Mujeres desconocidas

Ningún pico es más alto que Lucy Walker

De origen burgués, fue la primera mujer en escalar el monte Cervino (con enaguas de estilo victoriano) y se convirtió, tras 98 expediciones alpinas, en una intrépida exploradora

Todos los miembros de la familia Walker, con Lucy, de pie, al fondo, en el centro de la imagen
Todos los miembros de la familia Walker, con Lucy, de pie, al fondo, en el centro de la imagenThierry Sermier/Art Valais

Cuando se menciona el majestuoso monte Cervino, también conocido como Matterhorn en alemán y que se eleva a 4.478 metros sobre el nivel del mar, dos imágenes suelen aflorar en el imaginario colectivo. En primer lugar, el icónico logo del chocolate triangular Toblerone, la montaña dorada que se eleva sobre letras rojas. En segundo lugar, la obsesión del siglo XIX por la exploración geográfica, que tenía como objetivo descubrir los rincones más asombrosos de nuestro planeta (y ya de paso, incorporarlos a los dominios coloniales y explotar sus recursos). Durante esta época marcada por el imperialismo colonial, con expediciones a la Antártida, el polo norte y la búsqueda de las fuentes del Nilo, así como la famosa vuelta al mundo en menos de 80 días, surgieron intrépidos exploradores que arriesgaron sus vidas para ser los primeros en conquistar lo que parecía inconquistable. En ese contexto se inscribe Lucy Walker (1836–1916), que se convirtió en la primera mujer en ascender el monte Cervino.

Tenía 35 años cuando consiguió acometer dicha hazaña. El 22 de julio de 1871 la acompañaron siete hombres, incluido su propio padre, un adinerado mercader aficionado al alpinismo. Lucy escaló respetando las convenciones de la época con respecto a su género: no ascendió sola y llevaba una larga falda blanca de franela, enaguas al estilo victoriano y, en secreto, pantalones debajo de la falda. Es probable que, dadas las dificultades del ascenso, se deshiciera de la falda en un tramo no visible para los paseantes, ya que en esa época era impensable que las mujeres llevaran pantalones debido a la estricta moral victoriana que establecía convenciones diferenciadas según el género. Era usual ver a mujeres acomodadas dar paseos por los Alpes con grandes faldas elevadas gracias a miriñaques o crinolinas, estructuras metálicas que se colocaban debajo y que, aunque flexibles, no eran el atuendo adecuado para la escalada. Lucy tampoco transportaba un equipo alpino complejo: sus botas eran de piel blanda y su principal aliado era un «alpenstock», un largo palo de madera utilizado por los pastores lugareños y que es el precursor del piolet.

El mural de homenaje a Lucy Walker
El mural de homenaje a Lucy WalkerLa Razón

Su ascenso guarda similitudes con la competición entre el escalador británico Edward Whymper y el italiano Jean-Antoine Carrel. Whymper logró llegar primero en 1865, apenas unos días antes que Carrel. Seis años después, Lucy Walker y su rival estadounidense Margaret Claudia Brevoort, apodada Meta, se disputarían el título por convertirse en la primera mujer en conquistar la cima del Cervino. Meta ya había intentado la hazaña en 1869, pero las condiciones climáticas adversas le obligaron a regresar cuando le faltaban apenas 650 metros. Por ello, dos años más tarde, Meta era la favorita y la clara ganadora en las apuestas para alcanzar la cima primero. A los 46 años, gozaba de una excelente condición física después de haber pasado todo el verano escalando diversos picos en los Alpes. Cuando Lucy se enteró de que Meta volvería a intentarlo, tomó la decisión de partir antes con su equipo, lo que la llevó a alcanzar la cima del Monte Cervino un día antes que su rival. Al descender, Meta felicitó personalmente a su rival en un encuentro único entre ambas alpinistas, ya que jamás volvió a producirse.

Champagne y bizcochos

Tristemente, la destacable hazaña de Lucy pasó prácticamente desapercibida, quizá eclipsada por el incidente de Edward Whymper, quizá por su condición de mujer. Su leyenda se alimenta de anécdotas que mezclan elementos verídicos con exageraciones sobre su persona. Se dice que nunca contrajo matrimonio y que, mientras escalaba la cara norte del Eiger (otro pico suizo que mide 3.967 metros y que es característico por la dificultad de su ascenso) en 1864, sobrevivió a base de champagne y bizcochos. Esta anécdota desmedida, que recuerda a la vida de María Antonieta de Austria, nos invita a reflexionar sobre por qué, al hablar de mujeres, a menudo se enfatizan historias relacionadas con excesos y vicios en detrimento de sus logros. En realidad, Lucy fue una intrépida escaladora que llevó a cabo un total de 98 expediciones y ejerció como presidenta del primer club alpino exclusivamente femenino (Ladies’ Alpine Club), fundado como respuesta a la negativa del famoso Alpine Club de Londres de admitir a mujeres. Actualmente, en Zermatt se puede admirar un mural que conmemora su hazaña y la de otras escaladoras femeninas, con una imagen de ella escalando y la frase: «Ningún pico se eleva por encima de ella» («No peak rise above her»).