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Fernández-Armesto: «Sin el apoyo de España, EEUU no habría podido mantener su guerra de independencia»

Felipe Fernández-Armesto. Historiador
larazon

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Cuando los ingleses llegaron al otro lado del Atlántico ya hacía un siglo que esas tierras habían escuchado español, sin embargo, lo que ha trascendido, y así lo ha plasmado la historia anglosajona, es que fueron los británicos los que comenzaron a dar a EE UU la identidad que tiene hoy. Pero sin desmerecer la labor de estos, el papel hispano en este proceso tiene más peso del que se ha querido mostrar. En esta línea ha trabajado Felipe Fernández-Armesto en «Nuestra América» (Galaxia Gutenberg), un libro en el que aboga por defender el espíritu español de la sociedad estadounidense gracias al papel de misioneros y colonos que pusieron más que un simple grano de arena. Y fue el hecho que marcó un antes y un después en esa nación: su independencia. El historiador cuenta cómo «ni los norteamericanos ni sus aliados franceses hubieran podido mantener la guerra sin el apoyo económico de la Corona española, sin contar el valor de las fuerzas que los españoles dedicaron a la lucha –más hombres que el ejército del Congreso de las colonias rebeldes–. Y no se limitaron a operaciones en sus fronteras, sino que realizaron campañas hasta en Illinois». De esta forma, se vuelve a reclamar la importancia del eje sur-norte –en referencia al camino emprendido por los colonos, que fueron subiendo desde México y Florida–, el cual terminó encontrándose con el avance este-oeste de los británicos. Pero dentro de esta laguna, una de las cosas que ha llamado la atención de Fernández-Armesto ha sido que este vacío no es algo único de la gente de a pie, sino que «hasta los estadounidenses más cultos desconocían que los hispanos forman una parte entrañable de la historia del país». Así le ocurrió durante un ciclo de conferencias en la Academia del Ejército de Aire estadounidense: «El joven lugarteniente que me acompañaba por el campus me dijo que los inmigrantes debían aprender el idioma nativo. “Pues sí”, contesté. “Que todos aprendan español.” Me miró atónito. “¿Y cómo se llama este estado?” le pregunté aprovechando que estábamos en Colorado. No había que discutir más». Y es que la firma hispana en el EE UU actual es innegociable. A los ejemplos más evidentes como el nombre de muchas de las ciudades y los símbolos de éstas, en los que el rojo y gualda están presentes, Fernández-Armesto añade otros síntomas de la hispanidad norteamericana: «La economía de grandes zonas, donde se practican las industrias agropecuarias introducidas por españoles; la supervivencia del español, que es idioma oficial en Nuevo México y el segundo idioma del país entero –más de 50 millones de hablantes–; la presencia de unas colonias vascoparlantes y catalanoparlantes que se mantienen hoy; vestigios de los modelos imperiales...». Y un sinfín de ejemplos que tienen su curiosidad en cómo hasta los superhéroes enmascarados gozan de raíz latina en «una tradición que remonta al Zorro, una versión de un héroe histórico de la resistencia de los californianos hispanos a la conquista angloamericana».