María Espada, Anna Alás, José Bros, José Antonio López. Coro y Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director: Víctor Pablo Pérez. Auditorio Nacional. 26-VI-2018.
No cabe duda de que «Elijah» es un gran fresco variopinto y colorista que narra las luchas entre Israel y Judea, por lo que es heredera en este aspecto de los magnos oratorios haendelianos extraídos del Antiguo Testamento. Los grandes coros, el recio y sólido contrapunto, la prodigiosa orquestación son méritos incuestionables que ayudan a sostener una narración muy potente. La versión de Víctor Pablo Pérez nos pareció, en relación con la que hace unos meses ofrecieron los conjuntos Nacionales a las órdenes de Masaaki Suzuki, mejor arquitecturada y dotada de un aire de mayor dramatismo y grandeza, aunque menos esbelta de líneas. Fueron numerosos los momentos felices. Así el delicado dúo de soprano y mezzo con coro «Herr, höre unser Gebet» (nº 2); el coro «Wohl dem» (nº 9), donde afloró un cálido lirismo; el coro «Der Herr ging vorüber» (nº 34), inteligentemente contrastado; el mismo coro final, «Alsdam wir euer», nº 42, conjuntado y de soberana plenitud, con un «Amén» exultante y brioso. Hubo otros instantes algo menos logrados, como el coro «Aber der Herr» (nº 5), en el que la agitación se solapó con una cierta confusión de planos; o el coro de cierre de la primera parte, «Dank sei dir Gott» (nº 20), de relativa claridad. Pero hubo siempre impulso, adecuada expresión y subrayados muy pertinentes, apoyados en una buena prestación de la orquesta y de un coro por lo general bien empastado y afinado, que la mano rectora supo ordenar y regular en casi todo momento. Muy solvente el cuarteto vocal. Sobresalió el barítono José Antonio López, que dejó oír su voz bien provista de rico metal, de resonancias un tanto germanas. Matiza y apiana, y, en instantes de franco dramatismo, pierde un poco de esmalte en su intento de reforzar la emisión. Apretado en la zona alta. Expresó con rotundidad los recitativos y cantó estupendamente la famosa aria «Es ist genug!», donde brilló el chelo «obbligato» de Dragos Balan (cedido por la Sinfónica de Madrid). María Espada interiorizó su canto, al que aplicó usualmente dulzura y calidez, ayudada por su bello timbre de soprano lírico-ligera con cuerpo; aunque en ciertas ocasiones abusó de sonidos fijos y ataques bruscos. Su último recitativo, «Darum Ward gesendet» (nº 40), fue perfecto. La mezzo Anna Alás mostró un agradable timbre de lírica y un canto maleable y variado. Se comportó el tenor José Bros, aunque lo encontramos un poco fuera de sitio. Los Pequeños Cantores dieron de nuevo prueba de su musicalidad y afinación. A ellos pertenece la tiple Leyre García, que perfumó con su cristalino timbre la intervención del niño que anuncia la lluvia.