Gracián, entre el deseo de la fama y la inmortalidad
Aurora Egido ingresa en la RAE. La novena mujer que entra en la institución dedica su discurso al escritor conceptista
Aurora Egido, 68 años, filóloga. Ayer ingresó en la Real Academia Española con un discurso extenso y prolijo: «La búsqueda de la inmortalidad en las obras de Baltasar Gracián». En mayo de 2013, a propuesta de Carmen Iglesias, Pere Gimferrer e Ignacio Bosque, fue elegida para ocupar la silla «B», vacante desde el fallecimiento de José Luis Borau. «Lo conocí gracias a una amiga común, Carmen Martín Gaite. Ella me hablaba de su generosidad y buen humor, de su aversión por "los contentitos"de la vida redonda, y lo describía como un "solitario absoluto y feliz". Las mismas cualidades que desprendía su fachada de niño grande, escondido tras unas gafas con las que miraba el mundo con distancia e ironía, en negro o en technicolor, para luego transformarlo en guiones, cuentos, novelas y películas». La nueva académica, catedrática de Literatura en la Universidad de Zaragoza, que este año ha publicado «Odas de arte e ingenio» (Acantilado), abordó en su intervención la figura de uno de los principales escritores conceptistas: Gracián. «El jesuita transformó sus obras en una auténtica "paideia", de forma que la búsqueda de la inmortalidad se superpone al propio camino de la sabiduría, que fue constante en todos sus tratados», aseguró Egido en su discurso, donde resaltó las preocupaciones del escritor por la «Bondad, Grandeza, Eternidad, Poder, Sabiduría, Voluntad, Virtud, Verdad y Gloria. Pero el jesuita se alejó del tratamiento estático de esos universales, como otros escritores de su siglo, y trató de buscar la verdad y de explicarla desde perspectivas nuevas, alejadas del escolasticismo». La autora relacionó las obras de Gracián con el legado de la literatura épica clásica y los géneros que emergieron a lo largo del Siglo de Oro: la filosofía moral, la picaresca, la poesía, la novela bizantina o el teatro escolar, entre otros. «La alegorización de la épica clásica conllevó una larga trayectoria que cruzó la frontera entre los divino y lo humano en ambas direcciones. La Iglesia se sirvió de ella constantemente, al igual que la monarquía, utilizando hasta la saciedad los símbolos clásicos. La obra de Gracián se instaló en esa secuencia literaria y filosófica, pero transformada en todos los planos». La académica también puso a Gracián en relación con otros autores con los que presenta «concomitancias», como Francisco de Guzmán. En su ponencia, Aurora Egido dijo que, en conjunto, los libros de Gracián configuran una «paideia» en «donde no sólo cuenta la meta perseguida sino el camino que se recorre. Trazó desde el principio numerosos géneros, como los libros sapienciales o la epopeya en prosa, donde la peregrinación transcurre al compás de las palabras». Luego subrayó la importancia «El Criticón»: «Esta obra supuso la creación de un universo total, que recogía lo esencial de las anteriores para mostrarlo vitalmente como un caso extremo de la agudeza de acción».
Un laberinto borgiano
Y añade: «La búsqueda de la inmortalidad se mezcla en Gracián con la de la felicidad y la de la fama, terminando por sustituirlas, pero además corre pareja con la búsqueda de la sabiduría, verdadero hilo conductor de todas sus obras». Egido afirmó además que: «En San Agustín, en Gracián o en Borges, la reflexión sobre el tiempo se convierte a su vez en un laberinto filosófico en el que juegan las mismas caras que despliega la prudencia entre pasado, presente y futuro. Éstas conforman a su vez todo un universo narrativo de laberintos lineales, circulares y concéntricos, jugando con el tiempo bifurcado que toda narración encierra, lo que los sitúa en un mismo horizonte filosófico y literario».
El detalle
«AURORA ES UN GENIO»
Pere Gimferrer respondió a las palabras de Aurora Egido. Destacó de ella su impresionante currículum y relató una anécdota de Fernando Lázaro Carreter que se encontró al ex director de la RAE sentado en la sala Dámaso Alonso. El inicio de esa charla dejó unas palabras que hoy era obligado recordar: «Aurora es un genio».