“Kingdom”: El hombre que vino del plátano
Autoría y dirección: Àlex Serrano, Pau Palacios y Ferran Dordal. Intérpretes: Diego Anido, Pablo Rosal, Nico Roig... Teatros del Canal, Madrid. Hasta hoy.
Entre esas compañías que los espectadores más teatreros y los propios creadores engloban bajo el pomposo epígrafe de «nuevas dramaturgias», debería ocupar un lugar especial Agrupación Señor Serrano, por cuanto puede uno ver realmente de original y propio en su lenguaje, en el que tiene un papel esencial la proyección de vídeo en tiempo real sobre maquetas y dioramas. Ahora ese lenguaje se ha expandido hacia otros lugares para acabar fundiéndose, mucho más que en cualquiera de sus anteriores trabajos, con la música en directo y con la danza. Todo ello para dar forma artística a esta crítica, excesivamente sucinta y esquemática, del capitalismo y de las sociedades occidentales, a la que han titulado «Kingdom». La obra, que también se aleja de otras propuestas precedentes por su tono mucho más festivo y gamberro, parte argumentalmente de la historia del comercio de la banana, que se originó a finales del siglo XIX, cuando el magnate Minor Cooper Keith empezó a introducirla en EE.UU. desde Costa Rica. Los resultados fueron tan lucrativos que en unos años se crearía un auténtico emporio, la United Fruit Company, para distribuirla por todo el país. La falta de escrúpulos para no perder el monopolio y seguir aumentando las riquezas llevó a los empresarios a controlar tiránicamente la producción y la mano de obra agrícola en Centroamérica sobornando sistemáticamente a gobernantes y a políticos en general.
Desde el punto de vista teatral, este asunto del comercio del «inofensivo» plátano sirve como metáfora de los peligros intrínsecos a un sistema que ha estado «creando necesidades donde no existían» hasta hundirse moralmente en su propia codicia. En la función hay, además, una provocadora interpelación al público por su estúpida complacencia con los problemas que nos aquejan y por su dificultad para identificar la verdadera esencia de los mismos. Sin embargo, el desarrollo dramático de toda esta idea es demasiado parco en el escenario. Lo que la función puede aportar en su sentido más profundo daría escasamente para 20 minutos. El resto es un reiterativo adorno que, en algunos momentos, resulta incluso aburrido.
LO MEJOR
Debemos reconocer que la función, formalmente, tiene su gracia
LO PEOR
La base es demasiado simple para montar con ella un espectáculo tan complejo