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De Yalta a Malta: 35 años del final de la Guerra Fría

Pocas semanas después de la caída del Muro de Berlín, George Bush padre y Mijail Gorbachov escenificaban el fin de las tensiones entre los dos bloques
George H. W. Bush y Gorbachov en la Cumbre de Malta, celebrada en 1989
George H. W. Bush y Gorbachov en la Cumbre de Malta, celebrada en 1989
La Razón
  • Sofía Campos

    Sofía Campos

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El 2 de febrero de 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial agonizaba, Malta fue la sede de una reunión que daría paso a la posterior Conferencia de Yalta de 1945 en la que se daría otro pasito más para el final del enfrentamiento. 
En el primero de los encuentros, el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, y el primer ministro británico, Winston Churchill,  acercarían posturas antes de la reunión de Yalta con Iósif Stalin
De esa segunda cita, en Crimea, ha trascendido que tanto Churchill como su ministro de Exteriores, Anthony Eden, intentaron discutir su postura política frente a Stalin, pero la cosa no fue tan sencilla. La que fuera la mano derecha de Churchill por entonces escribía en su diario lo complicado de las negociaciones:  "Fue imposible siquiera iniciar la discusión de los negocios. (...) Vamos a una conferencia decisiva y hasta ahora ninguno ha acordado qué vamos a discutir o cómo vamos a manejar los temas con un Oso [Stalin], que sin duda alguna sabe qué tiene en mente".
La imagen del 'Gorki' quedó como testimonio del fin de una era
Se dice que fue entonces cuando comenzó la Guerra Fría. Se cerraba un capítulo y se abría otro que se extendería hasta finales de los años 80, cuando Malta volvería a ganar protagonismo. Los dirigentes que eran otros, pero los países que estaban en el foco eran los mismos, Estados Unidos y la Unión Soviética.
En esta ocasión eran George H. W. Bush y Mijail Gorbachov los encargados de estrechar las manos y decidir el futuro de sus países. La cumbre tuvo lugar los días 2 y 3 de diciembre de 1989 y los periódicos de la época se refirieron a este encuentro como "el más importante desde 1945".
El encuentro tuvo lugar a bordo del 'Máximo Gorki', un barco soviético y aunque no se firmó un tratado formal, la reunión representó un acuerdo histórico en el que ambos líderes reconocieron que la confrontación ideológica había llegado a su fin.
La cita en Malta tuvo lugar en un momento de transformaciones rápidas en Europa del Este. Solo unas semanas antes, la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 había simbolizado el colapso de los regímenes comunistas en Europa del Este. Polonia, Hungría, Checoslovaquia y otros países estaban experimentando transiciones hacia la democracia y el mercado libre, mientras que la propia Unión Soviética vivía un proceso de reformas internas bajo la política de Perestroika.
Atrás quedaba la amenaza de una guerra nuclear y una división geopolítica rígida
Bush y Gorbachov utilizaron la cumbre para subrayar su compromiso con un futuro de cooperación. Según declaraciones posteriores de ambos líderes, compartían una visión de un mundo sin tensiones nucleares y de una resolución pacífica a los conflictos internacionales.
Aunque la cumbre de Malta no produjo acuerdos vinculantes, fue una plataforma para establecer confianza mutua. Gorbachov declaró que el mundo está dejando atrás la Guerra Fría; y Bush, aseguró que no eran adversarios. La cumbre preparó el terreno para futuros acuerdos sobre reducción de armamento nuclear y una redefinición de las relaciones internacionales en el marco de un nuevo orden global.
La imagen de los líderes a bordo del 'Gorki' quedó grabada en la historia como un testimonio del fin de una era marcada por la amenaza de una guerra nuclear y una división geopolítica rígida. La reunión simbolizó no solo el fin de la Guerra Fría, sino también el inicio de una nueva etapa en las relaciones internacionales, donde el diálogo prevalecía sobre la confrontación.
Más de tres décadas después, la Cumbre de Malta sigue siendo recordada como un evento clave en el siglo XX. No fue solo una reunión diplomática, sino una declaración al mundo de que la cooperación podía triunfar sobre el conflicto. A pesar de los desafíos posteriores en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, el 'Máximo Gorki' permanece como un símbolo de esperanza y reconciliación en un mundo que buscaba cerrar uno de los capítulos más oscuros de su historia.