Julio Iglesias, casi todo en una biografía
El artista publica «México & Amigos», un disco en el que repara su álbum de 1975, «que estaba muy mal cantado», y anuncia que próximamente abrirá las puertas de su vida a un escritor americano «grande, grande» para que la narre.
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El artista publica «México & Amigos», un disco en el que repara su álbum de 1975, «que estaba muy mal cantado», y anuncia que próximamente abrirá las puertas de su vida a un escritor americano «grande, grande» para que la narre.
Con Julio Iglesias (Madrid, 1943) pasa como con los chistes de Chuck Norris. Él te llama para que le entrevistes, no al revés. Y entonces hay que negociar quién lleva las riendas, porque nadie tiene el culo más pelado de contestar a periodistas. Esquiva las preguntas con una cintura eléctrica. Suena el teléfono, prefijo de Punta Cana (Santo Domingo), para hablar de su nuevo lanzamiento, «México & Amigos» (Sony), un álbum nuevo que aparece un año después de que jurase que nunca volvería a entrar en el estudio. «Lo he hecho para que la gente conozca esas canciones con la ayuda de unos artistas muy generosos». Hablamos de la nostalgia, del tiempo y del talento. Se pone un poco filosófico, como un monje. «¿Pero qué monje ni qué...? Flaco, si yo he sido más puto que las gallinas», requiebra el artista español que más discos ha vendido de la historia. De todas esas cosas, de aves de corral y otras plusmarcas, hablará, quizá, en la biografía que empezará a escribirse en septiembre, según anuncia, con la ayuda de «un gran escritor americano». «No puedo decirte quién es, me lo tienen prohibido, pero es un grande, grande. Un grandísimo. Y voy a abrirle mi casa y mi vida durante seis meses, ese es el compromiso, durante los que le haré cómplice para que ría y llore, sienta las decepciones, el coraje y la voluntad de mi vida. Que la sienta», asegura. Ese escritor va a reír más que llorar, seguro. «Desde luego. Me va a pedir que le preste al menos tres meses (ríe)».
Igual que en las entrevistas, seguro que el artista le confiará lo que le interese. «Bueno, le voy a contar lo suficiente para darle razón a los que creyeron en mí e interés a los que no. Creo que voy a despertar curiosidad con el libro, y puede hacer que llegue generacionalmente. Porque a veces tengo sólo 17 años». ¿Puede suceder que los jóvenes se acerquen a su carrera por su biografía? «No, flaco, por lo que siento ante la vida, lo que he hecho y mi actualidad. La nostalgia no vale, no es amiga mía. Será anecdótica, porque todo lo que hay en mi vida es futurista. En mi caso, el cerebro puede con el cuerpo», asegura.
«Significado a mi vida»
Sin embargo, el álbum es una indiscutible vuelta nostálgica al trabajo que ya grabó el madrileño hace más de cuatro décadas. «Es que estaba muy mal cantado. A veces me da un poco de vergüenza escuchar algunos discos míos». Entonces, el repertorio mexicano no tiene una lectura política de reconocimiento del país frente a los ataques de Trump. «No, es un disco que da significado a lo que llevo haciendo toda mi vida. Un gran repertorio con grandes voces que tienen en el estómago las canciones que cantan, porque las vivieron ellos o se las escucharon a sus padres, como Pablo Alborán, que ha colaborado generosamente. O porque las inventaron, como Sabina, que escribió un tema que hoy saben todos los mariachis». Junto a ellos, Plácido Domingo, Andrés Calamaro (de lo mejor del disco cantando «Juan Charrasqueado», corrido de Víctor Cordero), Juan Luis Guerra, Diego Torres y Omara Portuondo. «Que no –insiste–, que yo huyo de la nostalgia. Escuchar a Beethoven no es melancolía, es arte. La música pop natural tiene un nacimiento con Nat King Cole, Sinatra y autores de esa generación. Y los españoles y mexicanos de esa época tienen la misma calidad que los americanos». No parece interesarle un repertorio más reciente, acercarse a los jóvenes. «El problema es que yo soy más joven que ellos. La cabeza tiene más fuerza que la edad y en eso no estoy mayor. Si no distinguiera el valor de Bruno Mars, Justin Timberlake o John Legend, sería un viejo. Hoy, siento que tengo 19 años. Cuando me vaya a dormir, 51; y cuando me despierto, si no me duele nada, es que estoy muerto», bromea. Así que, si dicen que está acabado... «¡Qué acabado ni que hos... Mientras el tiempo sea mi amigo, todo va bien. Mi mente dice que sí a todo».
El autor de «Soy un truhán, soy un señor» asegura que «ni nací cantante, ni nací nada. Las circunstancias cambiaron mi futuro constantemente. Mi vida no tiene destino, yo no creo en el determinismo. Incluso hoy, si no tuviera motivación estaría perdido». Aunque algo de talento debía de tener para seguir tantos años. «Más vale un pequeño talento muy disciplinado que uno grande sin voluntad. Si después de cantar con Sinatra, Stevie Woder o Sting no hubiese aprendido nada, me habrían lanzado tomates hasta al espíritu. Pero yo jamás pensé que iba a tener una carrera. Si cuando empecé me hubieran cortado las piernas metafórica o literalmente –Iglesias sufrió un grave accidente de coche cuando iba para portero del Real Madrid–, fíjate cómo es la vida, no estaríamos teniendo esta conversación. Son circunstancias que uno aprovecha con trabajo y determinación. Y no dejaré de cantar hasta que la gente me diga: ‘‘Vete’’. Me gustaría pensar que no se pueden vender tantos éxitos sin tener algo, y yo he cantado de China a Finlandia. Pero eso no vamos a volver a decírselo a la gente, ¿no crees? Ellos ya saben si algo les gusta y por qué les gusta».