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Fernando Savater: «Hoy el amor no duele, carece de aristas, está anestesiado»

«Me parece básico que los padres lean a los hijos para que éstos se aficionen»
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El pensador, que reedita su ensayo de 1979 «Criaturas del aire» (Taurus), denuncia «la idea de que se puede obtener una recompensa en el amor sin sufrir ni padecer» y defiende el valor de la lectura, la imaginación y la fantasía en una sociedad cada vez más tecnológica que, dice, se parece a la distopía de «Un mundo feliz» donde «se cumplen tantos deseos».
En la vida, uno va llenándose de idolatrías y falsos mitos, y acaba por olvidar lo esencial. Fernando Savater es el filósofo serio que jamás ha renunciado al muchacho que aún le habita por dentro, el lector todavía ilusionado que revisita en silencio, y con complacencia, los héroes y las épicas que raptaron su imaginación por primera vez. Emprendió la senda de la filosofía convirtiéndose en un lector voraz. Y, después de una carrera entregada al pensamiento y la enseñanza universitaria, todavía le gusta volver a las historias que formaron su imaginación, ese baluerte del intelecto tantas veces infravalorado, como prueba la reedición de «Criaturas del aire» (Taurus).
–¿Qué supone recuperar este título?
–Cada autor tiene sus debilidades. Este libro es uno de mis textos favoritos, uno de los que rescataría, aunque un autor siempre queda disconforme con el resultado porque es muy difícil alcanzar lo que uno se había propuesto hacer.
–Siempre reivindicó a los autores que ahora se han incluido en esa categoría denominada «literatura juvenil». ¿Lo considera justo?
–Me gusta mucho esa literatura, a la que me refería en «Infancia recuperada», que no es narración de asuntos tediosos, sino que cuenta aventuras. Lo fantástico es lo que me ha gustado siempre. Estas lecturas han sido decisivas en mi formación. Jamás me habría aficionado a leer si hubiera empezado por «En busca del tiempo perdido». A mí lo que me ha enganchado es la dimensión fantástica, imaginativa, opuesta a la cotidianeidad. Ahora también valoro la literatura realista o experimental, pero durante mucho tiempo fue la otra la que formó mi mente, la que ha hecho lo que soy, esa visión un poco romántica del mundo. Fueron esos libros los que me han contribuido a formar, antes de la experiencia de la vida y los estudios de filosofía.
–Estas historias estaban impregnadas de imaginación. ¿Cómo de importante es dicha cualidad en el desarrollo intelectual?
–La imaginación es fundamental no sólo en estas obras o en las de temas fantásticos, sino en las novelas. Todos los libros necesitan imaginación, desde «Madame Bovary» hasta «El señor de los anillos». La imaginación es imprescindible para el artista, para el científico, para el formador político y para un líder.
–Ahora los «best seller» se parecen más entre sí. ¿Hay una crisis de esa imaginación?
–Si triunfas, siempre te piden que escribas otro libro semejante, otro «Señor de los anillos». Con el éxito de la adaptación cinematográfica de este libro se extendió un mundo de dragones, elfos, enanos... Así pasa con todo, con las novelas nórdicas, por ejemplo. Después del exito de «Millenium» esas historias detectivescas son sórdidas. Hay razones comerciales. Siempre ha pasado. Hoy en día, la imaginación tiene una dificultad: los avances tecnológicos casi superan la imaginación. Ahora miramos las primeras películas de James Bond con esos cachibaches... James Bond nunca llevó en esos filmes nada comparable a lo que llevamos usted y yo en el iPhone, que es una herramienta más inteligente, notable y compleja que todas las que llevaba él. Hoy nos parecen prehistóricos esos inventos que antes nos parecían revolucionarios. El problema de la imaginación es que la tecnología cada vez va más rápida. El autor imaginativo va adelantándose a las cosas, pero esta vez a la ciencia, que va empujando a la imaginación cada vez más lejos.
–¿La sociedad se parece más a «1984» o a «Un mundo feliz»?
–Sin duda, a «Un mundo feliz». A pesar de que nos parece más patético una sociedad bajo la vigilancia del Gran Hermano, lo cierto es que estamos más cerca de «Un mundo feliz», donde todo está previsto, no existen roces, tampoco enfentamientos y el amor no duele, carece de aristas, y todo es muy cómodo.
–Pero si un amor no duele...
–...No es amor. Este es un tema característico de la literatura occidental. Sabemos que los amores son dolorosos, pasar un rato divertido con una señora es algo complaciente, pero no amor. El amor es algo que desasosiega, que incomoda. Ahora existe la idea que se puede obtener una recompensa en el amor sin sufrir ni padecer. Hoy prevalece más una imagen anestesiada. Este mundo en que se cumplen tantos deseos es lo más parecido a una distopía.
–Durante muchas generaciones, los españoles leyeron a los clásicos en el colegio. Ahora creen que no es imprescindible. ¿Usted qué opina?
–A un niño de ocho años no le puedes dar «El Quijote». Hay que tener en cuenta que los clásicos, como la cultura, es una tradición intelectual. Las personas debemos ser conscientes del paso del tiempo, de la acumulación de la obras de arte, de la imaginación. Uno no tiene cultura si no conoce los grandes mitos. La cultura está en buena medida en obras literarias, que hay que conocer, como la «Divina comedia», que hay que saber de qué trata, reconocer las imágenes del infierno, el purgatorio y el cielo, porque forman parte de la cultura. Pero también hay que ser consciente de que estas obras no se las puedes exigir leer a todo el mundo.
–Muchos chicos han sustituido la lectura por los videojuegos.
–No he querido entrar en los videojuegos porque, le diré, me parecen fascinantes. Si tuviera diez o doce años sería un apasionado de ellos. He sido un gran aficionado a la literatura, pero también hay que apuntar que entonces no habia grandes cosas aparte de los libros. Al cine iba por mi cumpleaños. La literatura ha sido una pasión y una fuente de vida para mí, pero no tenía rivales. Hoy compite con el cine, internet, los videojuegos. Es muy complicado porque están muchas veces inspirados en libros como «El señor de los anillos» o en Lovecraft. Hoy la imaginación no se centra sólo en la literatura.
–Hay un 40% de la población que no lee libros. ¿Qué supone esto?
–Me temo que las consecuencias las conocerás tú más que yo. Me han llamado de misionero de la lectura, pero soy la persona menos indicada para ello. Me gusta tanto leer que me considero incapaz de difundirla. Para mí es como intentar responder a por qué comer jamón de jabugo. Pues pruébelo y verá por qué. No entiendo la renuncia a la literatura, a la imaginación... Ese dato que menciona tendrá efectos. No es igual criarse sin leer o conocer una imaginación artística. Hoy existen jóvenes que se infligen cortes, heridas. Sus padres se procupan por ellos. Contestan: «Es que yo me aburro y me hago estas cosas». Yo me pongo a su edad, ¡y no me aburría porque me dedicaba a la literatura! No quería ir a clase porque prefería quedarme en casa leyendo. ¿Por qué no lees?, se pregunta hoy. Y se responde: «Porque estamos de vacaciones». Para mí las vacaciones era el tiempo de leer. Mi padre me regañaba y me decía: «¡No leas, estudia!».
–Muchos chavales se aburren, sí.
–Tienes que buscarte el entretenimiento. Ahora el entretenimiento es pasivo, es qué veo, qué ofrecen. Nosotros hacíamos cosas. En un jardín había selvas misteriosas. Pero si esperas estímulos que vengan de fuera... si tu actitud es pasiva... te aburres.
–¿De qué manera fomentaría la lectura?
–La lectura está ahí. Si uno tiene hijos, debe intentar que lean. Me parece básico que los padres lean a los hijos. Yo me aficioné porque mi padre leía y dejaba el libro cerca de mí para que supiera de dónde había salido. Es una idea... extraída de mi experiencia. Hay que intentarlo, pero sobre todo vamos a preocuparnos de los que quieren leer. En los institutos, hay cuarenta o cincuenta chicos que no leen, pues bien, vamos a dirigirnos a los que sí, vamos a intentar animar a esos... y los que no lean, que no lean. Hay que dar de comer al hambriento.
–¿Conoce «Patria», el libro del año?
–Es una obra que me parece que está muy bien. Es un libro, que como novela y obra literaria polifónica, es ágil, que se lee bien. Como contenido, no soy yo precisamente el destinario porque es un mundo que conozco perfectamente, pero ha abierto los ojos a mucha gente.
–Netflix está preparando una comedia sobre ETA: «Fe de etarras». ¿Ya se puede hacer humor con este tema?
–Ya se ha hecho en la televisión. «Vaya semanita» fue una revolución. Cuando nos empezamos a reír de ese mundo ideológico comenzó la distensión y ETA a perder su predominio. Reírse, de todas maneras, no quiere decir negar lo terrible que ha sido el terrorismo. Lubitsch se reía del nazismo en «Ser o no ser». Y eso no le quita gravedad a ese régimen.
«Criaturas del aire»
TAURUS
216 páginas,
17,90 euros