Joaquín Rodríguez, de Los Nikis: "No es un disco, es un estertor"
Los «Ramones de Algete», que influyen en un buen número de bandas actuales, publican el 1 de febrero un EP sin objetivos, expectativas, ni intención de tocar en directo
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Los «Ramones de Algete», que influyen en un buen número de bandas actuales, publican el 1 de febrero un EP sin objetivos, expectativas, ni intención de tocar en directo.
Son las 11:00 de la mañana en el barrio de la Alameda de Osuna, a las afueras de Madrid. Aparte de algún paseador de perros y de algún jubilado que arrastra un carrito de palos de golf, no se oye ni un trino mientras hacemos la foto a Joaquín Rodríguez, bajista y compositor de Los Nikis. Baja con su perra, Inés, de apenas un año, y saluda a todos los vecinos con los que se cruza, entre ellos, algún que otro piloto de Iberia, la misma profesión que tiene Joaquín realmente. En el barrio, flanqueado, sí, por un campo de golf, vive también alguno de sus compañeros en la mítica formación que, inesperadamente, ha sido mencionada como influencia musical en las reseñas de algunos de los grupos más jóvenes y frescos de los que han surgido últimamente. El 1 de febrero aparece «Menos de lo mismo Vol I», un EP de cuatro temas que podría tener continuidad discográfica pero jamás, jura, vida en directo. «Yo quiero sacar más, pero ya están los otros moñeando... que si estamos mayores y no sé qué», comenta Joaquín, que tampoco es que esté entusiasmado con el nuevo trabajo.
–Porque su ocupación es la de piloto de Iberia.
–Sí, el grupo estuvo en activo entre el 80 y el 90, y yo llevo en Iberia desde 1988. Lo compaginé algún tiempo.
–¿Por qué publican un EP ahora?
–Pues porque es post-mortem, desde la tumba. No es un disco, es un estertor realmente. Su recorrido es nada más que eso, sacarlo y ya está. Exactamente igual que hace 20 años con el «Más de lo mismo», sin ambiciones ni expectativas. Y esta entrevista no es «promo», porque nos da igual lo que suceda con él. Le dijimos a Luis (Fernández, de Sonido Muchacho), que es quien lo ha pagado, que haríamos cuatro o cinco entrevistas y ya está. Por él. Nosotros solo queremos una copia para los nietos.
–¿Ni se les va a ocurrir dar un concierto, no?
–No, no. Esos titulares que han salido de que los Nikis vuelven es solo en sentido discográfico y puntual. No tocaremos ni de coña. Nos han ofrecido «tropecientas mil» cosas y siempre hemos dicho que no, salvo dos noches separadas por cinco años.
–¿Por qué?
–Requiere mucho esfuerzo. Cada vez que tocamos se nos han olvidado las canciones y hay que volver a ensayarlas desde cero. Bueno, a sacarlas, porque no recordamos cómo van los acordes y no los tenemos escritos ni apuntados ni nada. Y no es que sean complicados...
–Pues con la ola de nostalgia que hay...
–Es un problema de los demás. Nosotros tenemos bastante de los Nikis y, aparte, es que no somos más que cuatro burgueses mayores y no nos vemos...
–¿Las canciones nuevas son recientes?
–Sí. Llevaba años sin componer, pero recibí unas clases de piano y gracias a eso aprendí a hacerlo con otro método, aunque el resultado es exactamente el mismo. Porque las canciones me salen igual. Es un sistema que consiste en tararear en la M-30, inventarte una melodía, y al llegar a casa con lo poco que aprendí de piano saco los acordes.
–¿Por qué ha dado clases de piano?
–Coincidió que tenía un teclado muerto de risa y quería darle un poco de utilidad. He aprendido algunas cosas que ya sabía intuitivamente, porque habíamos tocado toda la vida sin tener ni idea y a eso le pones nombre y lo comprendes. Pero que nadie piense que este EP va a ser de rock progresivo, porque es más de lo mismo.
–Escribió un libro con la tesis de que no hace falta saber de música para hacer un grupo.
–Sí... se llama «NPI de música» (Ediciones Chelsea) y voy a tener que coger las páginas una por una y arrancarlas, echarles sal como Mortadelo y comérmelas.
–Pero seguirá componiendo con los mismos cuatro acordes y ya.
–Uf, no. Tres, tres...
–Así que se desdice de lo publicado.
–Desde luego, porque el piano fue el año pasado. Este año estoy recibiendo clases de banjo.
–¿?
–Llevo seis meses con ello y estoy muy contento. Es que siempre me ha gustado el country y el bluegrass.
–Habla en el libro de lo que supone ser bajista.
–Sí, la verdad es que podría haberme puesto a dar clases de bajo, que buena falta me hace... Pero nunca me ha interesado tocar bien. Seguro que aprendo una floritura y querría meterla con calzador en cada canción y no, no estoy por la labor.
–En el libro carga contra el virtuosismo y la solemnidad de algunos grupos.
–Está bien que la gente sepa tocar pero no que te lo restrieguen todo el rato en la cara. Eso es lo que llevo mal. Y la gente también, creo. Como las letras alambicadas... me espantan. Está en las antípodas de lo que hago yo y supongo que a los demás les espantará mi estilo.
–¿Nunca se les pasó por la cabeza hacer algo con cierto compromiso político?
–Nada. Cero. Solo contenido cáustico y moderadamente humorístico. El rollo político le sacaron los tres pies al gato «post mortem». Porque en los 80, nada. La canción de «El Imperio contraataca» es del 84 y estuvimos seis años tocándola en todos lados y jamás hubo nada de brazos en alto y eso que se ha dicho. Fue un invento posterior. Y lo que pasó después de los 90 nos resbala completamente.
–¿Hubo una apropiación de la extrema derecha?
–Sí, bueno... Una vez llamé a un partido político de ese signo, hace como 20 años, porque en una subpágina de su web sonaba la canción. Y les exigí que la quitaran porque no quería que ningún partido la utilizase y porque además la habían cogido sin permiso. Pero vamos, que ni pagando.
–¿Le molestó esa asociación de la canción?
–Nah. Si nos daba igual en su momento, imagínate ahora. Es que nos resbala todo. A mí, que estoy más en la música, todavía... pero los demás es que ni escuchan música en casa.
–¿Se sintieron parte de la Movida?
–Pues al principio estábamos un poco fuera... porque vivíamos a 30 kilómetros y bajábamos a Madrid en autobús y el último era a las 22:30. Así que no estábamos en el círculo, aunque éramos amigos de los Pegamoides y de Parálisis Permanente, pero esto de Almodóvar y tal nos pillaba lejos, la verdad. Me enteré de que existían las Costus hace cuatro días.
–No se sintieron partícipes de todo aquello.
–En esa época, sobre todo hasta el 84 u 85, era algo muy pequeño. Pero sí que nos sentíamos parte, no voy a decir ahora que no. Estuvimos tocando del 80 al 90, que es el periodo más importante de aquello, y no salimos nunca fuera de Madrid hasta el 84 u 85. La segunda mitad fue después de «El imperio...», que llegó a número uno en Los 40 y pudimos salir, y coincidíamos con Gabinete, Loquillo, Aerolíneas Federales, Siniestro Total...
–¿Ser número uno en Los 40 les alejó de la Movida?
–No, la verdad. Porque entonces todos los grupos que conocíamos también tenían éxito. Más que nosotros. En nuestra oficina de contratación había 11 bandas y nosotros éramos los más «mataos». Eran Dinarama, Nacha Pop, Loquillo, La Frontera... que daban más conciertos. Nunca nos sentimos fuera. Al principio sí, claro, porque todo se cocía por la noche y teníamos 17 años y cogíamos el autobús.
–¿Qué pasó después del número 1?
–Todo estaba influenciado por la cadena Ser y ellos dictaminaban quién vendía y quién no. «Marinas a pleno sol» vendió como diez veces más que los otros, más de 50.000 copias. Y 40.0000 eran oyentes de la Ser que se compraban el disco y, a lo mejor, a la semana siguiente oían a Pablo Abraira y también se compraban el disco. Los 10.000 primeros eran de fans, pero lo demás era ficticio.
–Tiempos de Los 40.
–Claro, una semana sonabas mogollón y... Tuvimos una firma de discos que ni nos la creíamos en una planta entera de El Corte Inglés que llegamos pensando: «¿Quién habrá liado esta movida?». Y éramos nosotros. No dábamos crédito. Pero todo era mentira porque a la semana siguiente se olvidaban.
–¿No echa de menos el éxito?
–No, y los demás, menos todavía. El único que ha seguido mezclado con la música he sido yo. Pero cada cosa en su momento. Ahora...
–¿No habrían seguido?
–No no, para nada. Al contrario. Encantados de que eso no sucediera. Luego llegaron los 90 y fue una época oscura. La gente cantaba en inglés y hacía canciones serias. Y peores, para mi gusto. En la biografía de Johnny Ramone coincidimos todos. Que fue una época horrorosa. El cambio al rollo «indie» y eso... de hecho, los grupos de los 80 que siguieron en los 90 como Gabinete lo pasaron mal. No era para nosotros.
–Se arrepentirá de decir que saber de música no vale para nada.
–Me desdigo completamente: está bien saber algo de música. Pero me reafirmo en que no está bien ponerse pesado.