Historia
Cuando la Macarena se vistió de negro
En la Baja Edad Media el Jueves y Viernes Santo procesionaban flagelantes tras la cruz, sólo tras el Concilio de Trento las imágenes se imponen en la celebración
En estos días en todas las ciudades del territorio nacional los capirotes de los nazarenos inundan las calles entre saetas, bandas o silencios, y múltiples cofradías con diferentes advocaciones custodian sus pasos de la lluvia. Mucho se ha escrito sobre el origen de las procesiones de Semana Santa sin que se encuentre una respuesta única. En el Concilio de Nicea del 325 se estableció un método conocido como «computus» para que todas las comunidades cristianas celebrasen la Pascua el mismo día, estableciendo que el domingo de Pascua sea el primero después de la luna llena tras el 21 de marzo. Los primeros padres de la iglesia desarrollaron una liturgia precisa para esos días que iría evolucionando con las diferentes reformas de la Iglesia. Uno de los primeros testimonios de esta celebración corresponde al viaje que realiza Egeria, viajera y escritora de la región de Gallaecia, quien visita los Santos Lugares en un largo viaje entre el 381 y el 384 d.C. recogiendo sus impresiones en una obra que tuvo una gran difusión, «Itinerarium ad Loca Sancta». En ella describe la celebración de la Semana Santa en Jerusalén y la procesión del Domingo de Ramos donde el obispo y los fieles realizan una procesión con ramos de olivo conmemorando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Pero al margen del Domingo de Ramos la tradición procesional no acompañaba a las festividades. Las cofradías se fueron formando a lo largo de la Edad Media, muchas de ellas con fines asistenciales como la cofradía toledana de la Santa Caridad , creada según la tradición en época de Alfonso VI tras la conquista de la ciudad en 1085 con el objetivo de dar sepultura a los muertos en batalla.
El Cristo de la Misericordia y Soledad de los Pobres que actualmente saca la cofradía en procesión es una talla de finales del XIII o principios del XIV imagen que se encontraba en la capilla del camposanto creado por los cofrades. Durante los siglos XIV y XV hubo un incremento del culto de la Pasión de Cristo creándose la advocación de la Vera Cruz. La primera cofradía bajo esa advocación fue fundada en Sevilla en 1448 promovida por los franciscanos. La advocación de la Vera Cruz se extendió rápido por Castilla, en Toledo se funda en 1480, en Valladolid en 1498 y también a finales del XV en Madrid. Estas agrupaciones contemplaban la pasión de Cristo y practicaban la penitencia pública en la procesión del Jueves Santo, pero ¿en que consistían estas procesiones? Se trataba de un cortejo de penitentes de luz que llevaban hachas o cirios , un estandarte negro con una cruz roja y un crucifijo portado por un clérigo, acompañados por algunas trompetas.
Intérpretes de Dios
La procesión de Jueves y Viernes Santo en Madrid es descrita en 1502 por el noble flamenco Antoine de Lalaing, quien acompañó a Felipe el Hermoso en su viaje de Bruselas a Toledo donde debía ser jurado príncipe heredero. En su narración describe los adornos de las iglesias así como grupos de personas desnudas que se azotaban con varas por las calles. Las tradiciones populares debieron convivir en el siglo XVII con las prácticas establecidas en el Concilio de Trento (1545-1563) donde la imagen se convirtió en punto de apoyo para acercarse a Dios. La Iglesia determinó la necesidad de la veracidad de la imagen por lo que los artistas seguían en ocasiones los textos sagrados, siendo considerados como intérpretes de Dios. Con Trento nace la imaginería barroca, y las calles se llenas de imágenes como relata el portugués Tomé Pinheiro da Veiga, procurador de la corona de Portugal, quien estuvo en Valladolid para conocer la corte de Felipe II entre 1604-1605 reflejado en la obra «Fastiginia (o Fastos Geniales)» (1607) donde comenta «que traen pasos de bulto de altura proporcionada, los más bellos y hermosos que se pueda imaginar por que estos de Valladolid son los mejores que hay en Castilla por la proporción de los cuerpos , hermosura de los rostros y aderezo de las figuras», al describir la procesión que salía de la iglesia de la Trinidad.
Con Trento se potencia el desarrollo de cofradías que llevaban ya mucho tiempo procesionando, comenzando a encargar imágenes centradas en el tema de la Pasión. En Sevilla, cobraron importancia las vírgenes y la universal Macarena, una talla anónima de finales del siglo XVII relacionada con el taller de Pedro Roldán. La imagen ha sufrido múltiples añadidos , la corona, la reforma del palio, el manto de tisú verde con bordado de oro con el que procesiona por las calles el Viernes Santo. Una talla con vida propia, a la que se vistió de negro por la muerte del torero Joselito el Gallo en 1920, teniente de hermano mayor de la Hermandad. Durante la Segunda República fue salvada por una limpiadora llevándola a su casa, para finalmente ir al cementerio de Sevilla y enterrarla en la tumba de Joselito conociendo su verdadero paradero sólo el torero Ignacio Sánchez Mejía, al que cantaba Lorca a las 5 de la tarde.