Fundación ARCO

José Manuel Ciria: «De ARCO me echaron por vender»

El pintor se sale. El espacio de la galería Blanca Soto de Madrid, donde hoy inaugura su nueva exposición, se ha quedado pequeño para los lienzos, que cuelgan de fachadas y balcones de la calle Almadén.

José Manuel Ciria, en su estudio, nació en Manchester en 1960. Su primera individual fue en la galería parisina Le Ferrière, en 1984
José Manuel Ciria, en su estudio, nació en Manchester en 1960. Su primera individual fue en la galería parisina Le Ferrière, en 1984larazon

El pintor se sale. El espacio de la galería Blanca Soto de Madrid, donde hoy inaugura su nueva exposición, se ha quedado pequeño para los lienzos, que cuelgan de fachadas y balcones de la calle Almadén.

José Manuel Ciria tiene su biografía escrita en formato cómic: esto nos dice mucho de su carácter, de su originalidad y de su talento; de su forma de entender la vida y el arte; de su sofisticación y de su vanguardismo; de sus experiencias neoyorquinas y de su «savoir faire», que destila por cada poro. Su aspecto es divertido y afable; buena persona y mejor amigo, sabe hacer sentir a su interlocutor que la vida merece la pena ser vivida. Comenzamos hablando con él de su exposición que hoy abre sus puertas en la galería Blanca Soto:

–Conocí a la galerista Blanca Soto a través de una amiga común hace ya bastantes años. La química, siempre caprichosa, fue muy positiva, y los encuentros empezaron a menudear en diferentes ferias y países. Cuando me propuso hacer una exposición en su galería de Madrid, ya éramos amigos y tenía muchas referencias sobre ella de persona seria y trabajadora. No obstante, no podía imaginar que se exigiera tanto a sí misma y que se volcase tanto en sus artistas y proyectos. Como el actual espacio de la galería es muy reducido, le propuse llenarlo de suelo a techo con trabajos mezclados de formatos pequeños, con la idea de crear la impresión de que la obra no cabía dentro. Por ello, las pinturas se salen del espacio e inundan todo el fragmento de la calle Almadén. Un enorme toldo cubriendo la calle y muchas obras colgadas de las fachadas y los balcones. Pintura sobre los cierres de los garajes y los escaparates, incluso alguna mancha en el suelo y los bolardos que evitan el estacionamiento. La Caixa nos ayuda económicamente y los vecinos se han mostrado muy entusiastas, son conscientes que la acción es hermosa y un buen reclamo para el barrio. Ahora mismo estamos trabajando en los permisos que debe darnos el Ayuntamiento, pero las cosas de palacio van despacio y hemos tenido que posponer la inauguración dos veces. La intención era que coincidiese con ARCO, pero no ha podido ser.

–¿Su arte encierra algún tipo de lenguaje? ¿Es un medio de expresión?

–Toda expresión artística es una forma de comunicación utilizado por los creadores para mostrar nuestras ideas, preocupaciones e intereses. El medio es lo menos importante. Un niño antes de aprender a hablar, puede expresarse por medio de dibujos que muestran o dan pistas de su estado anímico. Durante muchos años se comprobaba la situación psicológica de un adulto por medio del test de Rorschach. A los locos también se les analiza por la expresión y contenido de sus dibujos. Aunque a propósito de este comentario, como decía Oteiza «el arte de no es lugar para esconder patologías». Sin embargo, hay muchos locos que se creen artistas, e incluso alguno que se piensa crítico de arte. Fuera de bromas, todo artista, supuestamente, configura su propio lenguaje. Es decir, utiliza una serie de elementos «referenciales sintácticos» que se repiten en diferentes medios y obras, hasta hacerse claramente reconocibles por el espectador. En mi caso, llevo años considerándome más un investigador que un artista, precisamente, por tratar de analizar toda posibilidad «verbal» de la abstracción. «Concepto, verbo y dicción» alcanzaba a decir hace algunos años, como sustrato básico de la pintura que se configura a la búsqueda de los elementos distintivos-significativos en cuanto a detonantes plásticos en el reconocimiento y ocupación del plano pictórico. Perdón, siempre he tenido la vocación de teorizar y la necesidad de un guión. No entiendo ni me interesa la pintura puramente intuitiva.

–Febrero ha sido el mes del arte contemporáneo en Madrid y, en general, en toda España, porque de todas partes del país han venido a ARCO. ¿Cómo ves la feria en la actualidad? ¿Se ha quedado obsoleta o sigue teniendo vigencia?

–Tengo ya muchos años de experiencia y a mi modo de ver, una feria no es otra cosa que dinero y puro mercado. No debe de ser otra cosa. En España, concretamente en ARCO, nos empeñamos en convertir la feria en un acontecimiento cultural con montones de actividades, charlas y conferencias, debates y ocurrencias simultáneas. Es normal que a rebufo de ella todo el mundo quiera hacer negocio. Pero nos engañamos. Gastamos montones de dinero en anuncios y actividades para que el mundo del arte sepa de nuestra existencia. Pero entre las «mafias» de cada momento, la crisis que no termina de cesar, el 21% y nuestros miserables complejos, no terminamos de despegar. No vamos a la cola, pero no tenemos una feria de primera. Simplemente es el lastre de los constantes «tics» que no se superan. Juana de Aizpuru, su ideóloga y fundadora hizo una magnífica labor. ARCO era una fiesta. Evidentemente, ella barría para su casa, lo normal, pero en aquella feria que comenzaba no existían aún los «pecados» que después fueron apareciendo con sus sucesivos directores. ARCO es, principalmente, un negocio para cuatro galerías españolas que son las que mandan sobre el cotarro, y a los sucesivos directores no les queda más remedio que seguir sus directrices. Creo que una forma de paliar todos estos «tics» sería que el puesto de director se ejerciera como un cargo político durante cuatro o cinco años. Con total exigencia, pero también con libertad y sin presiones. Sería una feria mucho más dinámica y con proyectos diferentes. Cualquiera que pertenezca al mundo del arte sabe cuáles son las grandes galerías y aquellas nuevas que realizan un buen ejercicio y muestran inusitado interés. Es cuestión de conocimiento, sensibilidad y estar dentro del «CH-ARCO».

–¿Ha participado muchas veces en ARCO? ¿Le satisfizo su presencia en una feria que fue (y sigue siendo) muy importante a nivel internacional?

–Sí, tuve la enorme suerte de participar en muchas ediciones de ARCO, y además hubo años en los que había obra mía colgada en cinco o seis galerías simultáneamente. Fueron unos años estupendos. Mi obra tenía aceptación y se vendía mucho. Después con el paso de los años, la pinza de la «mafia» empezó a estrecharse, y sistemáticamente fueron echando a todas las galerías con las que trabajaba. Me echaron por vender. ¿Verdad Moisés? A las galerías mafiosas les molestaba mi arrogancia y pensaban que si yo vendía ellos no lo harían. En cuanto a la importancia a nivel internacional, podría contestar con una pregunta: ¿cuántas de las galerías verdaderamente importantes del planeta participan en ARCO? Ninguna. Me refiero a aquellas que sitúan a sus artistas en el plano internacional y dominan lo que debe posicionarse en museos y colecciones. No vienen ni de visita.

–La etapa neoyorquina ha sido importantísima en su carrera. ¿Cómo ha influido en su evolución?

–Llegar a Nueva York en 2005 fue una enorme liberación. A pesar del éxito que gozaba en España y de tener buen mercado en Alemania, Bélgica y Portugal, necesitaba escapar y dar un paso al frente. Las posibilidades que ofrece la urbe son inmensas y la atmósfera que rodea al mundo del arte impregna a toda la ciudad. También era una oportunidad de introspección, solamente tenía amistad con Darrell Nettles, un pintor neoyorquino que conocí en Madrid años antes. Arrancar de cero siempre resulta estimulante. Fue una pena que cerrase Stefan Stux, pero sigo trabajando con varios «dealers» como Carole Newhouse, Jeffrey Wilkey y Jo Ann Perce. Presentar el documental «Ciria-Pronounced Thiria» en el MoMA, fue emocionante. En Nueva York, manteniendo mi lenguaje, descubrí nuevas pautas para mi trabajo: aquello de desandar el camino y volver a la estructura, al dibujo, a la línea. Casi cada año, aparecía una nueva serie, además de terminar de desarrollar mi segunda plataforma teórica y abrir las puertas a la tercera. Actualmente trabajo con una galería de Los Ángeles, pero la experiencia de los siete años en Manhattan fue enriquecedora y tengo importantes proyectos para desarrollar allí. Tengo un par de grandes sorpresas para mis seguidores.

–Ahora que andamos con la tan traída y lleva discriminación sexual, ¿cree que el arte es femenino o masculino o que hay un arte para hombres y otro para mujeres?

–Los artistas de las vanguardias clásicas pensaban ingenuamente que el arte podía transformar la sociedad. Nada de cierto en ello, es la sociedad la que marca el arte de cada tiempo. A una sociedad desquiciada, corresponde un arte desquiciado. Si la sociedad siempre ha sido machista, es lógico que el mundo del arte también lo fuera. ¿Cómo si no? Me gustaba hace años, decir que nuestro país glosa un ejemplo excepcional del comportamiento de los artistas. En el norte están los grandes escultores gallegos y vascos. El centro de la península está habitada por los pintores de Aragón, Madrid y Valencia. Y en el sur se producen los mayores poetas, hace demasiado calor para agarrar una herramienta que no sea un bolígrafo. Recuerdo que la maravillosa exposición de Rosemarie Trockel en el Reina Sofía en 1992, fue un detonante para toda una nueva forma de pensar. Y aquella muestra sirvió de inspiración para muchas de mis compañeras tanto en el plano conceptual como el puramente formal. Esther Ferrer siempre estuvo ahí. Todo hombre tiene un lado femenino y toda mujer un espacio masculino. Somos iguales, hoy no cabe ninguna discriminación, aunque lamentablemente debamos en justicia reescribir la historia y recuperar a muchas mujeres artistas olvidadas. Por poner algún ejemplo, las extraordinarias obras reposicionadas de Hilma af Klint o Hannah Höch. No existe un arte femenino o masculino, existe el arte. Y la mejor forma de hacerlo para ambos géneros, es sencillo: no haciéndolo.