José María Zavala: «José Antonio murió perdonando a todo el mundo, hasta a sus verdugos»
José María Zavala. Periodista y escritor. Su nuevo libro desmenuza al detalle el fusilamiento del líder de la Falange, un enigma escondido durante ochenta años
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Su nuevo libro desmenuza al detalle el fusilamiento del líder de la Falange, un enigma escondido durante ochenta años
Ni un día ha tardado en agotarse la primera edición de «Las últimas horas de José Antonio» (Espasa). Ahora, con las máquinas echando humo para llevar de nuevo la obra a las estanterías, Zavala espera ansioso al lunes para presentar «la criatura» al público de la Casa del Libro (Gran Vía, 19:00 horas). Pero no sólo piensa a corto plazo; José Antonio le tiene atrapado y ya tiene en mente un nuevo proyecto del que no suelta ni prenda. Mientras, se vuelca con la recreación de aquel patio de la cárcel de Alicante del 20 de noviembre del 36, donde reinó algo más que la confusión y los enigmas.
–¿Qué tiene esta figura que ochenta años después sigue generando titulares?
–Es un mito. Fue un hombre brillante, con una oratoria, una honradez y una honestidad que ya la quisieran muchos hoy. Porque él se metió en política para defender la memoria de su padre, no para ganar dinero. Era un gran intelectual que sabía hablar inglés y francés, que no era corriente en la época.
–Ni ahora.
–¡Justo! Fue muy envidiado y no le perdonaron ese carisma, especialmente en la derecha. Por eso, los grandes elogios a su figura provienen de gente de la izquierda, como Buenaventura Durruti o Salvador de Madariaga.
–Precisamente Durruti y José Antonio, tan diferentes a simple vista, murieron el mismo día. ¿Qué más puntos les unían?
–Uno de los hermanos de Buenaventura, Pedro Durruti, era falangista. De hecho, fue a ver a José Antonio a principios del 36 a su casa, donde conoció a su hermana Pilar, y también coincidieron encarcelados en la cárcel Modelo.
–Otro que tuvo un hermano en «el otro bando», Franco, ¿trató de evitar, por todos los medios, este fusilamiento?
–Sí, pero en octubre del 36, tras el fracaso de las primeras intentonas, salvarle la vida había dejado de ser prioritario. Eso no significa que no tuviera interés.
–De no haberse producido la muerte aquel 20 de noviembre del 36...
–Esto es hacer historia ficción. Es indudable que no hubiera pasado inadvertido, aunque la historia podría haber sido diferente.
–Nos acercarnos al día clave, pero antes cuénteme lo de la premonición.
–Estando en la Modelo, tuvo una pesadilla en la que vivió su propio fusilamiento en mayo de 1936. Sorprendentemente, estaba contento porque había pasado la prueba; había sabido morir con dignidad y, lo decía textualmente Rafael Garcerán, «con un alegría casi infantil». De hecho, cuando traspasó los muros de la prisión de Alicante, el 5 de junio, le dijo a su hermano Miguel que tenía la impresión de que nunca saldría de ahí.
–Vamos a la parte de la confesión con el sacerdote.
–José Planelles Marco se llamaba y está hoy en proceso de beatificación porque se le considera un mártir de la represión y por esta razón fue fusilado nueve días después. Había sido juzgado y declarado inocente e iba a ser puesto en libertad –hasta fue un familiar a recogerle–, pero cuando el director de la cárcel dijo que se necesitaba un sacerdote para confesar a José Antonio fue el único que aceptó, renunciando a su libertad. Estuvieron alrededor de una hora y Primo de Rivera recibió la absolución. Porque era un hombre profundamente católico, algo que se ha desligado de su figura, aunque es imposible entenderle al completo sin este apartado. Era una persona creyente a pies juntillas que murió perdonando a todo el mundo, como dejó reflejado en su testamento, en el que también aparece la célebre frase de «ojalá sea la mía la última sangre vertida en discordias civiles». Antes de salir a ser fusilado, José Antonio preparó su alma para rendirla al Altísimo. Con él se disparó a los llamados «cuatro mártires de Novelda», también en proceso de beatificación. La gran pregunta que hago yo es que habiendo documentos que acreditan que murió perdonando a sus verdugos, ¿por qué José Antonio no?
–Momento del fusilamiento, ¿qué pasó en ese patio de la enfermería?
–Fue una auténtica escabechina; se abrió fuego sin orden alguno, más de ochenta disparos. Ninguno de los diez guardias de la prisión quiso contemplar el fusilamiento, ni los forenses, ni siquiera el director dio detalles, y los testigos afirmaron que allí se vivió un verdadero espectáculo, incluso se sacaron fotografías, que nunca han aparecido.
–¿Qué enigmas quedan por descubrir de esta figura?
–Te puedo decir que hay otras lagunas tanto o más importantes como las que desvela «Las últimas horas de José Antonio», pero estamos en los prolegómenos de un futuro trabajo de investigación que puede alumbrar muchas otras claves.
–Cuente más.
–No puedo, pero sí anticipar que ya estoy recopilando datos para un proyecto que puede ser una aportación indispensable.
–No tiro más del hilo. Hace un par de meses se anunció el musical de José Antonio, «Mi princesa roja». ¿Le ve cantando?
–(Risas). Es una buena idea. Todas las iniciativas que restituyan la memoria perdida son bienvenidas y en ese sentido quiero romper una lanza por Álvaro Sáenz de Heredia, le felicito por su originalidad. Nadie puede monopolizar a José Antonio, es un personaje histórico que pertenece a todos los españoles y autores.
–Habla de monopolizar, ¿es lo que se hizo tras el fusilamiento con su figura y la idea que se tenía de la Falange?
–Se le ha instrumentalizado y eso ha contribuido a desvirtuarle. En algunos medios se ha extinguido por completo su personalidad religiosa, otros le han convertido en lo que ellos han querido, se ha desfigurado hasta el punto de considerarle uno de los homosexuales más célebres de la Historia, algo totalmente falso.
–Para cerrar, les veo a Paloma (su mujer, desenfocada en la imagen) y a usted inseparables, ¿ya están pensando en la segunda parte de «Un juego de amor», donde profundizan en su matrimonio?
–De momento estamos hasta arriba dando charlas por toda España contando la acción de Dios en nuestras vidas y nuestro testimonio de conversión. Somos creyentes, católicos y practicantes, y no nos avergonzamos de decirlo públicamente.
–Aquel libro lo definió como un «striptease espiritual», ¿y éste de José Antonio?
–El merecido homenaje a un gran hombre.