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«Jean-Marie Gustave Le Clézio: "El conformismo es una esclerosis del espíritu, algo muy peligroso"

«Jean-Marie Gustave Le Clézio: "El conformismo es una esclerosis del espíritu, algo muy peligroso"
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El Premio Nobel de Literatura de 2008 publica «Bitna bajo el cielo de Seúl», una bella metáfora que reivindica el arte de contar historias, escucharlas y su significado, ambientada en Corea del Sur

Le Clézio es una inteligencia liberada de taxonomías impuestas y prejuicios heredados; un escritor que se ha sacudido el yugo de los estereotipos y que sostiene, contra las mareas imperantes, que Oriente y Occidente es una división que no responde a ninguna realidad. Tenemos así una mente atravesada por la saeta de la literatura, transfronteriza, que amasa unos libros con el material incandescente de las culturas. Su «Bitna bajo el cielo de Seúl» (Lumen) es una metáfora sobre la vida y el arte de las historias que parece beber de Sherezade, pero arranca de una leyenda de Cachemira y está ubicada en Corea del Sur.

–¿Intenta reflexionar sobre el origen de las historias?

–Vivimos en un mundo donde la gente no para de contar historias. Un entorno repleto de relatos con tendencia a devorarse unos a otros. Eso hace que al final dejemos de creer y no creemos nada.

–Los políticos también lo hacen, por ejemplo.

–La literatura, tal cual, no tiene que ver con la política. Siempre he mantenido una idea muy ambiciosa de la literatura: nos permite comprender mejor los hechos que todos los discursos políticos o las leyes.

–Va más allá.

–No existe una literatura europea o asiática. La literatura no es un territorio real. Yo puedo leer «El Quijote», pensar que es español y, también, que puede estar ligado a la Mancha, que pertenece a un lugar determinado. Pero, al mismo tiempo, representa un combate contra la literatura medieval, que es una máquina de guerra contra el «Amadís de Gaula». Entonces, puedo considerar que Cervantes también podría ser alguien de hoy en día que viviera en Londres y escuchara en sus cafés un montón de historias y pudiera desencadenar una lucha contra el conformismo de nuestro tiempo.

–¿Qué tiene de malo el conformismo?

–No me gusta. Es muy peligroso. Es una esclerosis del espíritu y del alma, y nos lleva a una realidad preocupante. Desgraciadamente vivimos en esa idea. Ahora mismo hay una necesidad de repetir, de ver lo mismo. Existe en la gente cierta pereza.

–¿Y qué piensa de los nacionalismos actuales?

–Suponen una negación de la realidad. Estamos en una época que niega la realidad. El populismo, los nacionalismos, los fascismos son negaciones de la realidad en la que estamos innmersos. Pero también le diré que se comprende, porque el paréntesis de la dominación de Europa sobre el resto del mundo está llegando a su fin y siempre es muy difícil asistir a cómo los privilegios que teníamos desaparecen o se pierden. Pero hay que decirles a los nacionalistas que se esquivocan y que ese cambio, lo quieran o no, se va a producir.

–Su novela está ambientada en Corea del Sur. ¿Cómo contempla ese encuentro entre Oriente y Occidente?

–No existen Oriente y Occidente. No son más que inventos. Existen culturas y hay momentos históricos. No creo que haya nada parecido a eso de Oriente y Occidente. Hay individuos y personas que se han formado por influencias de sus culturas. En mi caso, leí muy temprano el «Lazarillo de Tormes» y «El Quijote». Estos libros me han formado en la cultura española y me han conformado también. Lo mismo ha sucedido cuando más adelante leía a Jack London, Dickens o Victor Hugo. Todos ellos nos forman. Cuando los leo me puedo considerar más español, más francés o más inglés. Lo mismo sucede cuando leo a los escritores chinos. Me convierto también un poco en chino. Por eso no considero que existan esas diferencias, más que determinados detalles, como es la forma de comer, la gestualidad de las personas, las referencias en la religión o ciertos temas políticos.

–Por eso, ¿tampoco debe creer en las naciones?

–Una de las grandes cualidades de nuestra época, de nuestro tiempo específico, es que es muy fácil que las culturas se encuentren. Si, por ejemplo, nos remontamos a Marco Polo, Vasco de Gama o Colón, ellos podrían tener la tentación de creer que iban a ver algo totalmente diferente, y que iban a cambiar las cosas. Pero rápidamente se dieron cuenta de que no era así. Lo que tenemos hoy son esos ciudadanos del mundo que son explotados. Ellos no pueden hacer nada. Pero ya se sabe. Y eso es un avance.