¿Tienes fuego?
Juan Luis Arsuaga: "El amor al dinero por encima de todas las cosas es algo muy extendido"
Es una estrella de rock que encierra a un tipo cojonudo, pues vive rodeado de simios a los que trata como si fuesen personas
Este científico cuerdo tiene pinta de científico loco, y puede que por ahí se explique parte de su afilado poder de seducción. Lo ves y piensas que te puede llevar al pasado en un DeLorean o lograr que un muerto regrese a la vida con dos electrodos en el cuello. Es una estrella de rock que encierra a un tipo cojonudo, pues vive rodeado de simios a los que trata como si fuesen personas.
¿Atapuerca es un pozo inagotable de información sobre el origen del hombre, una enciclopedia infinita?
Hombre, infinita no creo. Pero sí que es un conjunto de yacimientos, no solo uno, muchos yacimientos, que tienen información sobre un periodo muy largo. Prácticamente toda la historia evolutiva de la humanidad en Europa está registrada. Entonces, para otras épocas son los únicos registros de partes del cuerpo, de la anatomía… Tiene una cantidad de información ingente, vamos a decirlo así. Muy grande. Y un enorme potencial, porque falta muchísimo todavía.
«Mi aportación, aparte de mi trabajo, es ser un referente atractivo para las siguientes generaciones»
Del Homo antecessor partieron, como naves de un puerto, neandertales, denisovanos y humanos. ¿Se descubrirá una especie anterior o esa es la matriz?
Como es lógico, como siempre sucede, lo que tenemos claro son los productos finales de la evolución, y ya los entrantes son más complicados. Casi te diría que conocemos el principio y el final de la historia, y que entre medias es una cosa bastante compleja. El final de la evolución humana somos los neandertales, los denisovanos, que se conocen solo genéticamente, y los humanos. Luego habría que meter también otras especies de humanos pequeñitos, como pueden ser, por ejemplo, el hombre de Flores. Pero esos son un poco periféricos y marginales. Resumiendo al máximo, vamos a dejarlo en Homo sapiens y neandertales. Y entonces tienen que tener un antepasado común, porque son poblaciones, yo las llamaría especies, que han evolucionado en continentes separados, Europa y África. Pero la evolución humana en Europa empieza cuando el continente se puebla, por eso puedes encontrar al antepasado común tanto en Europa como en África, porque primero hay un poblamiento de Europa por parte de los africanos y luego, a partir de ahí, evolucionan por separado en un lugar y en otro. Y ese tronco común más o menos coincide, por cronología y morfología, con lo que hemos encontrado en Atapuerca y llamamos Homo antecessor. Y eso no parece que vaya a cambiar mucho.
«La importancia de Atapuerca es que se ha convertido en un proyecto que todo el mundo conoce»
La arqueóloga Aurora Martín se tropezó en la Gran Dolina (Atapuerca) con el Homo antecessor. La conocen muy pocos, pero a Antonio David Flores lo conocemos todos. ¿Qué dice eso de nuestra especie?
Nosotros no hablamos de descubridores de fósiles, a título particular, en los yacimientos en los que excavamos. Porque uno, cuando está excavando, está en un cuadro de excavación. En tu cuadro de excavación puede haber un león y en el cuadro de al lado puede haber un Homo sapiens o un neandertal, porque aquí se han encontrado fósiles de muchas especies. Todos los fósiles los ha descubierto alguien el primero, y ese alguien es el que estaba en ese cuadro de excavación. Así que en un trabajo colectivo no es importante quién estaba en ese cuadro cuando apareció, sino el proyecto, porque somos una empresa colectiva. Y la importancia de Atapuerca es que se ha convertido en un proyecto que todo el mundo conoce. Están bien la autoflagelación y el masoquismo, nacional, digo, como deporte, pero hay que ponerle también límites. Aquí en Burgos tenemos el Museo de la Evolución Humana, que es el mayor del mundo. O sea, que no nos fustiguemos más de lo necesario.
Se ha convertido en una estrella de rock. ¿Dónde situamos a las celebridades en la escala evolutiva? ¿Son seres superiores, dioses modernos?
Pues, de alguna manera, son referentes, digo yo, y es bueno que lo sean. A mí me parece que mi aportación, aparte de mi obra, de mi trabajo, está en ser un referente que puede ser atractivo para las siguientes generaciones. Yo sostengo la teoría de que uno elige lo que va a ser gracias a los referentes. Se necesitan personas que la gente pueda mirar y asociar con una profesión. Porque es muy difícil conocer una profesión sin ponerle cara, eso no se ha dado nunca en la historia de la humanidad. Necesitas alguien, hombre o mujer, que encarne la profesión y la haga atractiva. Entonces, estoy yo y estamos otros a los que la gente conoce. Conocerme a mí es lo más fácil del mundo porque estoy dando clases en la Universidad Complutense de Madrid y allí me conocen todos mis alumnos a lo largo de muchos años. Y luego, porque estoy en un museo aquí en Burgos que todo el mundo visita y donde me pueden ver porque doy conferencias o presento lo que sea. Lo que quiero decir es que es bueno que haya referentes. Vale para un cantante, para un deportista, para un médico o para un astronauta. Tiene que haber referentes en una sociedad, porque eso es lo que va a hacer que la gente se interese por los temas, y soy partidario de fomentar el que en un país como el nuestro haya referentes de todo. El ser humano se mueve por referencias personales. Yo siempre digo que a la paleontología no la conozco personalmente, conozco a los paleontólogos.
¿Y cómo lleva el que le pidan fotos por la calle, ese tipo de cosas?
Yo lo llevo muy bien porque la gente es muy cariñosa y muy respetuosa y me gusta, no es un tipo de fama, digamos, que moleste. De hecho, te confesaré una cosa íntima y es que cuando estoy en el museo, en las oficinas, muchas veces digo: «Voy a salir a dar una vuelta para saludar a la gente». Y salgo, me doy un paseo por el museo, la gente me reconoce, se hace fotos, me saluda… Y digo, bueno, a fin de cuentas, los que formamos parte del equipo del museo somos un poco como los cocineros que salen a saludar a la gente que está comiendo en su restaurante. Deberíamos salir a saludar a los que están degustando el plato que hemos preparado y preguntarles: «Bueno, ¿qué le parece? ¿Le ha gustado?». Pero esto no es frecuente.
«Somos una especie hipersocial. Esa es la clave de nuestro éxito»
Hay que darse un baño de masas, ¿no?
No, no, no (ríe). Yo no lo llamaría baño de masas. Eso es lo de la copa, lo de la Cibeles. Hablo de una cosa más sencilla. Me veo como un cocinero, sí. La gente está viendo la exposición que yo he cocinado. No vengo a que me den palmaditas, sino a hablar con los clientes. Es que eso es algo tan normal en todas las profesiones que me gusta romper con la idea de que el director científico, que es lo que yo soy, de la evolución humana, es un señor que se ha metido en una cueva y no lo ve nadie. Pues sí, que salga y charle. La gente ha venido al museo, a lo mejor desde muy lejos, para verlo, y si tú estás en el museo, qué cosa más normal que salir a darse una vuelta y hablar con la gente.
En «La conciencia contada por un sapiens a un neandertal» utiliza el pasaje de la magdalena de Proust como ejemplo de descripción literaria del flujo de conciencia inconsciente. Ese fragmento describe cómo funciona el cerebro desde la emoción, no desde la información. Mientras hacía literatura, el escritor francés se topó con la ciencia.
Claro, porque hizo introspección. Al ser humano que conocemos es a nosotros mismos, es el único del que sabemos lo que piensa y lo que siente.
Conocemos el yo.
Sí. Es al único yo al que conocemos de verdad. Si es que lo conocemos, pero es al único. Porque de los demás sabemos lo que ellos nos dicen, o lo que intuimos, o lo que nos parece. La introspección ha sido y es un método de aproximación a la conciencia, y se sigue utilizando. Ahora disponemos de herramientas científicas que permiten objetivar eso, darle un valor objetivo y cuantitativo. En principio, ¿qué es una emoción? Nadie te la puede describir. Tú la sientes y supones que los demás también. Entonces, a través de la introspección, mentes muy precisas, con un buen manejo del idioma, del vocabulario, con una gran complejidad mental y literaria, han sabido ver cuáles son las teclas y demás. Entonces, yo sé que lo de la magdalena de Proust tiene que ver con la amígdala y el hipocampo. Proust, en su percepción de la magdalena y los recuerdos que evoca, no sabe que en eso están participando unos órganos del cerebro, pero sí que es capaz de percibir que ahí hay una actividad. Entonces, sirve muy bien para introducir el tema ya propiamente biológico.
En ese libro define el olfato como el «cerebro en la nariz». ¿Es el sentido más conectado con las emociones?
Sin duda. Para empezar, es el sentido más primitivo. La corteza olfativa es la más antigua. Es el único sentido que no llega a la corteza cerebral a través del tálamo, que es como una estación central por la que pasan los otros sentidos, y el olfato es el que se escapa. Ni siquiera pasa por donde pasan los otros, sino que llega directamente a la corteza cerebral. Y luego, por otra vía, llega hasta este órgano, que es la amígdala, que es el responsable que genera las emociones. Y como está conectado con el hipocampo, los recuerdos los asocia. Es un sentido diferente de los otros, especial.
Tres libros cofirmados con Millás. Dicen, también el propio Millás, que han creado un género.
Eso sin duda. Bueno o malo no lo sé, espero que bueno, pero no se había escrito nada así, no se habían abordado estos temas de esa forma. Tan es así, que en estas listas que hacen de libros más vendidos no saben dónde ponernos ni cómo clasificarnos. Es una cosa que me divierte mucho. Cuando voy a una librería es que no saben dónde poner el libro. Y esa es la expresión de lo que ha representado ese libro, que es inclasificable.
No deja de ser una ironía que usted, que vive de las taxonomías, sea inclasificable.
Sí, es exactamente así. No se puede etiquetar. No sabes dónde ponerlo. Y eso me parece que es el logro principal. No va directamente, yo qué sé, a la categoría de autoayuda, porque yo no lo pondría en autoayuda. ¿Filosofía? Pues tampoco lo pondría ahí. ¿Novela? Pues tampoco. ¿Ciencia? Menos todavía.
Porque es todo lo contrario a un libro sesudo.
Claro, claro. Es que yo me imagino que si alguien ha escrito un libro muy serio de neurociencia y le ponen en una librería al lado del nuestro, diría: «Que saquen esto inmediatamente de aquí».
Se sigue empleando la palabra «neandertal» para definir a un individuo bruto o de escasa inteligencia. ¿Es un error?
Sí. Eso lo que refleja son unas concepciones y unos prejuicios del siglo XIX, esto es lo grave, que no se refieren exclusivamente a los antepasados o a las especies fósiles, sino que son categorías que se aplicaban a otros pueblos de la Tierra, a seres humanos. Lo más interesante de esto es que se proyectaban sobre las especies fósiles los prejuicios que se aplicaban a los aborígenes australianos o a los pieles rojas. No se ha dicho nada de los neandertales que no se haya dicho de los pieles rojas en el siglo XIX por parte de los colonizadores. O que no dijeran los antropólogos de los aborígenes australianos o de los pigmeos o de los bosquimanos. Tienes un buen ejemplo en el arte africano o en el arte de otras culturas sin escritura, que se llamaba arte primitivo. Y, sin embargo, llegan las vanguardias del siglo XX y dicen no, esto es el arte más evolucionado, es un arte más conceptual. Ahora somos conscientes de que eran capaces de desarrollar expresiones artísticas que asombraron a Picasso y a sus contemporáneos.
¿A qué subespecie del Homo sapiens pertenecen Koldo, Ábalos, Cerdán?
Es muy curioso, porque esa afición por el dinero es una de las preguntas que todavía no he conseguido responder. No solamente se conocen a estos tres personajes, sino que pareciera que la avaricia y el amor al dinero por encima de todas las cosas es algo muy extendido. Y es un tema sobre el que tengo que pensar porque el dinero no existe en la prehistoria, no está en la biología. Hay otras pulsiones, pero el amor al dinero es una cosa intangible. El nepotismo, el favorecer a otros hijos, eso es pura biología. El estatus, la jerarquía, eso es pura biología. Y el erotismo, que es pura biología, aunque eso también lo practicaban estos personajes o algunos de ellos. La única explicación que se me ocurre para la corrupción, para el amor al dinero, es que, en cierto modo, de una manera abstracta, debe de aludir a las pulsiones biológicas. Pero es interesante para qué quiere la gente el dinero.
Es éter, al final, ¿no?
Es éter, sí, pero es un éter que mueve el mundo.
«Soy una cárcel con una ventana / ante una gran soledad de rugidos» (Miguel Hernández). ¿Sirve esa imagen para describir al ser humano abriéndose paso entre sus congéneres, a la lucha diaria que es vivir?
La principal característica del ser humano es que es una especie muy social. Es una especie que, en cuanto a sociabilidad, solamente puede compararse con los insectos sociales, con las abejas o las termitas. Somos una especie hipersocial. Esa es la clave de nuestro éxito. Konrad Lorenz, un etólogo, premio Nobel, decía que un chimpancé solo no es un chimpancé, que solo se puede ser chimpancé en el seno de un grupo. Entonces, un ser humano solo no es un ser humano. Miguel Hernández tenía una identidad social o política, o como lo quieras llamar, no iba solo por la vida. No es el caso de un solitario.
No era Robinson Crusoe.
No, no. Miguel Hernández, desde luego que no.
Esta sección lleva por título «¿Tienes fuego?». Yo se lo pregunto a usted: ¿tiene fuego?
Sí. El fuego de San Ignacio. Ignacio es el nombre que se puso Íñigo cuando lo tradujo al latín. Ignatius, que significa «encendido», alguien que está en llamas. «On fire», que dicen ahora. Entonces, sí. Estoy «on fire». Como san Ignacio.