Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por

La sangre que tiñó Las Médulas de rojo

Los romanos explotaron intensamente este lugar mediante el método de la "ruina montium", o cortas de minado, que derrumbaba extensiones de montaña con la fuerza del agua
La sangre que tiñó Las Médulas de rojo
Atardecer en Las Médulas, León
David Hernández de la Fuente

Madrid Creada:

Última actualización:

Una región mágica muy singular del norte de España es la que forma el maravilloso paisaje de Las Médulas, en León. Este conjunto natural y paisajístico ofrece unas vistas dramáticas desde diversos miradores, como el de Orellán, y permite hacerse una idea de cómo fue formado en la antigüedad romana a partir de la explotación de las minas. Hoy, este lugar patrimonio universal nos recuerda los efectos de la acción del hombre en el paisaje y en la memoria colectiva, a través de diversos mitos y leyendas. Los romanos, desde comienzos de la era común, explotaron intensamente este lugar mediante el método de la «ruina montium», o cortas de minado, que derrumbaba extensiones de montaña con la fuerza del agua, abundante en la zona, modificando drásticamente el paisaje. El naturalista Plinio dio fe de la impresión que, ya en su tiempo, causaban las obras de minería –que le parecían obras de gigantes, con los montes minados en grandes espacios mediante galerías hechas a la luz de las lámparas– creándose oquedades y farallones que hoy son dignos de verse
Hoy la tierra rojiza alterna con el verde de los árboles autóctonos y crea una impresión magnífica, en una zona en la que culminaba la Vía de la Plata de los romanos y que fue totalmente sometida militarmente, como la mayor parte del norte de Hispania, en la época de Augusto. Una leyenda afirma, de hecho, que el color rojizo de la tierra tiene que ver con la sangre de los pueblos prerromanos, comandados por un caudillo llamado Médulo –la etimología popular del nombre es discutida– y que fue abundantemente vertida por los romanos. Desde entonces han cundido diversas leyendas que tienen como trasfondo el oro y las divinidades de la región, en una curiosa simbiosis autóctona-celta-germano-romana que, por lo demás, parece definitoria de casi toda la mitología hispánica del área. Por ejemplo, las leyendas de la zona hablan de la existencia de enormes seres de razas extrañas que habitan en las cuevas y oquedades de Las Médulas, los llamados «mouros», que guardan celosamente –al modo de enanos de los mitos germánicos en interpretación wagneriana–, sus tesoros de oro y piedras preciosas.
En el conjunto de elementos del paisaje, destaca también un gran lago que se creó a partir de los sedimentos acumulados, el de Carucedo. Este también forma un paisaje de leyenda, entroncando la antigüedad romana, con las leyendas de origen celta: hay unas damas del lago que recuerdan a las muchas mujeres de las aguas en el mundo céltico y clásico, desde las náyades grecorromanas a las xanas, o las ondinas germanas. En este caso se cuenta que en este lago habita una ondina de nombre Carissia que vivía en una cercana ciudad llamada Lucerna. La ninfa se enamoró de un joven militar romano llamado Tito Carissio, pero no fue correspondida, sino que recibió burlas y escarnio. La ninfa lloró tanto por ello que sus lágrimas acabaron por formar el lago e inundar Lucerna bajo sus aguas. Todas noches de San Juan esta suerte de ondina espectral surge de las aguas para buscar una nueva víctima de la que enamorarse y la que sumergir de nuevo entre las aguas, dando fe de todo ese mundo feérico y subacuático característico de la zona (hay quien quiere ver en esta leyenda un cierto trasfondo histórico de la relación entre una princesa local y un general romano, pero es harto dudoso).
Por otro lado, el tema de la ciudad sumergida por la transgresión de un tabú tiene mucho que ver con otras leyendas de otras aguas no lejanas, como, por ejemplo, la del lago de Sanabria donde también se supone que hubo una ciudad llamada Lucerna que acabó sumergida a causa de la impiedad de sus habitantes, que no quisieron albergar a Dios, que se disfrazó de pobre peregrino. Como quiera que sea, sobre el lago de Carucedo también aparecen otros cuentos relacionados con su fantástica configuración paisajística y que recuerdan a las leyendas celtas. Relacionada con las damas de los lagos –piensen en la leyenda artúrica– está la espada bajo las aguas. De hecho, otra narración refiere que ahí se esconde la mítica espada de Roldán, el sobrino de Carlomagno que, según la leyenda, fue vencido por Bernardo del Carpio en la batalla de Roncesvalles y perdió ante él su espada. Hay muchos relatos acerca de qué ocurrió con esa espada, de nombre Durandarte: una de ellas quiere que fuera recuperada por Carlos V de la tumba de Bernardo y llevada a Madrid, pero otra asume que quedó sepultada entre las aguas de este mítico lago (la mítica Excalibur viene al punto a la memoria).
En suma, no se pierdan la rica mitología de esta fantástica zona: hay «mouros» malévolos en las cuevas, misteriosas criaturas de los bosques, brujos que usan grimorios inefables atribuidos al santo mago Cipriano y ninfas en las fuentes que salen un día al año de las fuentes para apresar a incautos varones, hay monjes pecadores, seducción de doncellas, dioses disfrazados y diluvios e inundaciones de pueblos malditos. Como quiera que sea, merece la pena acercarse a Las Médulas para entender de un vistazo el porqué de estas estupendas leyendas.