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Greta Thunberg, no dejéis que esta niña se acerque a mi

larazon

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La nueva religión ecologista necesitaba de una sacerdotisa, un alma pura a la que llevar en estampitas y a la que rezar por el bien del Planeta. Greta Thunberg dijo un día a los eurodiputados: «Quiero que entréis en pánico». Desde entonces medio mundo siente un miedo indescifrable que convierte a la pequeña Greta en una heroína o en un remedo de la niña de «El exorcista». Los referentes culturales han cambiado. Hoy veremos a una Europa que de ser faro del conocimiento se enreda en la filosofía del caos. Las cabezas de los grandes pensadores caen decapitados por hordas de jóvenes que acaban de descubrir que la Tierra es redonda. Y que está enferma. La causa del medio ambiente puede parecer noble, ojalá lo sea, pero el papel de los niños en la vanguardia del batallón se asemeja más a los últimos días de una guerra perdida en la que había que enviar a la muerte a imberbes soldados. Greta está siendo utilizada y algún día pagará las consecuencias, como casi todos los niños prodigio. La antorcha que porta es necesaria, pero por menos la fiscalía del menor ha metido las narices en casas ajenas. Todas las generaciones necesitan hacer su propia revolución. Los hijos de la burguesía parisiense levantaron los adoquines de la ciudad en mayo del 68 y emergió Daniel Cohn-Bendit, Dany «el rojo», como héroe a la manera lampedusiana. Todo cambió y todo siguió igual. Él mismo pertenece todavía a la élite. Bertolucci lo contó con nostalgia en «Soñadores» y Houellebecq, con asco, convierte hoy aquel perfume de una falsa libertad en orín humano y nos pone enfrente el espejo de las consecuencias del relativismo que engendraron aquellas revueltas. Ahora no toca luchar contra el Capital, el causante de todos los males cuando los mapas se teñían de rojo, sino a favor de la Naturaleza. Hay quien ve en esta actitud juvenil un candido ideal del que aprender. En el fondo, están reprochando a sus padres que no han cuidado del Planeta y que los alimentaron con carne, cuando muchos de ellos no son capaces de poner en orden su habitación. Están muy verdes.