Fleetwood Mac: ¿Hay algún médico en el estudio?
La banda, una de las más grandes de la música, con álbumes míticos como «Play On» y «Mr. Wonderful», cumple cincuenta años rodeada de todo tipo de excesos y lo celebra con un triple disco y gira en 2019.
La banda, una de las más grandes de la música, con álbumes míticos como «Play On» y «Mr. Wonderful», cumple cincuenta años rodeada de todo tipo de excesos y lo celebra con un triple disco y gira en 2019.
Pocas bandas hay más fascinantes que Fleetwood Mac. No solo dejó unos cuantos álbumes para la posteridad, sino también un buen número de historias que contar y que ahora, justo cuando se cumplen 50 años de su existencia, es preciso recordar. Su leyenda bien podría ilustrar una buena película de Martin Scorsese porque aquí hay de todo: auges, caídas, depresiones, euforias, matrimonios, infidelidades, besos, traiciones, ácidos, montañas de cocaína, mansiones de locura y, por supuesto, extraordinaria música. Corría el año 1967 cuando Londres era el centro de la música contemporánea. Con Beatles emigrados desde Liverpool más Rolling Stones y Kinks en su apogeo, en un circuito más alternativo se dirimían cuestiones como el blues. Eric Clapton era el rey, pero a su sombra se había situado un tal Peter Green que acababa de abandonar la escuela de John Mayall. Conoció al batería Mick Fleetwood y pocos meses después llegaría el bajista John McVie, también procedente de los Bluesbreakers de Mayall, para fundar Fleetwood Mac. Fue el comienzo de todo.
Fraseos únicos
«Fleetwood Mac», «Mr. Wonderful» y «Then Play On» fueron tres discos para no olvidar jamás, álbumes consagrados a la pureza del blues con Green amenazando el trono de Clapton gracias un estilo en el que sabía mezclar academicismo y pegada. Sus fraseos siguen siendo hoy imitados con voracidad. Un intérprete colosal con joyas como «Black Magic Woman», «Need your love so bad». «Oh Well», «Albatross» o «World in Harmony». Pero llegó un momento en el que mente y cuerpo decidieron tomar caminos separados tras una ingesta masiva de LSD. Se le fue la cabeza y ya no volvió a ser igual. Quería donar todo el dinero que ganaba la banda a obras de caridad, algo que a los miembros del grupo no les pareció demasiado bien. Green abandonó la formación en 1970 y comenzó la llamada «época de transición» de Fleetwood Mac, inicialmente con Jeremy Spencer y Danny Kirwan a la cabeza. Una época sin duda a redescubrir.
Christine Perfect entró en el grupo como novia de John McVie y provocó la salida de Spencer, quien se metió en una secta religiosa tras declarar que la nueva componente del grupo sonaba «como el culo». Literalmente.
Fueron años de búsqueda de identidad, idas y venidas de sus componentes y un futuro realmente incierto. Hasta que Mike Fleetwood viajó a California con la idea de pensar en el destino de la banda y encontrar una dirección definitiva. El productor Keith Olsen le puso un disco que no se vendió llamado «Buckingham Nicks» y el batería quiso incorporar de inmediato a aquel muchacho que sin duda sabía tocar la guitarra y cantar. Lindsey Buckingham le dijo que entraría si también cogían a su novia, Stevie Nicks, y Mike Fleetwood tomó la decisión en cuanto vio la belleza de aquella menuda chica con pinta de gitana surfera. Si sabía cantar o no –que sí sabía, desde luego– era lo de menos. Aquel momento marcaría la transición definitiva de Fleetwood Mac desde el blues hacia el pop más comercial, aunque buenísimo. Y el primer álbum de la «época americana» fue «Fleetwood Mac», que vendería cinco millones de copias gracias a canciones como «Mondey Morning», «Rhiannon», «Say you love me» o la hermosísima «Landslide». Era una banda realmente singular con tres voces y tres formas de componer –Nicks, McVie y Buckingham– tan diferentes como complementarias. En sus directos, desarrollaban una magia especial gracias a su carisma y la sección de ritmo era todo un cañón. Los componentes de la banda se convirtieron en multimillonarios de la noche a la mañana y todos pudieron dar rienda a sus instintos más salvajes, acaso reprimidos hasta entonces. Porque pocos vicios suelen salir baratos. A Fleetwood le dio por arrasar las habitaciones de los hoteles, a Buckingham le sedujeron las noches en las que había mayoría de mujeres que de hombres en su cama y luego estaban Nicks y la nieve. Bueno, en realidad el temporal de drogas afectaba a todos.
Divorcios y desmadre
En 1976 firmaron un lucrativo contrato con Warner Bros. que les obligó a sacar un álbum a pesar de que el momento personal no podía ser peor: Christine y John se acababan de divorciar, Nicks y Buckingham ya no eran novios, Mick afrontaba un divorcio carísimo que regaba con alcohol y todo era un desmadre. Lo más alucinante es que se las arreglarían para crear «Rumours», uno de los mejores álbumes de la historia del pop que vendería más de 20 millones de copias. Los sucesos de la grabación forman parte de la historia rosa del rock and roll. En los estudios había más médicos que técnicos de sonido, listos para recetar estimulantes por las noches y antidepresivos por la mañana. Ellos no se podían ni ver, la compañía les había proporcionado presupuesto ilimitado para la grabación y los estudios elegidos, en Sausalito, completaron un cuadro casi esquizofrénico. «Hicieron excesivo el exceso», diría años más tarde Chris Stone, uno de los dueños del Record Plant. La rutina de la banda era una delicia para el mundo de la psiquiatría: se levantaban a las cinco de la tarde, tomaban varios estimulantes, se quedaban dormidos en la bañera, les despertaban las protestas de quienes sufrían las goteras, cinco limusinas diferentes les llevaban al estudio, desayunaban caviar y vino por la tarde, llenaban el depósito de cocaína a los postres, se lanzaban reproches de adulterio unos a otros, se reconciliaban con abrazos y lágrimas y a eso de las dos de la madrugada se ponían a grabar ante amenazas de suicidio de los técnicos de sonido, que vivían con los nervios descompuestos. En definitiva: un récord de ventas para un sonido mil veces imitado y canciones tan brutales como «Dreams», «Don’t Stop», «Go your own way» o la descomunal «The Chain». A la publicación siguió una gira con las nuevas y esperadas anécdotas salvajes que, sin embargo, no opacaron unos resultados artísticos realmente óptimos. La banda sonaba extraordinariamente compacta, Buckingham conseguía situarse entre los mejores guitarristas del momento y Nicks era una reina. El siguiente paso fue «Tusk», un disco doble. Cómo no, viniendo de una banda tan excesiva en tantos aspectos. También vendió mucho, aunque no tanto como «Rumours», y sus miembros comprarían más mansiones y recetas médicas gracias a una gira mundial masiva.
El inicio de la siguiente década traería proyectos personales de Nicks y Buckingham, con buenos resultados comerciales, y la grabación del disco «Mirage» en 1982. Más irregular que los precedentes, permitió comprobar cómo llegado a un estatus comercial es muy difícil abandonarlo. La noticia es que esta vez renunciaron a giras largas. Normal, cuando varios de sus miembros estaban inmersos en diferentes programas de desintoxicación: unos de drogas, algunos de alcohol, también de la ira y casi todos de todo en general. Tuvieron que pasar cinco años y múltiples rumores de separación para que regresaran con «Tango in the night», otro superventas gracias a «Little Lies», «Seven wonders» o «Big Llove». Entonces ocurrió otra muy buena: Buckingham no quiso girar al sentirse consumido creativamente, la banda decidió quedar con él en la casa de Christine para convencerle y la reunión terminó a mamporro limpio con gente abriendo y cerrando puertas como en un filme de Howard Hawks. Buckingham se marchó y sus compañeros no tuvieron empacho en buscar a otros dos guitarristas para ocupar su lugar. Esta semana se supo que ha ganado la reclamación por incumplimiento de contrato que interpuso.
La historia siguió como cualquiera se imagina: más discos y giras exitosas, más depresiones y euforias, más cocaína y clínicas, más canciones estupendas y más historias que contar. Así sigue siendo una de las bandas más fascinantes de la música.