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Ese vaso de cerveza egipcia

Era la bebida nacional de los faraones y ya se elaboraba con pasión. Este importante hallazgo significa la primera prueba de la presencia egipcia hace 5.000 años donde hoy se levanta Tel Aviv. Diego Barkan, arqueólogo jefe de la excavación, explica a LA RAZÓN los detalles de este espumoso descubrimiento
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Este importante hallazgo significa la primera prueba de la presencia egipcia hace 5.000 años donde hoy se levanta Tel Aviv. Diego Barkan, arqueólogo jefe de la excavación, explica a LA RAZÓN los detalles de este espumoso descubrimiento
Los antiguos egipcios sabían divertirse y menos que en la moderna ciudad israelí de Tel Aviv. Esta es una de las conclusiones a las que con una sonrisa, llega Diego Barkan, arqueólogo jefe del Distrito de Tel Aviv en la Autoridad de Antigüedades de Israel, al hablar con detalle sobre su más fresco, reciente y espumoso hallazgo en el lugar: vasijas típicas de Egipto de hace aproximadamente 5.000 años, que servían para tomar y preparar cerveza, y hasta restos de cebada utilizada para elaborarla. A decir verdad, aclara Barkan, «para los egipcios, la cerveza era una bebida nacional, que tomaban todos, a cualquier edad y de cualquier clase social, y no sólo por diversión sino más que nada, como buena fuente de nutrición». En otros sitios, fueron hallados inclusive jeroglíficos en los que estaba claramente escrito: «Quien no llena su boca de cerveza, no ha llenado su boca», cuenta a LA RAZÓN. Efectivamente se trataba de un alimento básico en su dieta diaria que elaboraban de manera artesanal siguiendo un concienzudo proceso. No pensemos que el líquido elemento era tal como hoy lo conocemos. Para nada. Su espesura era significativa y no creamos que la «tiraban» como hoy estamos acostumbrados a ver. Su presencia se puede ver incluso en tumbas, pues tenía demás otro uso a modo de ofrenda a los muertos, para que les saciara la sed del último viaje. Tanto es así que el oficio de cervecero era de los más respetables. Incluso daba derecho a poder disfrutar de un entierro superior al de la mayoría de los egipcios.
Lo sorprendente de este hallazgo no es la conexión entre los utensilios típicos egipcios y los restos de cebada sino que estos daten de un período tan antiguo, por lo menos cinco milenios, y que hayan sido encontrados tan al norte como la calle Hamasger en la propia ciudad actual de Tel Aviv. Hasta ahora se sabía que los egipcios, a la busca y captura de la materia prima que faltaba en su tierra natal, no dudaron en emprender la marcha y viajar fuera de sus fronteras, llegando al Sinaí y al norte del desierto del Neguev, en lo que es hoy Israel. Pero nadie sabía que habían llegado hasta el territorio de lo que es hoy Tel Aviv, en la planicie costera del país. Otro elemento a destacar, según explica Barkan, es que en esta excavación se nencontrado restos de una población tan grande. Y todo esto, cinco mil años atrás, cavando simplemente a dos metros de profundidad.
Todo comenzó cuando la empresa Rubenstein se disponía a construir dos edificios en la zona de la mencionada calle Hamasger, junto al conocido «puente de Maariv», en la parte sur de Tel Aviv. Dado que por trabajos anteriores y por lo escrito en distintas fuentes, se sabía que podría haber allí restos arqueológicos, una de las condiciones que debían cumplirse para autorizar la obra, era la realización de «obras de salvamento». Así lo explica el experto: «Esto se hace para no arruinar restos arqueológicos, cuando sabemos que la obra está planeada en una zona en la que probablemente haya vestigios que no queremos perder», explicó. En todo Israel hay unos 30.000 sitios declarados «arqueológicos» y entre 50 y 60 de ellos están en Tel Aviv.
La Edad del Bronce
Los altos edificios modernos y el tráfico interminable de la ciudad –conocida por los israelíes como «la ciudad que nunca descansa»– no confunden a los expertos: «Aunque la Tel Aviv moderna fue fundada en 1909, hace no mucho más de un centenario, ya sabíamos que en la zona había restos de la Edad de Bronce , hace miles de años», cuenta Barkan. Es más: hace unos años, fueron hallados restos de casas del Neolítico, del año 8.000 a.C., en la zona de Ramat Aviv, al norte de la ciudad. Y un poco más al sur, en lo que es hoy la ciudad de Holon, fueron hallados en 1970 restos de animales del Paleolítico, de hace 200 mil años. Barkan abordó pues la nueva excavación estimando que «algo íbamos a encontrar. Pero no me imaginé que podíamos llegar a esto, tan antiguo,y menos que nos topáramos con tal cantidad de vasijas egipcias mezcladas con las numerosas jarras y platos canaaneos locales».
Tras extraer la capa de tierra negra superior, llegando a dos metros de profundidad, los arqueólogos encontraron 17 pozos con grandes cantidades de restos de vasijas, las más antiguas de ellas del 3500 a.C. El 95 por ciento de las numerosas vasijas halladas, eran del tipo local, de la tierra de Canaan de aquel entonces. Pero junto a ellas estaban las claramente identificables como egipcias –que ya eran conocidas de otras zonas en la tierra de Israel, a las que se sabía que los egipcios habían llegado–, que Barkan explica que sin duda pertenecían a quienes venidos desde el sur, de la tierra del Nilo , se asentaron junto a la población del lugar y se mezclaron en su seno.
Es prematuro asegurar que el lugar encontrado servía como centro de producción de cerveza. Por ahora, lo toman simplemente como muestra de consumo de la que era una bebida habitual en la dieta. Pero en uno de los pozos había restos botánicos que serán trasladados a los laboratorios de la Autoridad de Antigüedades. Si se comprueba que el cultivo era de cebada, quizá la conclusión sea otra.
El «camello danzarín»
Por ahora, de todos modos, Barkan ya tiene suficientes elementos para asegurar que «aunque los alemanes, belgas e ingleses, crean que son los pueblos de la cerveza, está claro que los antiguos egipcios se les adelantaron hace miles de años». Y es que la bebida que hoy disfrutamos posee un riquísimo «background» digno de tener en cuenta e incluso se ha llegado a hablar de que la elaboración primitiva con grano y agua es incluso anterior a la fabricación del pan. Podría ser. En la época de los faraones, los egipcios elaboraban la cerveza tomando como base una mezcla de cebada y agua hervida. Posteriormente, dejaban el brebaje resultante al sol hasta que fermentaba. El proceso concluía cuando al líquido se le añadían varios concentrados de fruta con el objeto de darle sabor y se filtraba el producto resultante en envases, con lo que quedaba dispuesta para su consumo. Eso sí, que nadie piense en una estilizada botella de cuello largo. Nada más alejado de aquella realidad.
Al preguntar al arqueólogo jefe de Tel Aviv si hay algún otro elemento de color que crea oportuno compartir con este diario sobre su trabajo en el lugar, piensa durante unos segundos y responde: «Recuerdo ahora que durante los trabajos llegó al lugar a visitarnos un joven israelí llegado tiempo atrás de Estados Unidos, que tiene a una cuadra del sitio de la excavación, una fábrica de cerveza». Su nombre es la mar de sugestivo: «The Dancing Camel», o sea «El camello danzarín o bailarín». No está claro en qué medio llegaron los antiguos egipcios hace 5.000 años a lo que es hoy Tel Aviv, pero con o sin camellos, claro está que la historia deja un sabor de cierto hilo de continuidad en el tiempo. «Lo que está claro», resume Barkan con cierta ironía, «es que se ve que tampoco los antiguos egipcios descansaban mucho, como Tel Aviv».

Que no falte la cebada

La dieta base de los egipcios estaba compuesta por cereales, sobre todo, además de pan, frutas, verduras, carne de ave y pescados. Y, sobre todo la cerveza, que consideraban indispensable, elaborada con cebada y degustada como alimento base y no únicamente como bebida. Era bastante más densa que la actual. Los pasos para su elaboración eran moler el grano, amasar la pasta, brasear, filtrar y prepara para su degustación.

Eduard Manet, en jarra y botella

No sólo la admiró, sino que también la inmortalizó en al menos media docena de lienzos. En «La bar aux Floies-Bergère» (1882) retrata a una joven rubia tras una barra. A la izquierda del lienzo vemos un grupo de botellines de la marca inglesa Bass. A Emile Bellot, grabador y litógrafo, lo retrataría en 1873 asido a un vaso de zumo de cebada. En «Au cafe» (1878) la actriz Ellen Andree y el grabador Henri Guerard, amigos de Manet, fueron sus modelos ocasionales. El líquido elemento volvía a estar presente, lo mismo que en «Cafe Concert», del mismo año, y «Le serveuse», una nueva oda a la «rubia» universal.

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