Exposición

La amistad pintada de Nieva y José Hernández

La galería Leandro Navarro de Madrid expondrá a partir del jueves 28 obras de estos dos grandes artistas, grandes amigos también que colaboraron en varias ocasiones. Surrealismo, fantasía y mucho talento unidos por primera vez en una muestra conjunta que desvela piezas desconocidas de los dos

«Cantante de ópera» (1977), mixta sobre papel de Francisco Nieva (izda.) y a la derecha, la impresionante «Dama florida» (1976), un óleo de José Hernández
«Cantante de ópera» (1977), mixta sobre papel de Francisco Nieva (izda.) y a la derecha, la impresionante «Dama florida» (1976), un óleo de José Hernándezlarazon

Los mundos oníricos, tan imposibles como surrealistas. El de José Hernández (Tánger, 1944-Málaga, 2013) un punto emparentado con esa fantasía de Arcimboldo, abigarrado, trabajadísimo y único, a veces terrible, demoledor y aterrador. El de Francisco Nieva (Valdepeñas, 1924-Madrid, 2016) puro derroche de imaginación, más desenfadado, el de un maestro. Ambos fueron grandes amigos y compartieron universos y mundos. José Pardeira, secretario del dramaturgo durante años, habla de lo que les une a los dos artistas «que tenían la virtud de no parecerse a nadie. Sería imposible confundirlos, pues ambos tiene estilos muy peculiares y bien diferenciados, pero comparten la inclinación hacia mundos visionarios e irracionales en los que todo orden lógico parece subvertido y la sorpresa es la única norma. Lo que en Nieva se manifiesta de manera desenfadada, en Hernández adquiere tintes más dramáticos, de terror metafísico en ocasiones. Los personajes de Nieva parecen , marionetas que hubieran tomado vida con un propósito perverso. De puro malos resultan tiernos. Los de Hernández son como entes surgidos de no se sabe qué dimensión y no sabes bien qué les pasa, si se están descomponiendo o metamorfoseando o simplemente nos miran con indiferencia inquietante». De Nieva decía Hernández en estas páginas que «era lo más cercano a un genio. Yo a su lado soy un mero pinche». Ambos mundos son lo que a partir del día 12 se expondrán en la galería Leandro Navarro, que abre así la temporada con una muestra un tanto insólita pero que se va a convertir en una de las citas de esta reentré. Puede ser esta la primera vez que las obras de ambos se confrontan, cada una con su espacio y su tiempo.

El proyecto de unirlos le hacía especial ilusión a Íñigo Navarro, al frente de la sala de arte. Su relación con ambos se remonta a mucho tiempo atrás. De Hernández montó tres exposiciones en vida. El deseo de su viuda era que siguiera representando su obra. Por otra parte, Leandro Navarro, padre del galerista y fundador de la sala, en el número 1 de la calle Amor de Dios, mantenía una sólida amistad con Nieva desde siempre. Fue Pardeira quien le invitó a ver in situ la obra plástica del autor teatral. Cuenta Íñigo Navarro que la primera sorpresa, la sacudida inicial la sintió nada más atravesar aquella puerta de entrada a un mundo tan teatral como lo era el propio autor, con aquellos telones en rojo oscuro: «Fui a su casa porque me interesaba mucho poder exponer obra suya. Y la que vamos a mostrar es en gran medida desconocida. Aquel entorno me pareció fascinante. Y surgió entonces la idea de poder unirlos a ambos. Seleccionamos las obras y conseguimos formar un conjunto único y auténtico que es la primera vez que se va a mostrar de manera conjunta».

La relación, entre los dos, además de ser de una sólida amistad fue también laboral, pues «colaboraron enormemente tanto en obras de teatro como en óperas. Existía entre los dos una comunión estética que pocas veces se da de una manera tan evidente», reflexiona Íñigo Navarro. Su primer trabajo al alimón les llegó en 1973, «cuando unos jóvenes y atrevidos estudiantes de Arte Dramático formaron un grupo de teatro independiente –que se llamaba Ditirambo– y le pidieron a Nieva una versión sobre textos de Michel de Ghelderode y a Hernández, el diseño de la escenografía y figurines. El espectáculo se estrenó bajo el título de ''Danzón de exequias'' y supuso un verdadero revulsivo para la escena en las postrimerías del franquismo. Según su director, Luis Vera, y por iniciativa propia, contactaron primero con José Hernández, pues había visto una exposición suya en la galería Iolas de la que salió profundamente impresionado. Al visitarla los demás miembros del equipo, todos estuvieron de acuerdo en que aquella estética era la que necesitaban», rememora Pardeira en el prólogo.

El éxito de «Pelo de tormenta»

Fue Nieva, cuando la amistad estaba ya fraguada, quien propuso a Hernández como escenógrafo para «Pelo de tormenta», obra que decidió llevar a escena en 1997 (la escribió en París en 1960) el entonces director del Centro Dramático Nacional Juan Carlos Pérez de la Fuente, que obtuvo un éxito tal que demandó una reposición la temporada siguiente. Tras ese paso en la escenografía puramente teatral llegaría andando el tiempo el mano a mano en la ópera, con dos obras que se estrenaron el Teatro Real: «La vida breve», de Manuel de Falla en 1997, con la que se reinauguró el coliseo, y «La señorita Cristina», compuesta por Luis de Pablo y que subió a escena en 2001. De nuevo la dirección llevaba la firma de Nieva y, según sus palabras, José Hernández, como escenógrafo, supo ilustrar sus indicaciones como un mago que hace posible todo lo soñado. Entre los dos fueron capaces de desarrollar un sistema automatizado de grandes panós en semi relieve que entraban y salían de escena, acrecentando así la sensación de que la fantasmal mansión gozaba de vida propia. A esto se sumaban otros hallazgos teatrales como el de un reloj de pared al que le salen brazos y piernas, o el de un retrato por el que entraba y se perdía la protagonista. De nuevo en palabras de Nieva, «el terror silencioso de lo real tomaba bajo los pinceles y los lápices de Hernández una curiosa dimensión filosófica, a la vez que poética». La tercera colaboración volvería a ser sobre las tablas de un teatro con la obra de Nieva «Tórtolas, crepúsculo y... telón» en 2010, dirigida por el dramaturgo.

Navarro conoce muy bien la obra de Nieva. Su progenitor, como hemos dicho, mantuvo una larga amistad con el escritor. «Desde los tiempos en que mi padre estaba en la galería Biosca. Y con Pepe desde los años setenta. Son cuarenta años, que dan para mucho», asegura. Desde la galería, una de las más respetadas y que expone obra de las vanguardias históricas, asegura que «vamos a reivindicar la labor de estos dos creadores enormes que creo que no han tenido el reconocimiento que merecían. Creo que deberían de ser conocidas para las nuevas generaciones. Sería de justicia que tuvieran elreconocimiento que merecen. Ambos son de una modernidad que te sobrecoge, son capaces de crear ambientes y situaciones inquietantes».

Se verán de cada artista 14 obras, 28 en total. De José Hernández cuenta el galerista que se hará un repaso más antológico, desde 1964 hasta 2004 a través de pintura al óleo, «mientras que de Paco vamos a colgar obra de los años 70, una serie tremendamente divertida de personajes que hizo para teatro. De Pepe Hernández hemos elegido obras que llevaban mucho tiempo si ser vistas y que su viuda, Sharon Smith, no había puesto en venta. Muchas de las piezas estaban en su estudio y allí habían permanecido desde hace más de cuarenta años. En el caso de Paco vamos a mostrar doce obras de los setenta y dos de los ochenta, trabajos personalísimos, con ese mundo que solo él sabía pintar y que también hace bastante tiempo que no se mostraban». Insiste el galerista en que «muy pocas veces se ha visto obra de Paco y es de una belleza inmensa. Reflejan una imaginación desbordante y un mundo personal potentísimo. Creo que no hay mejor manera de inaugurar la temporada de exposiciones de septiembre que con estos dos enormes creadores».

Nieva definió así la obra de José Hernández: «Ha nacido con enjundia de museable, como sin querer, como si se lo hubieran inculcado desde los primeros palotes. Para Hernández el mundo es lujo y podredumbre, composición y descomposición, espectáculo y retiro, celda reflexiva y paisaje a la intemperie de la fatalidad, arquitectura con su necesario contrapunto en la demolición, belleza del desgaste y aun del desastre, penumbrosa galería, franqueada a todo su largo por panoplias vivientes, que pudiera llevarnos al conocimiento de una ciencia oculta, una ciencia del más allá. Misterio, extrañamiento, seducción. Su técnica neutral, poderosa y sosegada, ese extraño modo de pintar con una destreza que pudiéramos llamar olímpica, firman una de las obras más interesantes de la pintura española de este siglo».

La «Dama florida» frente a «Doña Rosita la soltera»

Entre las 14 obras de cada artista que se podrán ver en Madrid se alternan dos mundos poblados de criaturas imposibles. Seres raquíticos, mitad hombre mitad insecto, como es el caso de «Ejercicio espiritual», de 1964, o «Acorralado», óleo pintado un año después, que representa un ser situado contra la pared, al que no vemos el rostro, pero que nos da que pensar. La «Dama florida», de 1976, tiene ese regusto arcimboldiano, conmovedora al tiempo que inquietante o «Testamento inútil», todo un ejercicio de composición en el que se pone de manifiesto de una manera clara la maestría del dibujo del artista nacido en Tánger. Si hay una obra de una belleza inusitada en esta selección de 14 óleos esa es «Vánitas IV», un óleo de 1985 al que hay que acercarse con auténtica admiración. A su lado el mundo fantástico de Nieva, donde el elemento sexual es recurrente. Lo vemos en «Teatro furioso» o en «Doña Rosita la soltera», una técnica mixta sobre papel en la que se concentra todo su universo. O en «Mandarín», de 1975, obra en la que es apreciable la calidad de su dibujo y que podría emparentarse con «Primera dama», del mismo año, otra locura bellísima con la firma de Nieva.

Dónde: Galería Leandro Navarro. Calle del Amor de Dios, 1. Madrid.

Cuándo: del 12 de septiembre