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literatura

Este es el verdadero autor del 'Lazarillo de Tormes'

Un catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos tiene pruebas irrefutables

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El Lazarillo de Tormes es uno de los grandes libros de la literatura española, su primera edición  aparece en el año 1554. Narra la vida de Lázaro González Pérez, un joven que responde al nombre de Lazarillo y que nació en torno al río Tormes, cerca de Salamanca. Se trata de una de las obras más importantes de la historia literaria española pues supuso el comienzo de la novela picaresca.

Su autoría siempre se ha dicho que se trata de un personaje anónimo, pero en los últimos siglos giraba entorno a tres nombres propios: Diego Hurtado de Mendoza, Luis Vives y Juan de Valdés, este último va a tener un protagonismo claro según las evidencias.

José María Martínez Domingo catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, tras varios años impartiendo a sus alumnos sobre este prestigioso escrito, decidió analizar su procedencia y tras mucho tiempo de estudio y contrastando teorías junto con Manuel J. Asencio y Mariano Calvo puede confirmar que Juan de Valdés es el verdadero autor de esta obra tan enigmática.

Juan de Valdés fue uno de los principales humanistas de la España del Renacimiento, autor del "Dialogo de la Lengua", una descripción del castellano del siglo XVI y escritor de obras de contenido religioso.

Después de un análisis lingüístico al lenguaje de Juan de Valdés, los razonamientos esgrimidos es que concuerda con los diminutivos de la obra, sobre todo aquellos terminados en '-ico', que son recurrentes en sus obras. Otra prueba gira entorno al lugar donde transcurre la acción, la localidad de Escalona. Lugar donde Juan de Valdés se trasladó cerca de 1523 sirviendo de criado al Marqués de Villena.

Pero, una de las pruebas principales de esta teoría se fundamenta en una de las obras principales de Valdés: "El Diálogo de la Lengua".  El autor toma de la traducción de la "Consolación de la Filosofía de Boecio" tres grupos de palabras y referencias que plasma en el Lazarillo. En primer lugar los relacionados con el "caso", en segundo los relacionados con "los buenos" y por último los vocablos que adopta para el título, referente a las "fortunas y adversidades", expresión que Valdés copia casi literalmente de Boecio.

En un artículo de José María Martínez, se llega a la conclusión de que el único de los candidatos que coincide, en cuanto a sintaxis se refiere, al Lazarillo es la de Juan de Valdés. En sus estructuras abundan las oraciones subordinadas y la falta de concordancia gramatical. Esto, explica Martínez, se da por la recurrencia del autor a escribir tal como habla.

Por último, Martínez hace referencia al sustrato dialectal, es decir, al uso de determinadas palabras, frases y expresiones de Valdés. Otros expertos lo denominan toledanismo lingüístico en al novela. Este sustrato dialectal se puede ver en los diminutivos antes mencionados o en la cercanía de La Mancha y Cuenca (tierra de Valdés) con las regiones de la obra. Acaba concluyendo que "si la existencia de ese dialecto acaba siendo documentada, no quedaría ninguna incógnita por resolver".

Por otro lado, Rosa Navarro Durán catedrática de Literatura Española de la Universidad de Barcelona, afirma que al autor de esta obra es nada menos que el hermano de Juan de Valdés, Alfonso de Valdés

Según explicó Navarro en varias entrevistas,  "Me di cuenta de que el último párrafo del prólogo no formaba parte del prólogo, sino que hablaba ya Lázaro, es decir, era el principio de la obra. Entonces empecé a hacerme preguntas, empecé a tirar del hilo y me di cuenta de cosas evidentes; la primera, que todos los amos de Lázaro, menos el Escudero, pertenecían a la Iglesia, lo que me dio la respuesta sobre por qué nos había llegado incompleta y anónima: fue una obra prohibida siempre, estamos en la época de la Inquisición y se trata de una crítica clara a la Iglesia".

La experta ya había analizado y editado varios tomos de los Diálogos de Alfonso de Valdés, por lo que con el tiempo empezó a ver las similitudes entre el Lazarillo y una de sus obras, los "Diálogos de las cosas acaecidas en Roma". Una de estas similitudes se daba en torno al hecho de que los personajes no tengan nombres, porque en realidad en las sátiras no se ataca a una persona en concreto, sino a un miembro de un grupo que los representa, como es el caso de los clérigos.