Historias de los papas: Novaciano, antiPapa y poseso
Se autoproclamó Sumo Pontífice días después de la elección del Papa Cornelio y tras ser excomulgado fundó una secta conocida por su rigor
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El Diccionario de la Real Academia Española resume en tan solo siete palabras el significado de antipapa: «Papa elegido irregularmente en oposición al legítimo». Y se preguntará el lector: ¿Cuántos antipapas han existido en la historia de la Iglesia? El Diccionario de Trévoux menciona 28, Hergenrother añade uno más, el abate Vallemont llega hasta los 32 y otros autores reconocen incluso a 42. Pero de todos ellos, vamos a centrarnos ahora en una figura muy peculiar: la del sacerdote cismático Novaciano, nacido en Frigia, antigua región de Asia Menor, en la península de Anatolia (Turquía actual) hacia el año 210 y fallecido en el 258. Novaciano fue el segundo antipapa de la Iglesia por derecho propio, pues él mismo se proclamó como tal en el año 251. La Historia, y la de la Iglesia en particular, también se escribe con documentos. Existe así una carta del canonizado Papa Cornelio, coetáneo de Novaciano, a Fabio, Obispo de Antioquía en aquella época, que habla por sí sola. Una epístola estremecedora, pues sugiere que durante el catecumenado de Novaciano nuestro protagonista fue poseído por el mismísimo diablo. Los sucesivos exorcismos colocaron al endemoniado al borde de la muerte. Convencidos de que tenía las horas contadas, quienes le asistieron pudieron contemplar cómo un sacerdote derramaba agua sobre su cabeza para bautizarle mientras agonizaba. El agua milagrosa del sacramento le devolvió a la vida y a partir de entonces Novaciano sumió a la Iglesia en un calvario de confusión. Días después de la elección de San Cornelio como Papa, en marzo de 251, Novaciano se autoproclamó también Pontífice. Cornelio no escatimó calificativos hacia la figura de su rival, tildándole sin tapujos de «bestia pérfida y malvada». Finalmente, la investigación emprendida por el Concilio de Cartago decantó el respaldo de la mayoría del episcopado a Cornelio, incluidas figuras tan influyentes entonces como la de San Dionisio de Alejandría. Novaciano fue excomulgado así durante un sínodo celebrado en Roma con la participación de sesenta obispos. Aun así, la actitud desafiante y pertinaz de este antipapa castigó a la Iglesia con un período de gran convulsión interna. Por si fuera poco, los cristianos sufrieron también una brutal persecución externa desatada por el emperador romano Decio, que gobernó entre 249 y 251. El Papa San Fabián había fallecido en el año 250, mártir de la persecución de Decio, la cual impidió que fuese elegido un nuevo Papa durante año y medio. Decio ordenó por decreto a todos los cristianos que abjurasen de su religión bajo pena de tortura, destierro o muerte. Hubo muchos apóstatas, pero también mártires como Santa Ágata, San Babylas y el propio Papa Fabián.
Un hombre herético
Quedaría incompleta la historia de Novaciano si no aludiésemos a la secta que fundó, conocida como los «novacianos», cuya principal herejía consistía en afirmar que la Iglesia no tenía poder alguno para absolver determinados pecados en esta tierra. De este modo, aquellos que habían incurrido en pecado de idolatría, arrastrados por su debilidad ante la dura persecución romana, debían arrepentirse de su traición a la fe de Cristo y dedicarse a expiar su culpa durante toda la vida. Pero ello sin que la Iglesia pudiera levantarles la excomunión ni absolverles de su grave ofensa en el confesonario. San Cipriano aseguraba que los «novacianos» no admitían el credo católico al mantener la firme actitud de que la Iglesia carecía de la facultad para conceder la absolución en determinados casos, mostrándose incapaces así de responder con veracidad a la pregunta formulada durante el bautismo: «¿Crees en el perdón de los pecados y la vida perdurable, a través de la Santa Iglesia?». Fue así como Novaciano pasó a la historia como un hombre herético, entendiendo por «herejía» la voz derivada del griego «hairesis» que significa preferencia, partido, opinión especial a la que uno se adhiere de modo obstinado. Así el hereje no siempre era un impío o un ignorante en la estricta acepción del término, sino un hombre apasionado por un determinado dogma que destacaba en detrimento de las demás enseñanzas doctrinales.
El «novacianismo» se caracterizó por su excesivo rigor, sobre todo en la doctrina penitencial, extendiéndose hasta el siglo VIII por toda la Iglesia.
Lista negra
La relación de antipapas es extensa en la historia de la Iglesia antes del Concilio Vaticano II, celebrado a principios de los 60 del siglo XX. Además de Novaciano y del primero de todos, San Hipólito (217-235), reconciliado luego con el Papa San Ponciano, podemos encontrar a Roberto de Ginebra (septiembre de 1378-septiembre de 1394), bajo el nombre de Clemente VII, en oposición a Urbano VI. Gil Muñoz, canónigo de la Iglesia Catedral de Barcelona, también figura en la lista negra de falsos pontífices, lo mismo que Benedicto XIII, en 1419. Hagamos constar también que algunos antipapas llegaron a ser después verdaderos Papas en elecciones legítimas.