Jerónima de la Fuente, una monja en la feria de las vanidades
Un retrato de Velázquez se convierte en la estrella de Tefaf de Maastricht, junto a un lienzo de Pablo Picasso valorado en más de cincuenta millones y un cuadro de Goya que asciende por encima de los cinco.


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La Tefaf deja claro que en el mundo existe una clara división. Las personas que compran sus muebles en Ikea y los que adquieren muebles Luis XIV para ordenar sus hogares. A los primeros habría que llamarlos clientes y a los segundos, más propiamente, coleccionistas, por su capacidad de convertir en una galería lo que solo es un domicilio. Esta feria prueba que, en medio del hundimiento de la clase media y las dudas económicas introducidas por Trump en el mercado financiero, todavía perviven familias que viven ajenas a ese tipo de dramas mundanos. Sin duda es un lugar donde, a la sombra de algunos precios y obras de arte, muchos adinerados podrían considerarse insolventes. Un sitio donde al visitante le agasajan en el pasillo ofreciéndole bebidas, canapés y una diversidad de restaurantes con marisco en la carta. Aunque ese visitante sea periodista, lo que es de agradecer.
Estos son unos pabellones que sin duda se desenvuelven en un lujo flor de Lis y que sonríe con la encantadora paradoja de que una de las piezas estrellas sea el cuadro de una monja más sobria que el agua y más austera que el esparto. El retrato de Jerónima de la Fuente, de Velázquez, que se exhibe aquí es una de las tres copias que realizó el maestro sevillano y más que un lienzo es puro morbo. Se exhibe al lado de un crucifijo que se ha tratado de vincular con la obra de Miguel Ángel (porque no es un Miguel Ángel) y que tiene un precio de un millón ochocientos mil euros (porque no es un Miguel Ángel).
Un representante de la galería dice que sí que está a la venta, pero el Ministerio de Cultura dice que solo tiene permiso para exhibirlo en Maastricht
En Stuart Lochhead, uno de sus representantes explica que han traído este Velázquez para mostrarlo al público y promover la cultura española, porque eso es a lo que se han dedicado toda la vida las galerías londinenses en las ferias de arte: a promover nuestra pintura. La realidad es que el barullo que rodea a este lienzo es si se puede o no comprar. Un representante de la galería dice que sí que está a la venta, pero el Ministerio de Cultura dice que solo tiene permiso para exhibirlo en Maastricht y que no está a la venta. ¿No es genial? La pregunta que queda suspendida en el aire es: ¿qué hace entonces en la feria? ¿Quién paga seguro, traslados y asume riesgos solo para enseñarla? ¿Estaremos ante un gesto de filantropía sin precedentes? El Velázquez tiene protección BIP (Bienes de Interés Patrimonial) y tiene que regresar a España. Ahí puede ser adquirida, por cualquiera, incluso por alguien que la hubiera visto en Maastricht, aunque, eso sí, no la pueda sacar del país.

El lienzo más caro en Tefaf es «Les Dormeurs», de Picasso. Y, vaya, tampoco está a la venta. ¿No encuentran maravilloso que concurran en una feria de arte piezas solo para el disfrute del público? Este cuadro se exhibe en la galería Landau Fine Art y pertenece a la colección particular de su dueño. «Es el corazón de la colección», especifica un chaval, que, por supuesto, es de la familia, y que de esa manera justifica que no salga al mercado. El precio de venta sería superior a los cincuenta millones de euros y otro de los argumentos que se esgrimen para no deshacerse de él es que solo lo traen para enseñar al mundo que Tefaf es la única feria del mundo donde puede seguirse el curso de la historia del arte desde sus instancias más primitivas hasta hoy. Tal cual. Ahí queda.
Lo que sí se vende (por fin) es un Goya: «Retrato de María Soledad Rocha, marquesa de Caballero». ¡Hasta tiene precio! Cinco millones y medio. Un precio razonable, según indica galería -el récord del artista español está en la venta de los retratos de Leonora Antonia Valdés de Barruso y María Vicenta Barruso Valdés, que alcanzó un montante de 15 millones de euros en una subasta en Christie's-.
Al morir el propietario español de «La marquesa de Caballero» lo dejó en herencia a un familiar. La lógica indica que por eso podría ser español. Pero a saber. Esta vez, cuenta con permiso de exportación y venta, y, todo apunta a que no tiene protección del Estado. Se ha exhibido en Nueva York, en Londres y aquí. Sería la copia original de las dos que existen y formaría pareja con el «Marqués de Caballero» que adquirió el Huntington Art Gallery.
Esta edición de Tefaf, donde participan 273 galerías de 21 países de cinco continentes y un grupo de ecologistas que animan la entrada con sus protestas (estos chavales no respetan ni el asueto de los millonarios), deja entrever una las tendencias apremiantes de la actualidad: la demanda de mujeres artistas, quizá porque los museos están corrigiendo ausencias notables (ahí está «La Roldana», una «Virgen de la Inmaculada Concepción», de Luisa Roldán: una estatuilla de extraña fragilidad).
La presencia española crece
La presencia española también crece este 2025 y pasa de cinco a siete galerías (se han sumado Montagut y Veta). Caylus trae un «Arrepentimiento de San Pedro», de José de Ribera (un pintor muy presente este año: también hay obra de él en la galería Colnaghi) o «Cristo en la Cruz», de Pedro Núñez del Valle; en Mayoral sobresale un Miró y Sean Scully de un millón; y en Artur Ramon, que lleva quince años aquí, promociona artistas catalanes, como Santiago Rusiñol, Miró y, para cambiar de tercio, pero no de nombre, otro Ribera: «San Pedro en lágrimas».
Los españoles no son los únicos que han clavado una pica en Flandes, aunque ya no sea así, pero entiéndase. En Tefaf, que espera superar este año los 50.000 visitantes, han coincidido piezas de indudable valor. En la mencionada Landau hay un Kandinsky bastante espectacular (la modelo se casó con el artista) y una escultura de Henry Moore nada despreciable (aunque sea solo por el tamaño, superior al de un hombre con alzada); en M. S. Raw han reunido a dos amigos, un Van Gogh de 4.4 millones y un Gauguin, de 5.4; en este mismo rincón sobresale un Magritte -artista del que existe bastante presencia: la galería Lelong tiene otro-, llamado el «Carnaval de la sabiduría» de 8.9 y un Monet de 7.2.
En Tefaf concurren obras de muy distinto tono, como pianos, porcelanas, esferas armilares o esculturas griegas. Se puede contemplar desde un San Sebastián de Andrea Vaccaro -siglo XVII-; «Retrato de medio cuerpo de un hombre», de Antonio Moro; una Magdalena penitente de Bartolomé Murillo; un retrato de Juan Pantoja de la Cruz o, incluso, una pintura de Winston Churchill. Sí, porque este era un hombre de múltiples facetas. Ganó la Segunda Guerra Mundial, ganó el Nobel sin escribir una novela (solo por sus memorias) y este cuadro confirma que, si Dios le hubiera concedido más tiempo y a pesar de no ser español, habría sido capaz de ganar hasta el Premio Velázquez.