Frederick Forsyth: "Vivimos en una nueva Guerra Fría"
El novelista de éxito, espía confeso durante dos décadas, vuelve a novelar sobre los servicios secretos en «El zorro», una historia con la ciberseguridad, la amenaza nuclear y la lucha por los recursos de trasfondo
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El novelista de éxito, espía confeso durante dos décadas, vuelve a novelar sobre los servicios secretos en «El zorro», una historia con la ciberseguridad, la amenaza nuclear y la lucha por los recursos de trasfondo.
Nadie ha fabulado más con el espionaje que Frederick Forsyth tras 17 novelas y 80 años dedicado a las intrigas detectivescas. No en vano, este piloto de la Royal Air Force Británica reveló hace poco que fue miembro activo del MI6 –la agencia de inteligencia exterior británica– durante más de dos décadas. Forsyth, cuya obra quizá debería leerse con otros ojos después de la confesión que realizó en sus memorias en 2015, debutó con «Chacal», una historia sobre el complot para asesinar a Charles De Gaulle, y vuelve a descorrer el telón de los servicios secretos en su nueva historia, «El zorro», que se publica ahora en España. Nos piden que no preguntemos sobre la actualidad, quizá por hartazgo de las preguntas sobre el Brexit (con el que parece simpatizar), pero preguntamos de todas maneras. En su nuevo libro, este octogenario de correctas maneras e ideas políticamente incorrectas, se centra en el universo de los «hackers» con el personaje de un joven con síndrome de Asperger que parece derrotar a todos los sistemas de seguridad informática.
–Estamos a punto de entrar en la era de la inteligencia artificial, pero, ¿es todavía la mente humana el arma más poderosa?
–Por poco tiempo, creo. Las agencias de inteligencia ya utilizan ordenadores mucho más que a seres humanos. En este momento, todo el mundo está escuchando, interceptando, tus llamadas, tus correos, tus comunicaciones. Todo está siendo grabado y de ahí sale la mayor parte de la información de inteligencia que tenemos. El ciberespacio es el nuevo campo de batalla.
–¿Las máquinas ya reemplazan a los espías?
–Casi a todos. En algunas áreas no hay sustitutos. Si cercas a un dictador y tienes un agente en su casa, eso es oro puro, porque puedes hablar con él y recibir respuestas. Estás en el corazón de la fortaleza de tu enemigo, pero para todo lo demás están los equipos informáticos. Todas las agencias tienen ya tres ramas: externa, interna (contraespionaje) y la que está creciendo de verdad: la de comunicaciones.
–¿Vivimos una edad dorada de espías?
–Sin duda. Cuando la II Guerra Mundial había terminado y el Muro cayó hubo un tiempo que pensamos que nos podíamos relajar, que no había amenazas y que era el momento de volver a nuestros asuntos y despreocuparnos. Hasta que llegó el 11-S y surgió un nuevo enemigo: Al Qaeda. Representando el fanatismo, un enemigo que por religión quiere matarnos en el mayor número que puedan. Eso no se va a terminar pase lo que pase en Siria. Hay fanáticos capaces de apuñalar o plantar una bomba en nuestras sociedades, y por eso existen más de 800 personas en mi país bajo vigilancia. Porque se cree que son fanáticos religiosos y potenciales asesinos múltiples. Y eso es más de lo que ETA nunca fue.
–En su libro, las armas nuecleares aparecen detrás de la escena. ¿Son la principal amenaza mundial?
–Desde luego. Las naciones que nunca las tuvieron como Corea del Norte o Irán las ambicionan con locura incluso aunque no estén siendo amenazados. ¿Por qué lo hacen y no les vale un arma nuclear cualquiera sino la más grande bomba atómica? Corea está en bancarrota y tiene 22 millones de habitantes. Gasta sus recursos en esta locura en lugar de hacerlo en la gente, ¿por qué? Por poder. Corea es peligrosa, Irán también, y empezamos a ver una agresividad creciente en China, ya sea por estas islas en disputa o por esta tierra de la frontera... y Putin también me temo que se está volviendo peligroso. No podemos dejar de defendernos.
–¿Cree que es posible una guerra en el mundo occidental?
–Hay muchas clases diferentes de guerra. Vivimos una nueva Guerra Fría, desde luego, que es no declarada y en la que los países buscan sentirse seguros. Hay grupos que deben ser monitorizados porque de alguna manera el mundo occidental está sufriendo un ataque por inmigrantes que no queremos y terroristas que desde luego tampoco. Y ciertos gobiernos actúan con agresividad contra nosotros, así que debemos defendernos.
–¿Cuál es el papel de la ciudadanía?
–Bueno, para la mayor parte, trabajar duro, pagar impuestos y cumplir la ley de tu país. Eso es lo que nos protege aparentemente, pero no es del todo cierto. Puedes caminar por la calle como un buen ciudadano y sufrir un apuñalamiento y ser asesinado. Así que el antiterrorismo es una misión permanente.
–Está difundiendo una visión de miedo que puede ser perjudicial. ¿Piensa que hace falta aumentar la seguridad?
–Desde luego no podemos desmantelar la estructura que poseemos. La que tenéis en España creada contra ETA sirve bien contra los islamistas radicales. Hay una motivación diferente, pero el fanatismo es el mismo. Muchos chicos son reclutados con 10 años y están preparados para pasar a la acción.
–También los espías rusos han cometido asesinatos en suelo británico y se dice que han participado en la campaña presidencial americana. ¿Son una amenaza real?
–Sí. El suyo es un fenónemo nuevo, las redes sociales. Cualquiera puede publicar mentiras anónimamente y con intención, y los rusos son maestros de eso. Las mentiras son un arma muy poderosa que llegan a la gente de clase trabajadora.
–Se dice que funcionaron en la campaña del Brexit.
–¿Si? Bueno, yo creo que lo que cambia es la actitud del pueblo frente a los políticos, que piensa que les mienten, un sentimiento que se extiende por toda Europa. Por eso hay inestabilidad en Italia, tienes esos movimientos de descontento en España, por no hablar de Hungría, Polonia, Austria, e incluso en Francia con las protestas en las calles de los chalecos amarillos. Y los que siempre han sido más obedientes, los alemanes, también dudan porque hay una falta total de confianza. Y el vehículo de todos esos movimientos es el ciberespacio.
–¿Así se explica el Brexit?
–Los británicos quisieron dejar la UE porque no se creían la versión oficial. Cameron decía que quedarnos era maravilloso y quien inclinó la balanza hacia el otro lado fue la clase trabajadora, muchos de los cuales habían votado laborista o socialista y dijeron no a la UE. Ahora hay un 10 por ciento de población en posiciones de influencia que quiere darle la vuelta a la decisión, aunque la opción de abandonra la UE ganó en unas elecciones justas. Y en el fondo de esta decisión está que no creíamos los que decía Bruselas.
–¿Nos espían los gobiernos o las grandes empresas que tienen acceso a nuestros datos?
–Eso está sucediendo. Desde el momento en que te fías de tu banco. La desconfianza se ha instalado en el ámbito financiero porque las grandes fortunas evaden impuestos, desvían dinero a paraísos fiscales, y eso es un cáncer en la raíz del árbol. La enfermedad de la falta de confianza está afectando a la manera en que se vota.
–En la era de la tecnología punta me está hablando de confiar, de creer, de fe. Son conceptos paradójicamente viejos.
–He descubierto que estamos ante una gran crisis de confianza. No creemos en los gobiernos. ¿Por qué? demasiadas revelaciones de mentiras. Con Margaret Thatcher se estaba de acuerdo o no, pero nadie pensaba que mentía. Nadie confía en Theresa May. El mundo en el que vivimos es extraño y no lo comprendemos bien. Lo que menos entendemos es la parte computerizada, que está desafortunadamente en todas partes. Hay una paranoia y eso nos está destruyendo.