En la comuna de Buckingham
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Lo primero es lo primero: God save the Queen. Queda dicho, pues. Partamos de la base de que la idea, el proyecto, tiene miga y de que el estudio de arquitectura muniqués Opposite Office ha hecho gala, si no de la flema de los británicos, a quienes va dirigido el dardo, sí de una ironía fina y de un franco sentido del humor. Todos somos conscientes de los problemas habitacionales que las grandes urbes padecen en estos tiempos de realidad virtual a los que Londres no es ajeno. Faltan viviendas y las que hay son demasiado caras, mantiene quienes desean por todos los medios acceder a una e independizarse de la casa paterna. Frente a esta preocupante cuestión, el citado estudio ha planteado una propuesta que tiene al señorial palacio de Buckingham en el punto de mira. Proponen sobre el papel dar una nueva utilidad a las 775 habitaciones que posee así como levantar una segunda planta sobre el edificio que pueda dar cabida alrededor de a 50.000 londinenses, con lo que convertirían el regio lugar en una suerte de comuna o gran albergue donde poder disfrutar de zonas comunes y quién sabe si poder alternar con Isabel II, Her Royal Majesty, lo que, dicen de paso, aliviaría los momentos de soledad de la soberana, que si no parecen soberanos dada su agenda, sí podrían disminuir sensiblemente, con los hijos y nietos ya emancipados y el marido un tanto achacoso. ¿Quién dice que no podría alternar a las 17 o'clock con un té de por medio con delicioso sandwiches y pastelillos que se toman de un bocado? Opposite Office ha enviado una carta con la explicación detallada de su idea –que, dicho sea de paso, ha soliviantado a una parte de los flemáticos ingleses, que incluso piensan que se trata de «una conspiración», «una propuesta tan imbécil como irrisoria y delirante», por un lado, mientras que ha sido acogida de buen grado por la otra parte que la tilda de «fantástica», «interesante» y «digna de llevar a la práctica»– en la que desmenuza metro a metro la nueva disposición palaciega, con apartamentos con una única habitación que puede ser doble o sencilla según las necesidades, sala de estar muy acogedora con una par de sofás, una mesita baja y buena iluminación con una lámpara de pie. Eso sí, los espacios se sucederían uno detrás de otro para evitar las zonas de pasillo y perder metros de vivienda. Los comedores serían comunes, que donde comen 50 caben 50.000. Algo harán con los 79 baños del palacio, que podrían ser de uso común, aunque se antojan así de primeras un pelín escasos. Las reformas incluirán nuevos tramos de escaleras con forma helicoidal, ocho en total, y ascensores para evitar las aglomeraciones, aunque imaginamos que en las horas punta hará palidecer al metro tokiota. Si desea intimidad la tendrá con un sistema de puertas deslizantes y correderas que cierran cada espacio y le otorgan privacidad. Si quiere disfrutar del aire libre no tiene más que acceder a los jardines que rodean la propiedad para sentirse en total libertad y disfrutar de un partido de críquet o de un real paseo en bicicleta. Y siempre con la posibilidad, aunque sea remota, de toparse con la madre de Carlos de Inglaterra al tomar el ascensor. La caña ya la ha echado este estudio alemán. Solo falta el OK de la reina.