Javier Gutiérrez: «Nos hemos callado para que nada amargase la fiesta»
El mérito de Javier Gutiérrez fue el de un cómico haciendo de policía. El ánimo irónico y socarrón encerrado en un hombre oscuro, de pasado, ideas y métodos franquistas. Por esa transformación se llevó la Concha de Plata en San Sebastián, el Feroz y también el Goya. El galardón le supo a reconocimiento y también a responsabilidad y confiesa: «Me habría hecho ilusión que se lo llevara Raúl Arévalo –coprotagonista de “La isla mínima”, su media naranja policial y rival en los galardones–, pero me habría entristecido decepcionar a todos los que esperaban que ganase este premio».
Es actor todoterreno, con 20 años de carrera a sus espaldas, y reconoce que tiene «los pies en la tierra». Sabe que este Goya «no te regala nada, ni trae proyectos debajo del brazo. Así que mañana mismo me pongo a picar piedra y a empezar de cero, pero a ver si me ayuda a conseguir trabajo». Gutiérrez es uno de los máximos representantes del fenómeno de «La isla» de Alberto Rodríguez, y también del resurgir del año histórico del cine español.
Está «muy orgulloso de haber puesto un granito de arena» en ese resurgir pero recuerda que «ahora le toca a los gobernantes arrimar el hombro. No se pueden quejar, menos después de la gala de los Goya, en la que podríamos haber dicho muchas cosas pero nos hemos callado la boca para que nada amargase la fiesta. Era un momento para celebrar».
Guiérrez comentó que, como otros años, «quizá se esperaba una gala reivindicativa en la que el mundo del cine fuera el buque insignia de protestas, pero ha sido una noche elegante y educada». Insistió en recordar que desde la industria, productoras, directores, actores... se ha dado el «do de pecho» y ahora esperan respuesta en forma de «bajada del IVA cultural», por ejemplo.