Las aviadoras de la Segunda Guerra Mundial: sin derecho a sanidad y con menos salario
En Estados Unidos, 1.074 mujeres se unieron a WASP, un servicio de féminas piloto que nació tras la petición británica de ayuda para las Fuerzas Aéreas
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Fueron los años en que el mundo se sumía en una oscura realidad, en que las mujeres esperaban a que sus maridos volvieran ilesos a casa del frente de guerra. La Segunda Guerra Mundial dejó miles de viudas alrededor del mundo, pero el de esperar sentadas no fue ni la única ni la más importante labor de las mujeres durante la Segunda Guerra Mundial. En 1940, cuando la contienda estaba en su momento más álgido, las fuerzas aéreas disponían de más aviones que pilotos, ante lo que se decidió dejar atrás las diferencias y reclutar a quienes desde el principio estaban dispuestas: las mujeres. La Real Fuerza Aérea inglesa (RAF) hizo una llamada desesperada para que se apuntaran al programa mujeres que supieran pilotar y pudieran ayudar a trasladar los aviones militares de las fábricas a los hangares. Y esto fue el comienzo de una colaboración indispensable para el transcurso de la guerra, pero que sin embargo poco se ha escrito sobre ella.
Al principio, fueron tan solo 8 las voluntarias que se ofrecieron a ayudar a los británicos y, si bien la cifra fue aumentando, finalmente Inglaterra decidió pedir ayuda a los Estados Unidos. Una petición, para la época, escandalosa, pues se encontró con algunos detractores, entre ellos el que más tarde presidiría el país de la otra orilla: Dwight D. Eisenhower dijo estar “absolutamente en contra” de que existiera una división formada por mujeres piloto, pues dudaba de “la capacidad de las mujeres para manejar aviones militares puesto que era una tarea muy poco femenina”.
No obstante, estas críticas no les afectaron a las Wings for Britain (Alas para Gran Bretaña), organización encargada de enviar aviones norteamericanos a zona británica. Así, Jacqueline Cochran y Nancy Harkness Love, ambas pioneras en la aviación estadounidense, decidieron escribir una carta a Eleanor Roosevelt, primera dama de entonces, para que les apoyase en la creación de una división compuesta solo por féminas dentro de las Fuerzas Aéreas. Así nació el Servicio de Mujeres Piloto de la Fuerza Aérea (WASP), agrupación con Cohran como líder.
En primer lugar hubo una convocatoria para convertir a mujeres en pilotos, a la que se presentaron más de 25.000 féminas. De esta cantidad, algunas fueron desestimadas al no disponer del título de piloto, siendo finalmente aceptadas 1.830, que se presentaron a las pruebas. De ellas, 1.074 mujeres lograron superarlas, convirtiéndose así en miembros del WASP.
Pero, cómo no, las críticas continuaban así como las referencias a estas mujeres de manera despectiva. Sus compañeros las apodaron “Woofteddies” (”Ositos de felpa”), y sus condiciones eran menores a las de ellos. El salario que cobraban las mujeres estaba muy por debajo del de los hombres, aún desempeñando tareas similares. Además, el importe de los cursos que recibían también lo pagaban ellas mismas.
Muchos pilotos varones llegaron a sabotear aviones o tratar despectivamente a las aviadoras, así como a éstas no se les permitía pilotar durante los días de la menstruación y se les ponía como edad tope los 35 años, por considerar que la menopausia podría afectarles en su trabajo. No tenían derecho a sanidad ni a seguro de vida, y esta desigualdad les acompañaba hasta el final, pues si caían en combate eran enterradas en un féretro de pino y no de la madera de la mejor calidad, como sus homólogos, así como por su calidad de civiles no obtenían funerales militares con una bandera cubriendo su féretro.
Y, dentro de esta discriminación, más desigualdad, pues ya no se criticaban a ciertas mujeres solo por no ser hombres, sino también por no ser blancas. Por ejemplo, Mildred Hemmons Carter, piloto afroamericana, pasó todas las pruebas con éxito, pero esto no sirvió para apaciguar las críticas hacia ella, tanto por ser mujer como por ser negra. De hecho, no se reconoció su trabajo hasta bien entrado el siglo XXI.
Con esto, vestidas con trajes de un color conocido como Santiago Blue, las pertenecientes al WASP se encargaban tanto de transportar aviones como de ejercer de instructoras a los nuevos cadetes, así como participaron en el entrenamiento de pilotos masculinos o transportaron personal militar y carga. Si bien no participaron en misiones de combate, el riesgo no brillaba por su ausencia en sus labores: sufrieron 38 bajas, a las que no se les rindió ningún tipo de homenaje.
Tras la guerra, muchas continuaron luchando por obtener su reconocimiento merecido al haber aportado a la causa estadounidense durante la guerra, y no fue hasta 1977 cuando un proyecto de ley concedió la condición de veterano parcial a aquellas mujeres. En 2009, Barack Obama se encargó de firmar una ley por la que se otorgaba a las WASP la Medalla de Oro del Congreso, el honor civil más valorado que se puede ofrecer en EE UU. Una culminación, por tanto, de una serie de reivindicaciones que se llevaban haciendo desde que aquellas féminas decidieron dedicar su vida a la ayuda de su país.