Buscar Iniciar sesión

J.P. Cuenca: ‘’En Brasil es fácil que te roben la identidad’’

El autor novela en ‘’Descubrí que estaba muerto’’ cómo un delincuente tomó su nombre y apellidos
larazon

Creada:

Última actualización:

El autor novela en ‘’Descubrí que estaba muerto’’ cómo un delincuente tomó su nombre y apellidos
¿Qué harías si un día te llamase la policía para decirte que estás muerto? El escritor brasileño J.P. Cuenca tuvo claro que convertiría en arte una de las anécdotas más inverosímiles que le habían sucedido, pero ‘’Descubrí que estaba muerto’’ es más que eso. Es una novela autobiográfica que, rápidamente, se expande desde el protagonista hasta llevarnos a un fiel retrato del Río de Janeiro preolímpico. Es una historia que nace de su persona para convertirse en algo mucho más grande que él.
Con sus ojos bajo unas opacas lentes se puede entrever su mirada, que todavía alberga la incertidumbre de un caso sin resolver. Entre las paredes de un elegante hotel y sus tatuajes de ambos brazos, esboza una sonrisa en esta mañana de primavera. De visita en España por unos días, J.P. Cuenca habla sobre todo lo que envuelve las páginas de su libro.
P: Cuando comenzó a escribir esta novela, ¿tenía esperanza de que aportase algo de luz sobre lo que había ocurrido?
R: Sí, al inicio sí. Toda la parte de los detectives en la investigación, buscando a esa mujer... todo eso pasó.
Y una vez que terminó de escribir, ¿tuvo ocasión de descubrir algo nuevo?
El libro deriva unas dos o tres veces. Empieza por esta investigación que sucedió de verdad y, de ahí, pasa a ser un análisis social de lo que ocurre en la ciudad, una reflexión sobre el papel que desempeña el escritor y, después, algo más metafísico sobre la propia naturaleza de la muerte.
Es decir, que desencadenó en mucho más de lo que había esperado.
Exactamente. Aún así, el caso policial sigue abierto.
Tras la publicación, ¿recibió algún mensaje de alguien que pudiese ofrecer algún dato sobre los hechos?
No, ya era muy difícil hacer hablar a la gente que vivía por el barrio. Tenían miedo porque el dueño del terreno en el que se encontró el cuerpo era un miliciano. Es decir, pertenecía a una mafia de ex policías que controlan gran parte de Río. Así que era al revés: Yo le preguntaba a ellos.
Usted intentaba averiguarlo y no había manera. Ya han pasado años desde entonces y sigue sin saber nada.
Sí, así es.
¿Qué me dice de la gran reflexión interna que hay a lo largo del libro?
La anécdota policial acabó siendo, al final, una excusa para investigar muchas cosas más importantes que mi caso personal. De hecho, mi robo de identidad se ubica en el centro de la crisis de identidad de la ciudad, en una época de cambios urbanos. Tuvo lugar en Lampa, que es un barrio muy simbólico de la cultura brasileña, del samba y es, además, una zona de escritores históricos. Lo que estaban haciendo en aquel momento era destruirlo, echar a la gente para reformarlo.
Con motivo de las Olimpíadas, ¿no?
Sí, precisamente.
¿Llegó a descubrir algún caso similar al tuyo?
De hecho, que ocurra algo así allí es común. En Brasil es muy fácil el robo de identidad. Lo extraño es que solo utilicen tu nombre para morir.
Sí que es curioso, hubiera tenido más sentido si lo utilizasen para escapar.
Pues sí. El hombre era un fugitivo de la policía de un robo a mano armada, pero no hizo nada más con mi nombre. Este hecho también deja al personaje un poco loco y se puede ver en la novela.
En el libro deja ver en varias ocasiones que se siente más en casa cuando no lo está. ¿Qué sentimientos tiene entonces con respecto a Brasil?
Pues es horrible lo que hay ahora. Creo que este libro fue medio profético porque, cuando lo estaba escribiendo, la gente acreditaba que Brasil estaba condenado a la prosperidad infinita y que Rio sería el núcleo de un proceso, básicamente higienista, del que yo era bastante crítico. El estado democrático de derechos puede ser una cosa muy selectiva, se veían muchas desigualdades y creo que este pensamiento de que es posible prosperar utilizando como combustible a los más pobres fue lo que me hizo emulsionar.
Cambiando un poco el enfoque del tema, cuando estaba escribiendo el libro, ¿dirigió casi simultáneamente una película sobre el mismo hecho, ‘’A morte de J.P. Cuenca’’?
Sí, así es. No son adaptaciones, son obras que se complementan.
¿Como un diálogo entre una y otra?
Sí. A veces es un diálogo armónico y otras, es como algo que choca.
¿Cómo fue para usted enfocar un mismo hecho desde dos lenguajes distintos? ¿Qué le aportó cada uno?
Tuve la idea de hacer la película cuando me vi en esa manzana destrozada, abierta, como un cadáver expuesto en medio de la ciudad. Empecé a sacar fotos y pensaba ‘’si no filmo esto ahora, en unos meses ya nadie lo va a hacer’’. Había algo de lo que me enamoré muchísimo en esta confusión. Escribía y escribía, pero yo quería la imagen. Era la necesidad de retener algo que iba a pasar muy rápido.
¿Esta anécdota supuso para usted, como autor, algún tipo de punto de inflexión?
Diría que sí porque me sirvió como disculpa para matar a un personaje. El libro termina siendo como una especie de suicidio ritual de alguien de quien yo ya no estaba muy satisfecho.
¿Cómo ha ido rellenando los huecos? Es decir, ¿cómo separa la ficción de lo real?
Esto me parece todavía misterioso. En medio de este proceso, llega un momento en el que ya no sabes si escribir lo que viviste o vivir cosas para escribirlas. Es como una especie de vida Ready Made, como vivir en estado de arte.

Archivado en: