España, la Antártida e Iberoamérica, en el contexto histórico de las relaciones entre Europa y China
Nos remontamos ahora a la antigua Grecia, dónde ya presuponían que la tierra era redonda y que debía tener un peso el Ártico y el contrapeso o Antártico
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La desaparición de Constantinopla en 1453 a manos de los turcos otomanos supuso también el desvanecimiento de la milenaria Ruta de la Seda. Así, en el siglo XV las potencias se lanzan a buscar alternativas para unir Europa con China y la especiería. Portugal rebasa el cabo de Buena Esperanza en el sur de África en 1488 y España se lanza a atravesar la mar Océana con Cristóbal Colón en 1492. Empero para llegar a China habría que atravesar las nuevas tierras descubiertas por los españoles y aquí comienza nuestra historia de la Antártida.
Nos remontamos ahora a la antigua Grecia, dónde ya presuponían que la tierra era redonda y que debía tener un peso, el Ártico (nombre que deriva de osa, por la estrella) y el contrapeso o Antártico. Para atravesar América, los españoles encuentran enseguida, en 1520, y en el primer intento, el paso por el sur, el estrecho de Magallanes. Tras este éxito los ingleses ambicionarán lo propio por el noroeste, buscando el mítico paso de Anián. No lo conseguirían nunca, incluso ofreciendo un suculento premio en el siglo XIX. La victoria por encontrar el actual Pasaje del Noroeste (NWP) fue del mismo que ganó la batalla a los americanos por llegar al Polo Norte y a los ingleses por hacer lo propio en el Polo Sur, el noruego Amundsen. Traducidas al ruso por Dimitry Gerasimov las informaciones de Maximiliano Transilvano sobre la expedición Magallanes Elcano, la entonces Moscovia también pensara en llegar a China por mar, por el noreste. Fundamento histórico de la actual NSR. En cualquier caso, todo siglo después que la gesta española del paso de Magallanes.
España controlará el estrecho hasta las independencias del siglo XIX, aunque éste perdiera importancia estratégica como paso. La ruta del Galeón de la Manila o Nao de la China era más segura y estable y confirmaba el dominio español del océano Pacífico. Otro gran olvidado en nuestra historia, pese a que fuera considerado como diría Spate, el lago español. Borrosos permanecen nombres como Ortiz de Retes que encuentra Nueva Guinea, Mendaña y Castro que hace lo propio en Tuvalú las islas Salomón y las Marquesas, Fernández de Quirós que bautiza Australia del Espíritu Santo, en homenaje a la casa reinante o Legazpi que funda Manila. Al tiempo se nombra a la primera mujer almirante de la historia, Isabel Barreto. Una presencia valiente pero lejana, que queda nebulosa por el paso de los siglos y la poderosa maquinaria historiográfica anglosajona contemporánea.
Por las casualidades y la salvaguarda del estrecho de Magallanes de piratas y corsarios, el palentino Gabriel de Castilla descubrirá la Antártida en 1603. Y fruto del control del estrecho de Magallanes, los españoles avistarán y llegarán al continente helado en
alguna ocasión más. El famoso cazador de focas norteamericano Edmun Fanning, confesaría que el capitán José Bustamante de la expedición Malaspina ya conocía a finales del siglo XVIII que había tierras al sur del Cabo de Hornos. También tenemos el incidente del San Telmo, bien estudiado por Martin Bueno y por Martin Cancela; empero que los anglosajones remolonean por reconocer. Y por tanto, es plausible que todavía aflore algún descubrimiento de archivo sobre avistamientos españoles de montañas, hielos y nieves en la Antártida durante los siglos XVI y XVII. Todo ello mucho antes de las fechas señaladas por los anglosajones para su descubrimiento de la Antártida en 1820. Estos retazos en la historia antártica son de vital importancia para Chile y Argentina que, como herederas del Imperio Español, podrían reivindicar un papel más activo si cabe en sus demandas sobre la actual Antártida.
A finales del siglo XIX se celebra el primer año polar internacional que confirma el interés cientifico por las regiones extremas. España había perdido sus territorios en ultramar y tras el desastre de 1898 estaba para pocos menesteres polares. Así, el interés por la Antártida llegaría de manera discreta y por casualidad durante la segunda mitad del siglo XX, por invitaciones expresas de otros países a investigadores españoles. En 1982 España firma el Protocolo Antártico al tiempo que se funda la Asociación de España en la Antártida. Organizan la primera expedición al continente helado en la que participará Fernando Rodríguez Jiménez, luego subdirector del famoso programa para televisión de Félix Rodríguez de la Fuente.
Aquí comienza la verdadera carrera española por regresar a la Antártida casi cinco siglos después de haber sido descubierta por un palentino. Vendrán colaboraciones con otros países como Argentina, preparación de buques y la construcción del Hespérides (que debería haber sido más largo, pero le afectaron los recortes de presupuesto del momento). Se inauguran dos bases, una enfocada a la investigación y la otra militar. La primera será la Juan Carlos I que estará dirigida por la prestigiosa cientifica Josefina Castellví y la segunda que recibirá el nombre de nuestro protagonista, Gabriel de Castilla.
El continente helado se rige hoy por el Sistema del Tratado Antártico que permite a los signatarios entre otras cosas, instalar base para hacer investigación. La última parte de este protocolo, la encargada de la protección del medioambiente se firmó en Madrid en 1991 bajo la presidencia del Embajador Carlos Blasco Villa (fallecido por la Covid y a quien queremos dedicar estas líneas).
Defender el papel histórico de España en la Antártida es buscar un punto de encuentro más con Iberoamérica y con China, y respaldar las legítimas reivindicaciones de Chile y Argentina al respecto. La siguiente fase, reivindicar topónimos. Las regiones polares cobran importancia geoestratégica en el Mundo Actual.
Nota: * Este articulo es una síntesis de una investigación presentada en un congreso académico.