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Estopa, veinte años después: hoy estarían prohibidos

Los hermanos David (izquierda) y José Muñoz con la guitarrra a cuestas y muchas ganas de volver a encontrarse con el público
Los hermanos David (izquierda) y José Muñoz con la guitarrra a cuestas y muchas ganas de volver a encontrarse con el públicolarazon

Antes de poner punto y final al siglo XX, en 1999, aún se vivían tiempos de libertad incuestionable. Creímos que con el nuevo milenio, la tecnología y un individualismo casi obsceno nos llevarían a paraísos inexplorados donde se podría mugir como una vaca sin que nadie te ordeñara. Resulta que no. Estopa lanzó su primer disco aquel año. Eran chavales de barrio, de Cornellá, que entre porro y porro descubrieron que Los Chichos y Los Chunguitos no habían muerto, resucitados para los de su generación, que de otro modo no los hubieran catado. En otra época, las canciones marginales de los rumberos hasta se pinchaban en «Aplauso». «Soy un perro callejero...», y esas estrofas de asfalto. El flamenco y el rock se unieron en una sobredosis de genialidad y muchos ataúdes con jóvenes de pantalones de campana. Los que no tenemos edad de viejóvenes «influencers» conocimos a unos pocos. Mucha tralla en las calles. Caballo. Heroína. Esa basura. Estopa vuelve el mes que viene con un nuevo disco, «Fuego». Pero aquel primer gran éxito, «Por la raja de tu falda», hoy sería cuestionado por el totalitarismo cultural ante el que no hay que cruzarse de brazos. Se empieza por rajar a C. Tangana o SFDK, expulsados de un festival por no recibir «información de género», y acabamos todos en un campo de reeducación o en una sauna de la Cienciología. Por aquella raja y aquel vídeo en el que una chica lucía unas piernas de las llamadas de infarto, los Estopa también estarían condenados a recibir clases de ñoñez. La reprobación, el vituperio al que se somete hoy a los artistas solo es comparable a la caza de brujas macartista, solo que entonces se buscaban a comunistas ocultos y hoy a mentes que no se amoldan a lo que los totalitarios creen que no es políticamente correcto. Y han pasado solo veinte años. Hemos dejado que nos hundan en ese lodo junto a ídolos fulgurantes. Intentan de nuevo matar a los dioses. Algo hemos hecho mal. Urge armar una resistencia. «La raja de tu falda» por la que se dieron «un piñazo con un Seat panda» no es ningún himno a la cosificación de la mujer. No es la de los toros y la minifalda de Manolo Escobar que, de vivir, igual pensaría como Plácido Domingo: «Reconozco que las reglas y los valores por los que hoy nos medimos son muy distintos de como eran en el pasado». Pobre Manolo. Y pobre Plácido. Estopa fue en su momento más que humo de marihuana flotando en una pista de coches choque. Gamberros de extraradio con cierta cultura musical aprendida en la calle. Nada hay más amargo que convertir la alegría de bailar en un tormento ideológico.