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Javier Furia: el último caído de la Movida

Javier Pérez Grueso, conocido como Javier Furia, a la izquierda, en el rodaje de «Laberinto de pasiones»
Javier Pérez Grueso, conocido como Javier Furia, a la izquierda, en el rodaje de «Laberinto de pasiones»larazon

Los Radio Futura rezumaban rabia y modernidad, descaro e insolencia en ese trabajo. En los tiempos de «Música moderna», pasaban por la Puerta del Sol para tomar un avión, se hacían los coros con insolencia y alargaban las vocales como un escupitajo. Los Radio Futura de Javier Furia rezumaban porvenir y buscaban las melodías como corrientes de aire ascendente. Luego las planeaban hacia el suelo con sustantivos concretos y prendas de vestir el sábado por la noche. Cuántos grupos de hoy darían un dedo por saber copiarles sin que se les notase. Ayer falleció Javier Pérez Grueso, más conocido como Javier Furia, miembro original del grupo (con su fallecimiento y el de Javier Sierra, ya se han ido dos de los miembros fundadores) que inauguró la Movida. Pero su caso fue paradigmático por varias razones. La primera: ¿Cómo podría no ser una figura central de la Movida alguien que estaba en el disco fundacional, pero antes en Alaska y los Pegamoides y que después fue «miembro honorífico» de Kaka de Luxe –quizá el primer grupo punk a la española–? ¡Alguien que colaboró también con el primer Almodóvar! Y quien más tarde grabó con Paco Clavel. Porque si algo fue la Movida, y esto es indiscutible, es una actitud y un espíritu, si es que hemos llegado a la conclusión de que sus obras fueron más o menos fútiles, que eso está por verse. Pues Javier Furia era la encarnación de esa lengua fuera, ese me da igual, de un gran «no os aguanto más». Su papel no fue el protagonista sino el de precipitador de unos tiempos trepidantes, los de los años 80 en Madrid. Fue una de esas personalidades necesarias para que lo demás surja mágicamente. Y es que, quizá, su aparente falta de protagonismo sea lo que le coloque en un lugar arquetípico del movimiento cultural al que perteneció: fatuo dicen algunos, pero sería que no estaban allí o que no mantuvieron una charla con Javier Furia. Porque, tras la música, cultivó la creación por el placer de hacerla, por la necesidad de transmitir sus sentimientos. Se volcó en las artes plásticas siguiendo los pasos de Herminio Molero, alma mater de Radio Futura, porque encontró en ese lenguaje el más adecuado para su torrencial creatividad. Santiago Auserón le recordaba en Facebook de esta manera: «Me he levantado con la malísima noticia de la muerte de Javier Pérez Grueso, que fue compañero de local de ensayo, estudio, viajes y tablas durante algún tiempo. Le conocí en un club nocturno madrileño disfrazado de mariposa atómica ataviado con mallas y alas de cartón plateadas, cubierto de purpurina». Sin embargo, dejaba entrever alguna amargura: «Siempre se mostró alegre, provocador y cercano. Dejó la primera formación de Radio Futura sin guardar rencor, que yo sepa. No nos volvimos a ver hasta el juicio por la demanda en torno al nombre del grupo. Era el Javier de siempre, de humor picante, cortés y afectuoso. Ya no le vi más, hoy lo lamento». Tras el primer álbum, Javier Furia y Herminio Molero abandonaron el proyecto que en realidad habían liderado, Radio Futura tomó otro rumbo, y más tarde se quedó con la propiedad de la marca. Pero a quién le importan las marcas cuando hablamos de un artista.