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José Coronado: «Benditos galanes: lo importante es trabajar»

larazon

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Llega con su sonrisa de tímido seductor colgada de los labios y enseña y oculta la mirada, intermitentemente, como si jugara. Se sabe bien ese papel, el de conquistador de todos los públicos; lleva interpretándolo muchos años. Pero, para sorpresa de muchos, José Coronado es capaz de convencer con otras caretas bien distintas. Como la de pérfido que se puso en «No habrá paz para los malvados», o la de antipático, que le ha tocado llevar, al menos al principio de la película, en «Los últimos días», de los hermanos Pastor.
-El que interpreta en «Los últimos días» es un personaje antipático. ¿Son más agradecidos estos papeles que aquellos de galán que antes siempre le adjudicaban?
-Entre el galán y el tipo duro, prefiero el galán. Pero benditos galanes y benditos tipos duros: lo importante es trabajar. El personaje de Enrique, digamos que es un tipo necesario en estos días. Es ese tiburón, el hijo de p... que, en un mundo carente de ética y de moral, necesitan las empresas para echar a la gente y así poder reestructurarse. Lo que pasa es que luego se ve abocado a otra historia.
-No es para menos, pasa de una vida, digamos convencional, a no saber qué va a ser de él en un mundo enfermo de pánico a los espacios abiertos... ¿Es un thriller apocalíptico?
-Para mí es una peli de aventuras muy americana, porque los directores, los hermanos Pastor, han mamado del cine americano, se han formado allí e imprimen a la cinta ese ritmo, ese estilo y esa acción trepidante que hacen que la factura sea maravillosa. Y todo sin olvidar sus raíces europeas, desde las que apelan a las emociones, a que te toque el corazoncito.
-La acción podría desarrollarse en cualquier parte del mundo, pero sucede en Barcelona. ¿Uno vive más una película si reconoce los lugares por los que transitan los personajes?
-Es posible que nos guste ver aquello que está más cerca de nosotros. Así, te metes más en lo que te están contando y lo entiendes mejor. De alguna manera, te identificas más con la historia. Ya ocurre algo así cuando conoces a los actores. Pero, en este caso, al ser una ciudad reconocible por la que tantos hemos caminado y en la que los personajes que nosotros interpretamos no son héroes sino tipos corrientes, a los que les pilla el fin del mundo en una situación normal, a la que tienen que sobrevivir, hace que el espectador se pueda meter más en la película y probablemente disfrutar más del viaje.
-Le sientan bien los personajes malotes con barbas y sin duchar. Ahí está, además de este Enrique de «Los últimos Días», el Santos Trinidad de «No habrá Paz para los malvados», que posiblemente ha sido el culmen de su carrera...
-Era un personaje maravilloso, desde luego, pero hay que pensar que si hay un personaje maravilloso, pero no tiene película, no es nada. Yo siempre miro primero la historia, luego quién la dirige y por último, mi personaje. Pero es cierto que en esa película se daban los tres elementos necesarios para conseguir –como pasó- que no sólo mi trabajo, sino el de mucha más gente, resultase premiado.
-Sea como fuese, ese personaje fue muy celebrado y le valió ese Goya que colocó sobre la mesilla para, al despertar, no pensar que lo había soñado.
-Es cierto, ja ja ja... Pero quise pensar que el Goya no era sólo por ese trabajo , sino un poco por toda una profesión. Me dio un subidón brutal, pero tampoco les doy mucha importancia a los premios.
-Precisamente ahora le van a dar uno a la trayectoria, el premio Málaga SUR en el Festival de Malaga-Cine Español.
-Pues mira, le doy más importancia a la trayectoria que al premio. Hay años que tienes trabajos estupendos y el premio se lo lleva otro y tu trabajo pasa sin pena ni gloria. Sin embargo, el homenaje a una carrera, aunque te fastidia porque te recuerda los años que tienes, te hace darte cuenta de que llevas 26 aquí, que has hecho muchas cosas, que algunas han funcionado y que has aportado tu granito de arena a la industria y a la sociedad.
-¡Y tantas! ¡Si no para, ni en tiempos de crisis! Le van a tomar manía tantos compañeros que hacen guardia junto al teléfono sin que suene. Ha terminado el rodaje de «Crisis», con Néstor F. Dennis, va a rodar otra película con Isaki Lacuesta, además de una serie, acaba de estrenar «Los últimos días» y tienen que ver la luz aún «Hijo de Caín», «What about love», que rodó en inglés con Sharon Stone, y otra en fránces que se llama «In solitaire». ¿Cómo lo consigue?
-A veces me da incluso apuro hablar de lo bien que me va... Pero me va muy bien. Intento ser un poco humilde y no demasiado ampuloso a la hora de contar mis proyectos, por respeto a los compañeros que, como dices, están esperando; pero en mi favor tengo que decir que nunca he dejado de trabajar, porque nunca le he hecho ascos a ningún medio, ni ha habido un trabajo que me pareciera pequeño. Para mí tan importante es el cine como el teatro o la televisión. Así que si falta en algún sitio..., pues te vas a otro.
-Donde no se ha querido ir nunca es a Estados Unidos...
-Es que no me gusta el «Star System», porque yo creo que ahí los actores somos monigotes al servicio del marketing, por mucha limusina y «super-roulotte» que te pongan y por mucho que te traten como a una estrella.
-Por cierto, ¿las estrellas tienen que reivindicar hasta en los días de gala de los Goya?
-Los actores tenemos el mismo derecho a reivindicar que cualquier otra persona. En los Goya tiene que primar el cine español, pero también, como en cualquier gala, puede haber gente que opine. Y más en un momento terrible como este que vivimos. Lo que dijo Maribel de un país en el que los ricos roban a los pobres, es que es así. A mí me pareció bien porque lanzó el mensaje, pero sin olvidar dónde estaba ni dejar de agradecer el premio y hablar también de cine. Quizás los comentarios de Candela Peña fueron un poco pasados, para mí, porque ella sí se olvidó de que estaba en los Goya. En todo caso, los actores no tenemos que escondernos para manifestar lo que sentimos, sea que estamos en contra de ETA o de la guerra; pero las galas no tienen que convertirse en un mitin político. Desde la historia ésta de la ceja se han empeñado en que todos somos titiriteros y rojos, cuando yo creo que somos absolutamente independientes y hay opiniones de todo tipo. Quizás por eso nos han dado más caña que a nadie... Si no, no habrían equiparado nuestro IVA con el de un gin-tonic.
PERSONAL E INTRANSFERIBLE
Que José Coronado ha ligado mucho, muchísimo, entre todos los públicos es algo que nadie niega y que quien no sabe, supone; pero de entre todas sus relaciones, sólo queda la certeza de dos evidencias, su hijo Nicolás, también de Paola Dominguín, y su hija Candela, fruto de su relación con la cantante Mónica Molina. ¿Serán artistas como parecería señalado? ¿O quizá médicos, abogados, modelos o empresarios, como pudo haber sido o fue su padre? «Que sean felices», dice Coronado. Y supongo que añadiría que del Real Madrid, como él, «a pesar de la filosofía de ahora, que no me gusta y me hace pro-Barça...¡Pero siendo de Chamberí...!».